Foto.-El Huacano. |
La estrategia del gobierno federal, ordenada
por el Presidente Enrique Peña Nieto y orquestada por el Comisionado
Alfredo Castillo Cervantes, para devolver paz a Michoacán hace agua a
menos de un año de su inicio.
MICHOACAN,MX.-06/Ene/2015 (SinEmbargo) Su plan, basado en integrar a los grupos de
autodefensa surgidos en oposición al Cártel de Los Caballeros Templarios,
naufraga en las enemistades mortales de los líderes de las Fuerzas Rurales y de
su infiltración por los asesinos y extorsionadores de siempre que ahora,
encima, van y vienen por el estado con permisos y armas otorgadas por el
Estado.
Mientras el índice delictivo oficial desciende, cada
vez más grupos políticos y ciudadanos locales denuncian más violencia y muerte,
por lo que califican de “fallida” a la intervención de Castillo, quien ha
debido disolver las fuerzas por él legitimadas en el epicentro de la Tierra
Caliente, Apatzingán, en cuyo panteón los sepultureros vuelven a tener mucho
trabajo.
“El
Huacano”, integrante de las autodefensas michoacanas.
– El Huacano es
un miembro de las autodefensas michoacanas. Puntea y anda a
la topa de Templarios con una corta a la cintura, un tubo de guacho al
hombro y una espada en el pecho.
Traducido del español michoacano
contemporáneo, esto significa que el muchacho de 20 años de edad va por la vida
en una patrulla de reconocimiento al frente de un grupo de autodefensas y que,
con frecuencia, a él toca el primer choque con Los Caballeros Templarios que
permanecen en la región de Tierra Caliente, Michoacán.
Ahora utiliza un G3, fusil de combate
calibre 7.62 fabricado por la empresa alemana Heckler & Koch, arma no sólo
de uso exclusivo de las fuerzas armadas mexicanas, sino de cargo del Ejército.
Es raro encontrar esta arma lejos de una chaqueta verde olivo.
Se apoya con una .9 milímetros, la pistola
automática de mayor circulación en el mercado ilegal de las armas en México,
con las cachas doradas y adornadas con líneas curvas de plata.
La daga, dorada y larga, va enfundada en
el compartimento frontal de su chaleco antibalas. Es esta arma la que le hace
sonreír breve y discretamente.
“Se la quité a un templario que yo mismo
tumbé. Seguro que utilizaba este cuchillo para cortar cabezas… No es que yo
haya cortado cabezas, pero he visto videos y estos son los cuchillos que
utilizan para decapitar”, explica en un puesto de control.
El
Huacano,
apodo dado por su lugar de origen, asegura que nunca aprendió a leer ni a
escribir y que salió a matar Templarios luego del secuestro de la hija de un
empresario aguacatero de Tancítaro para el que trabajó luego de huir de los
Templarios apropiados de su pueblo, La Huacana.
Los criminales pidieron 14 millones de
pesos por la vida de la joven y determinaron un plazo para la entrega del
dinero. Al cumplirse la fecha, el hombre sólo había reunido siete millones de
pesos, pero ofreció como compensación sus huertos, sus casas y, si así lo
querían, la ropa que llevaba puesta.
Los secuestradores estuvieron de acuerdo e
instruyeron al aguacatero sobre cuándo y dónde entregar la plata. Así hizo el
hombre, pero, a cambio recibió a su hija descuartizada.
“¿A
quién no le va a molestar que maten a una mujer? Y más a una… pues a esta
chavilla tenía 14 años”, dice El Huacano.
El
Huacano es
delgado y viste una sudadera gris con capucha bajo el chaleco negro blindado y
pantalones de mezclilla azules. Tiene los ojos negros contornados por una línea
oscura que los hace parecer delineados con maquillaje, pero en realidad es lodo
formado con la humedad de sus globos y las polvaredas de los caminos de
Michoacán.
El sonido de sus palabras no contiene la
misma emoción que su significado. Adentro del niño artillado se percibe un
vacío, un pozo tan profundo que, si se pudiera arrojar una moneda ahí dentro,
jamás se le escucharía trocar el fondo.
–¿Cómo aprendió usted a usar el arma? –se
le pregunta.
