Pues, sí. Tal parece que estamos en el hoyo, a juzgar por la situación que prevalece en el país.
O bien, quizá las cosas que nos pasan son lo suficientemente extravagantes para cubrir con su ruido las cosas positivas que, definitivamente, también pasan en un país de 112 millones de personas.
APERITIVO: COMANDANTE, HAY UN HOYO EN LA REGADERA
A pesar de lo trágico de la situación, no deja de ser cómica aquella secuencia que nos pinta de cuerpo entero, cuando esta semana se dio a conocer, en cadena nacional, un video en el que muestra cómo se vivieron las siguientes tres horas, tras la imperdonable fuga de El Chapo Guzmán.
– Comandante, hay un hoyo en la regadera.
– ¿Un hoyo? ¿Es grande?
– Sí, ¡es grande, comandante!
– ¿El interno sigue ahí?
– No, comandante.
Es la perfecta crónica que resume la estupefacción de las autoridades penitenciarias frente a un hecho fuera de toda proporción, ridículo, absurdo, pero real.
El diálogo pudo haber sido de algún capítulo de una película de los hermanosAlmada, o bien del Patrullero 777 de nuestro fallecido Cantinflas.
Cuando los custodios intervienen, El Chapo ya podría haber estado sentado cómodamente en su avioneta. Cuando activan el código rojo, bien podría estar en su querida Mazatlán, dejándose ir unos tacos gobernador, con una cerveza helada, viendo el mar.
Es comprensible el inmediato repudio que se hizo del hecho, tanto del comisionado Nacional de Seguridad, Renato Sales, como de la procuradora General de la República, Arely Gómez.
Más aún la procuradora, que tenía que dejar en claro que el video no fue entregado a su hermano en Noticieros Televisa, sino filtrado por alguien al interior del gobierno federal, sea en la PGR, en el Órgano Penitenciario, en el Cisen, ¿en dónde?
Es claro que fue una filtración malintencionada de alguien al interior de alguna dependencia, con ganas de dañar al gobierno.
No obstante, además de escandalizarse por la filtración que, desde luego, debe ser investigada y sancionada, es necesario analizar el contenido.
La pasmosa reacción interna fue delirante, por lo que es urgente deslindar responsabilidades, revisar protocolos, afinar la seguridad. Todo, en un instante, se fue al garete.
Y con respecto al audio, ¿quién escuchaba?, ¿qué escuchaban?, ¿quién estaba pendiente?, ¿por qué nadie se movía en la sala de monitoreo? (Incluso pensé que era una fotografía, pero cuando alguien movió un codo, me percaté que... era un video). ¿Qué se supone que tendrían que haber hecho?, ¿por qué no se hace nada, a pesar de los martillazos y el ruideral?, ¿por qué el reo más peligroso podía tener su música o su tele a todo volumen?
Fuente.-Excelsior.
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