Imagen.-Breitbart/TX |
Galilea García Amaya no experimentará la vida adulta. Tampoco su hermana Mariana ni sus primas María y Estefanía Guadalupe. El 9 de julio, esas cuatro niñas, de entre ocho y 12 años de edad, fueron asesinadas, junto con otros siete integrantes de su familia, por una banda de malnacidos en Ciudad Victoria, Tamaulipas. Menos de una hora después, otra menor de edad fue ejecutada, a la par de dos adultos, en una vivienda de la capital tamaulipeca.
La matazón de Victoria no se detuvo allí. El jueves pasado, una familia de cinco miembros fue acribillada en su casa. Entre las víctimas, se contaban tres niños, uno de los cuales era un bebé de apenas un mes de vida.
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¿Qué hay detrás de esta aterradora sangría? Una guerra entre dos bandas criminales por el control de la plaza. Uno de los bandos en disputa se autodenomina Zetas Vieja Escuela (o Grupo Bravo). El otro se hace llamar el Cártel del Noreste(CDN). Ambos grupos son producto de la fragmentación experimentada por Los Zetas tras la detención o muerte de la mayoría de sus líderes.
La batalla inició en los meses tempranos de 2016 y ha provocado una dramática espiral de violencia en la capital de Tamaulipas. En los primeros cinco meses del año, se registraron 59 homicidios con arma de fuego, 19 veces más que en el mismo periodo de 2015. Y eso fue antes de que decidieran masacrar a familias enteras.
¿Por qué la saña? ¿Por qué cargarla contra familias, contra inocentes, contra niños? Porque las expresiones públicas de brutalidad son prácticas de eficacia probada para las bandas criminales: inhiben a los rivales, intimidan a la población y ayudan a preservar la disciplina interna. Y por lo regular no acarrean costos o riesgos adicionales.
¿Los victimarios enfrentan algún riesgo excepcional por haber ultimado a un bebé o haber masacrado a cuatro niñas? Probablemente no. ¿Las autoridades van a dedicar recursos extraordinarios para capturar a los responsables? ¿Se dispondrá algún operativo especial para detener y procesar a los maleantes? Salvo que me contradigan las autoridades, yo diría que no y no. ¿Entonces, en términos de riesgo, da lo mismo matar a un sicario adulto en un enfrentamiento que liquidar a mansalva a una familia entera, niños incluidos? Eso parece. ¿Y eso lo saben los delincuentes? Con toda seguridad. Luego entonces, ¿van a seguir matando niños? Muy probablemente.
¿Y qué se puede hacer para detenerlo? Pintar una raya en la arena. Si los gobiernos (federal, estatal y municipal) mandan un mensaje claro, explícito y reiterado de que se la dará un trato prioritario a este tipo de homicidios y que eso incluye no sólo dedicar más recursos a la investigación, sino también aplicar una sanción colectiva a la organización que cometa el ultraje (cerrándole narcotienditas o giros negros, por ejemplo), tal vez los delincuentes dejen de hacer esas barbaridades. Y si no, pues no: van a seguir por el camino de la salvajada.
EN OTRAS COSAS. En estos días, tendremos nuevos datos sobre la escalada de violencia en el país. El miércoles, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) dará a conocer las cifras de incidencia delictiva correspondientes al mes de junio. Esperen un número de víctimas de homicidio doloso similar al de mayo (1891). Asimismo, Inegi publicará en fecha cercana sus cifras preliminares sobre homicidios, correspondientes a 2015. Y con eso se confirmará lo que todo mundo sabe, salvo algunos funcionarios en Bucareli y Los Pinos: la violencia homicida dejó de caer hace un buen rato.
Fuente.- alejandrohope@outlook.com
Que tan cierto que egidio huyo de tamaulipas?? Por las amenazas de las mantas, que se fue a houston.
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