–Yo veía cómo le hacían mis compañeros y
le hice igual. Después del primer enfrentamiento enseñas a agarrar tu arma,
porque si no tiras ahí quedas.
– ¿Y cuándo debió aprender a usarla?
–En
Nueva Italia. Bajamos hacia Apatzingán para librar el pueblo de Templarios,
cuando se nos atravesaron los guachos [soldados] y nos impidieron el paso. Nos
quisieron desarmar, pero dijimos a los soldados que, si no ayudaban, nos
dejaran avanzar. Así hicimos y, de repente, nos tiraron desde las azoteas,
desde los carros, desde todos pinchis lados.
Nos tiraron con la .50 y los pedazos de ladrillos nomas volaban. Eso sí
intimida, pero los Templarios no saben pelear: levantan su cuerno de chivo y,
sin ver, nomás avientan ráfaga. Yo peleé con una AR-15, pero eso no sirve. Los
cuernos de chivo son especiales pa’ el combate. Si se mojan, truenan. Si se
enlodan, truenan. Si están abajo del agua, truenan.
–¿Y esa daga?
–Pues era de un Templario.
–¿Y cómo llegó ahí?
–Pues se la recogí.
–¿Muerto?
–También
esta pistola –se lleva la mano a la cadera derecha y desenfunda la .9
milímetros. En el
–¿Qué se imagina usted que se hizo con ese
cuchillo?
–Pues con este… así como está, pues
normalmente se hacen decapitaciones. De hecho, yo, yo
nunca he cortado una
cabeza, pero he visto videos y se usan este tipo de cuchillos. Sí, iguales:
cuchillos delgados, pero bien afilados. Se lo entran aquí –ladea la cabeza y
apunta al lado de su tráquea –y, cuando está en la yugular, lo pasan de lado a
lado, y jalan.
–¿Usted se imagina en la situación de la
persona a la que hacen eso?
–Sí –sonríe de lado.
–¿Qué piensa?
–Pues ’ora sí que yo le voy a ser sincero:
yo ya he estado de los dos lados. Me han tenido así, a punto de matarme, y la
verdad sí se siente feo. Ya tiene mucho. Por eso yo me salí de mi pueblo.
La
daga que usa “El Huacano” se la quitó a un templario. Foto: Humberto Padgett,
SinEmbargo
–¿Cuánto tiempo fue usted Templario?
–No, yo jamás… ¿Qué palabra me dijo usted
de lo que sentía cuando yo miraba esos videos y de lo que sentía la persona
cuando la iban a decapitar?… Situación… Pues sí, porque en mi pueblo me
amarraron y me iban a decapitar… Y cuando empezaron en este movimiento [de las
autodefensas], con los militares, a los que agarraban en enfrentamientos, los interrogaban
y yo miraba cuando estaban amarrados y lloraban. Yo, en ratos, me ponía de su
lado, porque yo también estuve así y se siente feo.
–¿Qué dice un hombre cuando está seguro
que lo van a matar de esa manera? ¿Qué decía usted?
–Yo, la verdad, no decía nada. Yo sí
empecé a llorar. Yo tenía 16 años entonces. Nomás cerré mis ojos y me encomendé
a Dios. Fue todo lo que hice.
–¿Por qué lo agarraron para matarlo?
–Es que pues… los Templarios querían que
trabajara con ellos.
–¿Haciendo?
–Punteando
–vigilancia o halconeo. –Yo les dije que no, que
eso no era lo mío, que yo mejor no. Me levantaron policías municipales y me
llevaron a un puente grande, a las orillas de una presa. Se llevaron también a
un compañero mío. Nos amarraron con vendas, pero me solté, y solté a mi amigo.
Caminamos por el cerro, por el puro cerro. Recogí algo de ropa de mi casa y me
vine para Tancítaro. Cuando entraron los comunitarios, me les pegué. Y ahora
soy de la Fuerza Rural.
LA
MULTITUD DE GUERRAS
Mientras
Servando Gómez Martínez, La Tuta, continúa en
territorio michoacano prófugo de la justicia, los ex grupos de autodefensa se
desangran en una lucha intestina provocada por la infiltración de ex Caballeros
Templarios que han formado pequeños cárteles
locales que, como cualquier otro, extorsiona, secuestra y asesina a personas
ajenas a la actividad criminal.
