El contagio más letal que amenaza hoy a México no es el Covid-19, sino la viralización del radicalismo y de la confrontación que escalan sin freno, con el auspicio y beneplácito del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Tres tristes traspiés ocurridos la semana pasada descorren el velo que exhibe un choque más que frontal entre el gobierno de la Cuarta Transformación y aquellos que tienen la osadía de pensar distinto.
López Gatell, el cínico
Solo unos cuantos en la casa presidencial y desde la línea radical defienden todavía al epidemiólogo Hugo López Gatell, responsable del drama que ya sobrepasó las 70 mil muertes por Covid-19.
Siempre escurridizo, difundiendo SU verdad, con SUS cifras manipuladas, a contrapelo del sentido común en el uso de cubrebocas o de la aplicación de pruebas, López Gatell se enfrascó la semana pasada en un debate con seis ex secretarios de Salud, quienes salieron a dar la voz de alerta.
Y en un afán por contribuir a buscar una salida a lo que continúa cobrando en promedio 600 vidas diarias en México, esos seis personajes “se atrevieron” a fijar postura y a darle algunas propuestas al responsable de manejar la epidemia.
Pero lejos de escucharlos, López Gatell usó el cinismo barato para burlarse de quienes le proponían alternativas para mitigar la pandemia.
Nada de eso decía el documento, pero el epidemiólogo hizo del sarcasmo su arma favorita y no solo los ninguneó, sino que los insultó.
Quizás en su respuesta todavía retumbaba el eco festivo presidencial de apoyo incondicional.
Y en un acto de soberbia soledad, López Gatell se sintió el epidemiólogo supremo y descalificó -sin leer siquiera- cualquier tesis que lo contradijera.
Bartlett, el buen ladrón
Sin duda Manuel Bartlett es uno de los personajes mas impresentables en el gobierno de la Cuarta Transformación, pero al mismo tiempo el mas protegido por el manto moral del presidente López Obrador.
Al mandatario la semana pasada se le fue un chile entero en su guiso mañanero, cuando recordó el robo que le hicieron al panista Francisco Barrio en la elección para gobernador de Chihuahua en 1986.
Se le olvidó al inquilino de Palacio Nacional que quien manipuló la imposición del priista Fernando Baeza, fue nada menos que el entonces Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett.
Sí, el mismo que hoy despacha creando cortos circuitos en la Comisión Federal de Electricidad.
Dos años después de aquel robo electoral de 1986, el mismo Bartlett fue el autor de la famosa caída del sistema, que permitió en 1988 sentar en la presidencia al priista Carlos Salinas de Gortari, quien le premió sus servicios entregándole la Secretaría de Educación.
Pero cuando se le cuestiona al presidente el por qué por un lado censura el robo electoral de 1986, al mismo tiempo que tiene en sus filas del gobierno que dice combatir la corrupción al cuatrero mayor confeso de aquella elección, nada mas no sabe qué responder.
Resbala.
La misma desmemoriada actitud que cuando se le cuestiona sobre los inmuebles de Bartlett y su no-esposa, o los contratos del hijos del director de la CFE para surtir ventiladores al Seguro Social, con un evidente sobreprecio que acabó en su descalificación e inhabilitación.
Pero ahí está Bartlett, ladrón electoral de ayer, amasador de fortunas inmobiliarias inexplicables de hoy, que por la bendición presidencial se convierte en un Dimas de la Cuarta Transformación.
El “buen ladrón” que al lado del Señor le suplica por un asiento en su reino.
Reforma, el “pasquín inmundo”
Ya no es novedad que para el inquilino de Palacio Nacional el diario Reforma es el medio de la Resistencia, el panfleto de los conservadores, el vocero de Carlos Salinas.
Y en la Mañanera del viernes pasado le colgó a ese medio un nuevo epíteto: el de “pasquín inmundo”.
Un lenguaje muy pobre para quien guía los destinos de la nación.
La censura vino porque Reforma se hizo eco de una información sobre el presunto desfalco en la Tesorería del municipio de Macuspana, en Tabasco, el terruño donde nació el mandatario.
Y en ese denunciado faltante al Erario Municipal por 233 millones de pesos se estaría involucrado a su cuñada, la síndico Concepción Falcón.
En lo personal, López Obrador tiene derecho a pensar lo que quiera de Reforma, de El Universal, de El Financiero, de Enrique Krauze o de Héctor Aguilar Camín. Pero como presidente no debe descalificarlos solo porque lo cuestionen o no piensen a su manera.
Si con toda justicia les echa en cara a algunos de esos medios los abultados presupuestos oficiales que se le pautaban en los sexenios del PRIAN, con qué cara puede el presidente explicar hoy que a uno de sus diarios favoritos se le hayan pautado mas de 250 millones de pesos de publicidad en los primeros 19 meses de su gobierno
Son mas de 400 mil pesos diarios, los siete días de la semana, los 365 días del año, a un solo diario. ¿Como justificarlos? ¿A cambio de qué?
Es triste que en medio de la pandemia y de la severa crisis económica -de la cual todavía estamos por ver lo peor- la radicalización del discurso, la descalificación, el doble rasero, y el insulto, sean lo mejor que nos pueda ofrecer el jefe de la Nación.
fuente.-Ramon Alberto Garza/