Aun en
un país rico, el desperdicio y el robo de recursos públicos es una inmoralidad
ilegal que necesariamente frena el desarrollo.
Con más razón es criminal, en un país miserable, que los políticos gasten el dinero de la sociedad en beneficiarse a sí mismos, a los grupos de poder a los que pertenecen y a sus partidos.
México es uno de esos países miserables, aunque gobernantes y empresarios se empeñen en sostener la fantasía del crecimiento; el dispendio desvergonzado de la burocracia divinizada lastima a diario a los millones de pobres que constituyen nuestra clase baja, económica, social y políticamente hablando.
Hay muchos ejemplos. El avión que utiliza el Presidente priista Peña Nieto cada vez que se le antoja viajar. El aparato es uno de los más caros del mercado y fue adquirido al cinco para las doce por el Presidente panista Calderón, lo que el complacido Mandatario actual no se preocupó en revirar, sino al contrario, su eficiente Estado Mayor construyó un gran hangar millonario temporal para la nave imperial y su augusto usuario exclusivo. Este hangar será muy pronto sustituido por otro que se edifica, a gran costo, en el nuevo aeropuerto capitalino.
Con más razón es criminal, en un país miserable, que los políticos gasten el dinero de la sociedad en beneficiarse a sí mismos, a los grupos de poder a los que pertenecen y a sus partidos.
México es uno de esos países miserables, aunque gobernantes y empresarios se empeñen en sostener la fantasía del crecimiento; el dispendio desvergonzado de la burocracia divinizada lastima a diario a los millones de pobres que constituyen nuestra clase baja, económica, social y políticamente hablando.
Hay muchos ejemplos. El avión que utiliza el Presidente priista Peña Nieto cada vez que se le antoja viajar. El aparato es uno de los más caros del mercado y fue adquirido al cinco para las doce por el Presidente panista Calderón, lo que el complacido Mandatario actual no se preocupó en revirar, sino al contrario, su eficiente Estado Mayor construyó un gran hangar millonario temporal para la nave imperial y su augusto usuario exclusivo. Este hangar será muy pronto sustituido por otro que se edifica, a gran costo, en el nuevo aeropuerto capitalino.
No hay límites para el gasto público del Gobierno cuando la firma que autoriza es suficientemente fregona.
Este año de gran incertidumbre económica, de inflación en crecimiento y desarrollo en decrecimiento, el Senado de la República, que no cumple funciones ejecutivas, pues su misión es legislativa y, si acaso, de control y representación, tirará mil 69 millones de pesos en contratación de asesores.
EL NORTE reportó ayer que esta cifra equivale al gasto mensual que realizan 729 mil mexicanos de zonas urbanas en una canasta básica alimentaria, cuyo costo aproximado es de mil 371.66 pesos. Bueno, eso aquellos a los que les alcanzan sus miserables ingresos para adquirir la cada vez más básica canasta básica.
La nota periodística señaló que el 59.4 por ciento de este gasto será destinado a pagar asesores parlamentarios de la Mesa Directiva, de la Junta de Coordinación Política y de cada legislador. Otro 25.1 por ciento será para los honorarios del personal de comisiones, y el restante 15.5 por ciento cubrirá honorarios administrativos por servicios profesionales de 447 asesores.
Ahora bien, si este gasto monstruoso, que me niego a designar como inversión, promoviera el desarrollo en forma observable y definida, la erogación podría ser justificable, aunque siguiéramos enfrentando el dilema de gastar en desarrollo, usualmente primero macroeconómico; o gastar, tampoco calificable como inversión, en combatir la pobreza subsidiándola, ya que sus víctimas no pueden esperar a que los grandes proyectos desarrollistas de éste y los anteriores Gobiernos generen beneficios a la clase gobernante empresarial para que ésta algún día los distribuya hacia abajo de la pirámide social.
Pero los proyectos de los Senadores no son de esta naturaleza, pues su función no es ejecutiva y no operan instrumentos de desarrollo.
El gasto en ujieres, bufones y halagadores se disuelve en la nada de este País miserable. Un gasto criminal por donde se le vea, imperialmente impuesto al pueblo de México por vividores y corsarios a los que la Revolución sí les hizo justicia, como no se las hizo a los millones de miserables que pagan, sin recibir nada a cambio, lo que estos ladrones gastan.
Lo que gastan para producir leyes tontas, como las que engendran Senadores y Diputados al alimón o las que le aprueban al Ejecutivo, generando reformas que no reforman, mejoras que no mejoran y desarrollo que no desarrolla: al menos no al País, si acaso a ellos y a sus cómplices que los asesoran.
fuente.-diazgarza@gmail.com
Imagenes/Internet
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