Este mismo año, el 15 de enero, el
gobierno federal creó la Comisión para la Seguridad y el Desarrollo Integral
con Alfredo Castillo Cervantes al frente, quien basó su estrategia en la
creación de la Fuerza Rural y la Fuerza Ciudadana.
El plan, al cierre del año, colapsa en el
epicentro del conflicto, Apatzingán.
Una rápida revisión de lo ocurrido en
menos de 12 meses da idea de lo ocurrido en Michoacán.
Tras el envío de refuerzos de la Policía
Federal, el Ejército y la Marina, los Caballeros Templarios se replegaron, pero
algunos de sus grupos aliados permanecieron en la Tierra Caliente y encontraron
en el cambio del viento una oportunidad para resurgir, esta vez con uniforme.
El
caso que mejor ilustra este oportunismo es el de Los Viagra, grupo nacido en la comunidad de Pinzándaro,
municipio de Buenavista Tomatlán, y formado por
siete hermanos que habían puesto sus armas al servicio de cárteles como los de
Nueva Generación de Jalisco y, mucho antes, de La Empresa, organización
rebautizada como La Familia Michoacana, después como Los Caballeros Templarios
y, actualmente, como La Guardia Michoacana.
Habla
un líder de las autodefensas en la región: “Originalmente, Los Viagra fueron muy disciplinados con La Tuta. Estuvieron en La Familia Michoacana y se
hicieron Templarios. Luego se hicieron autodefensas. Han andado a salto de mata
tratando de subsistir”.
Fueron los encargados, hasta hace no mucho
tiempo, de “abrir plazas”, como en el argot policíaco-delictivo se dice al
asalto de pueblos y comunidades para implantar la extorsión y los secuestros a
favor de algún determinado grupo criminal y expulsar o asesinar a los rivales
en caso de que los hubiera.
Su
principal cabecilla es, hasta el día de hoy, Nicolás Sierra Santana, El Nico o El Gordo, quien se
declarara “enemigo número uno de La Tuta”, luego de
sostener un desencuentro con ése narcotraficante por un embarque de droga.
Actualmente,
Sierra Santana se presenta ante los medios de comunicación sin empacho,
empeñado en explicar su origen legal y que si tienen un mote pintoresco de
pandilla eso es porque a un hermano suyo le gusta erizarse el pelo con gel para
peinar, por lo que, con doble sentido, los hermanos fueron llamados Los Viagra.
Pero
es prácticamente imposible encontrar a un rural, comunitario o autodefensa
ajeno aLos Viagra que no relaciones los apellidos Sierra
Santana con los de Gómez Martínez.
Hoy, los Sierra Santana juran que no
tienen ninguna investigación abierta y se presentan como los dueños de la
simpatía del pueblo de Apatzingán y sus alrededores, pero los lugareños
platican anécdotas terribles de sangre y muerte que ejercen contra quienes
difunden sus delitos.
A
la vez, se asegura que fue con ellos con quien Alfredo Castillo Cervantes hizo
la alianza más fuerte dentro de las Fuerzas Rurales para perseguir y combatir
en los meses de abril, mayo y junio, a los integrantes de los Templarios y
aliados de La Tuta.
A
la institucionalización de los ex grupos de autodefensa, en mayo de este año,
se dotó de armamento, credenciales y sueldos a algunos de ellos y se les llamó
para conformar un grupo llamado G250, de las Fuerzas Rurales, una especie de
grupo de élite encargado únicamente de perseguir a La Tuta y sus cercanos.
Ellos han proporcionado, al menos en dos
ocasiones, el paradero de Servando Gómez, pero el capo se ha escabullido.
El
martes 23 de diciembre, Sierra Santana, quien orquestó una toma de la alcaldía
de Apatzingán ondeando la bandera de justicia por el asesinato de Hipólito Mora
Chávez, dijo ante reporteros que “nosotros sabemos que La Tuta lleva cuatro días quedándose en la misma
casa y sabemos también perfectamente donde está. Todo es cosa de querer ir por
él”.
En
la región de Apatzingán, persisten liderazgos templarios. Uno de ellos es el de
un hombre apodado El Gallito, supuesto familiar de
Nazario, por razones diferentes enemistado con La Tuta.
Y es que en la Tierra Caliente se murmura que Servando prestó el invaluable
servicio al gobierno federal de liquidar a Nazario y, para esto, se valió de un
gatillero de nombre Ponciano Saucedo, a su vez muerto por El Gallito, responsable de varias bajas sufridas por
los grupos de autodefensas durante fugaces e intensas emboscadas al estilo de
una guerra de guerrillas.
Otra
jefatura de los Templarios en Michoacán recae en Pablo Toscano, conocido como El Quinientos, más cercano a La Tuta y con influencia en la costa michoacana.
* * *
Grupos
ligados al crimen organizado en Michoacán mantienen sus disputas en Michoacán
por el territorio. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo
Hasta
hace pocos meses, Luis Antonio Torres, mejor conocido como Simón, El Americano, tenía una alianza importante con Los Viagra, pero hubo una disputa por el control de las
regiones y El Americano se replegó a la
cabecera municipal de Buenavista Tomatlán, desde donde opera con el apoyo del
Alcalde priista Luis Torres Chávez.
Tras
la toma del Palacio Municipal de Apatzingán, Los Viagra han
dejado saber que quieren al Americano preso
o muerto.
En
tanto, El Americano ha compuesto un pequeño, pero fuerte
y aguerrido grupo conocido como los H-3, integrado con habitantes de La Ruana,
de donde es originario, de Buenavista y de otros pueblos alrededor de
Apatzingán para combatir a Los Viagra, a Los
Templarios y a Hipólito Mora, de quien se dice le estorba para instalar
“cocinas” de droga.
Los H-3 son a su vez, leales a Estanislao
Beltrán, hasta hoy comandante de la Fuerza Rural de Apatzingán, y al Comandante
Cinco, quien mantiene el control en el municipio de Parácuaro.
El
nombre les viene de la forma de identificarse de Los Templarios, cuando el
movimiento de los grupos de autodefensa vivía su punto más álgido, en los
primeros meses de 2013, según explicó Estanislao Beltrán, mejor conocido como Papá Pitufo, hombre cercanísimo a Castillo.
“Así les pusimos a las camionetas: H-1,
H-2, H-3… dependiendo de quien las manejaba, para identificarnos y no tirarnos
entre nosotros”, explica ahora el hombre de barba larga y blanca.
Al
igual que Los Viagra, Los H-3, están armados
hasta los dientes y no es raro verlos a bordo de camionetas Lincoln, Ram
Charger y de autos de lujo en Apatzingán y Uruapan.
Hay
quien asegura que Luis Antonio Torres, El Americano, está
emparentado de alguna forma con Miguel Ángel Gallegos Godoy, El Migueladas.
El
Migueladas es
sujeto de una investigación del gobierno federal por crimen organizado y de él
se dice que es el verdadero jefe de Los Caballeros Templarios, aún por encima
de Servando Gómez, La Tuta, y del
fallecido Nazario Moreno, El Más Loco.
El
Migueladas vive
atrincherado en Zicuirán, un pequeño pueblo del municipio de La Huacana,
ubicado a los pies de la presa Infiernillo y apenas habitado por 12 mil
personas.
Nadie
entra o sale de esa localidad decretada reserva de la biósfera en 2007, sin
permiso y conocimiento de Gallegos Godoy, quien domina desde este enclave los
municipios deArteaga, Churumuco, La Huacana y Tumbiscatío, principalmente.
También posee injerencia sobre Los Viagra y
los H-3, a quienes dota de armamento, dinero y vehículos.
El
Migueladas es
identificado en informes de inteligencia militar como líder de la célula “Los
Gallegos”, aliados de Nemesio Oseguera Cervantes, líder del Cartel Nueva
Generación de Jalisco, quienes, a su vez, estarían subordinados al Cártel de
Sinaloa, según una geografía del narco aunque, en otra clasificación,
provendrían del liderazgo de Ignacio Coronel, abatido en Guadalajara durante el
gobierno de Felipe Calderón.
Se
dice que el propio José Manuel Mireles rompió lanzas con El Migueladas por asuntos de amoríos y fue así que
el médico se unió al movimiento de autodefensas, en febrero del 2013.
A la fecha, miembros de cárteles,
minicárteles y microcárteles en la Tierra Caliente de Michoacán han obtenido
credenciales de las Fuerzas Rurales y de las Fuerzas Ciudadanas. Algunos han
declarado estar dispuesto a dar un nuevo baño de sangre al estado si las
autoridades insisten en desarmarlos.
Más allá de los fusiles AR-15 entregados
por el gobierno estatal a los ex integrantes de las autodefensas para
institucionalizarlos y convertirlos en Fuerza Rural, es evidente que los grupos
cuentan con armamento de alto poder y que no dudarán en utilizarlo contra sus
enemigos al margen de lo dicho por el comisionado Castillo.
Todo el mundo criminal quiere un pedazo de
Michoacán, advertía José Manuel Mireles desde antes de su encarcelamiento,
cuando aseguraba que integrantes de Los Zetas, del Golfo y de Sinaloa
pretendían reintroducirse al estado y ya iniciaban la extorsión de agricultores
y ganaderos.
“Somos
un muy buen pastel para ellos, sobre todo ahora que ya
no pagamos cuotas a Los Caballeros Templarios ven como un buen negocio”, dijo
en alguna de las últimas asambleas de las autodefensas a las que asistió.
Hasta el cierre de año, Mireles, el líder
social surgido de las autodefensas más opuesto al comisionado Castillo, sigue
preso en una cárcel federal. La prisión del doctor Mireles ha sido cuestionada
por analistas y políticos de izquierda y ofrecida como evidencia de la poca
capacidad política del enviado del Presidente, a quien en lo local se tiene por
la oposición al Partido Revolucionario Institucional (PRI) e incluso por
algunos priistas como un hombre que acuerda señalando la dirección de la
cárcel.
“Es un Virrey que negocia con el Cártel
Jalisco Nueva Generación”, ha dicho de Castillo el depuesto Alcalde de
Tepalcatepec, Guillermo Valencia.
* * *
Otro grupo menor, pero no menos arrojado,
peligroso y armado, es el de los Farías quienes han sentado sus reales en el
municipio de Tepalcatepec, de donde expulsaron por la fuerza al Alcalde
Guillermo Valencia Reyes.
A
los ojos de los grupos de la región, en Tepalcatepec, la tierra natal de
Mireles, es uno de los grupos más estables, ordenados y unidos que siguen las
reglas que dicta Misael González Cisneros, conocido como el Comandante Tilín, quien desde el principio se
disciplinó y entendió que la división significaría dejar la puerta abierta para
su anulación.
Los
miembros de la Fuerza Rural de Tepalcatepec se caracterizan por ser un grupo
compacto, pero poco solidario con sus pares de Buenavista y
Apatzingán que les ha servido para transitar con discreción, pero eficazmente
en la disputa del territorio de los cárteles por la ruta de la droga.
Aquí,
los Farías son hegemónicos y mantienen una distancia respetuosa mientras se les deje trabajar, comenta un taxista
dueño del pulso exacto de la región.
“Como
es en Tepalcatepec, así era antes en todos lados. Todos eran amigos y no había
matazones como ahora. No supimos ni a qué horas comenzó a descomponerse esto”,
cuenta. “Antes había honor y se respetaban los acuerdos y a los viejos capos.
Era una especie de consejo que ayudaba a la gente, ponían justicia y no aterrorizaban a nadie”.
Hasta noviembre, el gobierno federal
presumió, con base en sus propias cifras, un marcado descenso de la inseguridad
en el estado. Al cierre de ese mes, reportó 59 homicidios dolosos contra 91
registrados en enero de 2014. Sostuvo que mientras en enero se denunciaron 17
secuestros, el mes pasado el ministerio público conoció sólo tres casos. Y
mientras la autoridad conoció 38 casos de extorsión al inicio del año, al final
se recibió una queja.
“Es difícil creer en estas cifras cuando
tienes amigos y socios que te cuentan cómo, ahora en calidad de autodefensas o
guardias rurales, los mismos que antes eran Templarios te piden dinero a cambio
de seguridad”, explica un empresario aguacatero de Tancítaro.
“Antes pagábamos mil pesos por cada
hectárea de huerta. Hoy damos al gobierno 900 pesos por cada hectárea y, a
cambio de esto, se integró una policía confiable y bien entrenada. Es la misma
gata, pero revolcada”, sostiene.
Hoy, la Tierra caliente de Michoacán,
integrada por al menos 11 municipios, está nuevamente a punto del abismo, con
un Comisionado federal instalado en el estado desde hace casi un año pero, pero
más preocupado por su imagen pública en los medios nacionales.
Y La Tuta sigue libre y no sólo impune, sino con
parte del control político gracias a las videograbaciones que realizó durante
sus reuniones con diputados, alcaldes, empresarios, periodistas… Esos encuentros
y esos videos también han definido el año que termina en Michoacán.
En
menos de un año y luego del enfrentamiento entre los grupos del Americano e Hipólito Mora, que resultó en 11
muertes, el gobierno federal optó por disolver las Fuerzas Rurales promovidas y
armadas por el propio Castillo en Apatzingán, Las Ruana y La Mira, donde la
Tierra Caliente tiene hasta al aire que arde.
“Hay grupos de interés disfrazados de
autodefensas que pelean el control de Apatzingán y otros grupos que se
disputan, además, el liderazgo de su región para intentar establecer
laboratorios de estupefacientes o el control del manejo de minerales”, dijo Castillo
a propósito de los hombres con quienes él mismo se fotografió dándose la mano.
LA FOSA
APATZINGÁN
Fue
con personajes como Nazario Moreno, alias “El Más Loco”, que inició la
violencia contra la población no involucrada.
Francisco Valle Morales recuerda cómo el
camposanto se ha ensanchado durante los últimos años. Francisco sabe de la
muerte en Tierra Caliente. Ha perdido familiares y amigos cercanos y es vocero
del Consejo Ciudadano de Apatzingán, un órgano interlocutor con las autoridades
estatales y federales y los grupos de autodefensas ante la prácticamente nula
relevancia de las autoridades municipales, relegadas a la prestación de
servicios públicos.
En la compleja geografía de grupos
armados, civiles o no, legales o no, con fines criminales o no, Valle Morales
es un hombre cercano al sacerdote Gregorio López, uno de los pocos
protagonistas no señalados de padecer cercanía con el crimen ni intereses
políticos.
Entre otras cosas, el Consejo Ciudadano de
Apatzingán ha intentado revisar, medir y entender los años del control del
crimen organizado.
“Calculamos alrededor de 300 personas
desaparecidas sólo en el municipio de Apatzingán. Apenas estamos reuniendo la
información y buscamos a familias para que, aún varios meses después de la
ausencia de su ser querido, se animen a denunciar”, anota Valle Morales en
entrevista.
“Hemos tenido casos tan álgidos como el de
hace cuatro, cinco meses en que se rescató de una fosa a una familia completa,
en que el menor de los asesinados era de meses de edad y el mayor un anciano.
Hay muchos casos de hijos de entre 18 a 30 años, en promedio”.
–¿Cómo desaparecieron? –se le pregunta.
–En algunos casos tuvieron nexos con los
Caballeros Templarios o fueron citados por ellos para hacer alguna aclaración.
Hemos hecho búsquedas con la Procuraduría del estado y hemos pedido apoyo a la
Procuraduría General de la República (PGR), pero ahora está todo parado. Es muy
lamentable tener que buscar todo el tiempo alternativas las familias de los
desaparecidos. Apatzingán es el centro del conflicto michoacano.
“Aquí hay o hubo varias oficinas de los
Templarios y centro de ejecución de justicia expedita. Un sitio de ejecución
fue el sitio al que conocemos como El Cerro, en el área de Guanajuatillo.
También están algunos bares que se funcionaron como centros operativos a donde
te citaban y ahí mismo se resolvían asuntos de supuesto tipo penal o civil. Ahí
se podía resolver, por ejemplo, algún diferendo entre particulares por una
propiedad”.
–¿En bares?
–El
más emblemático fue El Carambas, apenas decomisado. En este lugar, El Pantera[Francisco Galeana Núñez], lugarteniente de
Nazario, convocaba a reuniones en que hacía las veces de juez y de Ministerio
Público y determinaba la culpabilidad o no de las personas.
–¿Aproximadamente durante cuánto tiempo
funcionó este sistema de justicia alterna?
–Diez años. El crimen organizado empezó a
sembrar sus frutos en Apatzingán de una manera brutal hace 16 años. Hay que
recordar que las primeras incursiones del crimen organizado tuvieron respuesta
de los Caballeros Templarios que tuvieron un papel similar al que ahora tienen
algunos grupos de autodefensas. Finalmente tomaron control de las policías.
–Tras
la muerte del Pantera y de Nazario, ¿se
arreglaron las cosas?
–Son menos violentas. Aquí hay que
diferenciar al crimen organizado del simple narcotráfico. El negocio de las
drogas en la región es antiguo, pero antes quienes se dedicaban a eso sólo
sembraban y contrabandeaban. Fue con personajes como Nazario que inició la
violencia contra la población no involucrada.
–¿Qué pasó después de la muerte y las
detenciones de Nazario, Enrique Plancarte y demás?
–Disminuyó
la violencia, la brutalidad, y distingo en las muertes que persisten razones de
reordenamiento y que todos quieren ser la cabeza. La Tuta sigue libre, pero Apatzingán nunca fue de
su interés. Él lo dijo varias veces: “Yo ni muerto voy a Apatzingán”. La Tuta ha dicho que a él le interesa más la
cuestión de la droga. El más sangriento fue Nazario Moreno. Autonombrarse El Más Loco fue un síntoma inequívoco de que las
cosas iban mal.
* * *
Continúa Valle Morales, vocero del Consejo
Ciudadano de Apatzingán:
“Reconocemos y siempre hemos dicho, las
fuerzas rurales en particular están infiltradas. Lo que siempre manejó Castillo
fue que los ocuparon, porque ellos conocían el área, pero ahora parece excesivo
y equivocado haber utilizado a 200 o 300 personas.
“Los empoderaron, los armaron y les dieron
facultades legales. Al poco tiempo vivimos allanamientos de morada, sustracción
de mujeres, despojo de propiedades. Hoy estamos apostando a la Federación, en
particular a la Policía Federal, aun con sus errores y defectos, porque ellos
vivieron en carne propia abatimientos brutales”.
–¿Cómo lo ha hecho el Comisionado
Castillo? –se le pregunta.
–Uno de sus pocos aciertos fue la
coordinación entre instancias de seguridad que antes no se coordinaban:
Procuraduría, Policía Federal, ejército y demás. Ha hecho equipo y no depende
de una persona o grupo en particular.
–¿Y los desaciertos?
–Uno
es que no se sentó desde el primer momento con gente que estuvimos o estuvieron
involucrados directamente en la seguridad y hacerlo con otros grupos, como el
de Los Viagra. Se redujo la violencia y ha ido a la baja
el pretexto del crimen organizado para mandar asesinar hasta rivales de amores.
Por 4 mil pesos se mandaba a matar a alguien. A los sicarios nomás les faltó
salir anunciados en el periódico.
–Y de las 300 personas presuntamente
desaparecidas, ¿existe alguna estimación más o menos congruente de en cuántos
casos pudo haber participado alguna autoridad?
–En Apatzingán creemos que, por lo menos,
en el 50 por ciento de los casos participó la Policía Municipal. Los policías
municipales fueron simples empleados de los Caballeros Templarios.
Por
varias partes del cementerio de Apatzingán, albañiles van y vienen con
materiales de lujo para recubrir y pintar tumbas.
Hace dos o tres años, la angosta carretera
que pasa por el cementerio municipal de la capital de la Tierra Caliente
resultó insuficiente. Cada día, esta ciudad de no más de 120 mil habitantes,
asistía al cortejo fúnebre de alguno de sus hombres o mujeres jóvenes muerto en
la víspera.
Aquí
gobernó Nazario Moreno, El Chayo o El Más Loco, el sanguinario líder del cártel que hizo
de su organización criminal un movimiento sincrético de narcotráfico,
extorsión, política, protestantismo evangélico
El
asesinato se ha convertido en una forma rutinaria de morir y las pompas
fúnebres exigidas en Apatzingán son la procesión a pie de los dolientes con una
banda de viento detrás tocando algún narcocorrido hasta una discreta tumba o un
mausoleo con parrilla para asar carnes y aire acondicionado. Aquí, en la
capital de los Caballeros Templarios de Michoacán, hay quien supone que el
infierno se enfría con un minisplit.
Por eso se construyó el tercer carril
adyacente al de ida hacia el camposanto, para que sólo fueran a vuelta de rueda
las Navigator, las Gran Cherokee, las Hummer, las Lobo o las Escalade
participantes en la procesión. Todo terminaba y termina con las canciones
preferidas del muerto y un chorro de whisky Buchanan’s sobre la tierra aún
floja.
–Hace unos días –dice un enterrador– la
banda que le cantó al primero de los dos hermanos [apellidados Serafín]
descabezados en Uruapan estuvo dos horas tocándole las meras buenas– subraya
con gesto de satisfacción por el derroche de tiempo. –Todo el rato estuvo el
grupo cantando en el crematorio, mientras lo incineraban.
–No lo incineraron –interviene el
administrador del cementerio, Víctor Hugo Gómez, un hombre joven con camisa
crema de lino, modales educados y acento ajeno al de uso popular en la zona.
–El crematorio está fuera de servicio. Hemos tenido… Hemos tenido mucho trabajo
últimamente y el incinerador está en mantenimiento por el desgaste de los
empaques del horno.
–¿Y qué hace la familia del muerto en
estos casos, es decir, qué hace sólo con la cabeza?
–Bien. Nosotros ofrecemos una tarifa de
cremación de 2 mil 950 pesos por un cuerpo completo. En el caso de… de miembros
amputados es de 584 pesos. Aunque, como el crematorio está fuera de servicio,
en casos como este las personas suelen enterrar sólo la cabeza en un ataúd
completo.
Por varias partes del cementerio,
albañiles van y vienen con materiales de lujo para recubrir y pintar tumbas que
ocupan 16 lotes regulares.
–Esas están más chingonas que mi casa
–comenta un hombre de las autodefensas levantadas contra los Caballeros
Templarios en referencia a dos construcciones, una de color rojo quemado con
cúpula, pilares romanos y un ángel custodiando la fachada frente a otra de
paredes verde limón. –Parece el muestrario de la Comex –dice con tono ácido.
–En Apatzingán, cada estrella que perdían los hoteles, la ganaba el cementerio.
–¿Se les está cargando nuevamente la
cantidad de trabajo?
–Mire alrededor: otra vez tienen mucha
chamba los albañiles.
–¿Y aquí están enterrados personas de
todos los equipos?
–¡Seguro! Por ahí está la tumba de un
cabrón que mató al de la tumba de al lado –tercia el sepulturero. – ¡Mire! –y
camina con pasos rápidos y cortos entre los andadores de cruces con sus botas
obreras manchadas con el cemento de quién sabe cuántas sepulturas de sicarios.
– ¡Mire! –asoma su cabeza de tuza entre los barrotes de una obra de color
amarillo chillante y clava la vista en el dibujo de líneas negras de un hombre
con cejas gruesas y bigote y barba bien recortados al que, con intención de
perspectiva, le hicieron un ojo más pequeño que el otro, pero con las pupilas
iguales y sin darle fuga a ese lado de la cara, así que luce un tanto cubista.
– ¿Ya vio quién es? –se emociona el enterrador.
–¿Javier Solís? –se le responde en alusión
al cantante de música ranchera por aquello del bigotito delgado, pero el
enterrador hace una cara de extrañamiento.
–
¿Hay que echarli muchis ganas a
la imaginación? –interviene con su natural acidez el autodefensa y propensión a
declinar las palabras hacia la i, característica de
la acentuación regional.
–¿Jesús Malverde? –el administrador se
aproxima al referirse al bandolero de culto religioso por algunos
narcotraficantes de Sinaloa.
–¡No!
¡Es San Nazario!
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