Hasta el viernes 16, el comisionado Alfredo Castillo Cervantes no había dado una explicación convincente sobre la balacera de la madrugada del martes 6, en la que hubo por lo menos 13 bajas. Fue una verdadera masacre, comentan al corresponsal decenas de lugareños que observaron la refriega desde los comercios aledaños a la plaza municipal.
APATZINGAN,MICH.- 18/Ene/2015 (Proceso) Todo fue “montado por el gobierno federal porque odia Apatzingán”, insisten, pues ese día los uniformados se llevaron a todos los que pudieron. Es mentira que haya habido un “enfrentamiento” o que las muertes se deban al fuego cruzado, como sostiene el comisionado; tampoco, dicen, se trató de una emboscada a policías federales.
Carlos Vázquez, quien formó parte tanto de la Fuerza Rural como de los autodefensas e incluso participó en el operativo del G250 –el grupo que se organizó el 15 mayo de 2014 para buscar a La Tuta y sus sicarios en 81 municipios de la entidad–, comenta al reportero:
“Nunca se mató a tanta gente en un solo día como la madrugada del martes 6 en Apatzingán; nunca hubo un camión con sicarios –como dice Castillo–. Eran camionetas en las que los pobladores iban siguiendo a los federales para que soltaran a la gente. En los últimos dos años, ¿cuándo han escuchado que los comunitarios le disparamos al gobierno?
“Cuando íbamos por Los Templarios usábamos de 30 a 60 camionetas; no 15, como dice el gobierno en el caso de Apatzingán. Ellos afirman ahora que eran 60 y nos matan a la gente.
“No queremos problemas con el gobierno. Siempre hemos estado a su lado, pese a que nos levantamos en armas. Si lo hicimos fue porque él no estaba con nosotros. Con Mireles limpiamos 87 pueblos, cosa que no hizo el gobierno.”
Se queja también de la falta de decisiones de las autoridades federales porque, asegura, sólo han usado a sus compañeros para justificar la situación, maquillando cifras; tampoco atacan a Los Templarios, aun cuando el comisionado Castillo sabe dónde está La Tuta.
Pero la culpa no es de los uniformados, puntualiza, sino de los altos mandos, pues ellos son quienes dan las órdenes. Y se pregunta: ¿dónde estaba el principal encargado de la seguridad en Michoacán ese martes 6? No en Apatzingán, por supuesto, sino en la Ciudad de México. De ahí que hayan muerto 13 personas, todas ellas del bando de “los malos”, según las autoridades.
E insiste: “¿Quién estuvo a cargo del operativo: el gobierno del estado, el Ejército o la Policía Federal?… No puedo olvidar ese martes 6 de enero; me duele porque después de los reportes comenzaron a disparar. ¿A qué hora dialogaron? ¿No se fijaron que había niños, mujeres, ancianos? No, ellos sólo gritaban: ‘Maten a esos perros’; ‘ríndanse, perros’.
“Vimos cuando los uniformados agarraron a uno y le dijeron: ‘Ya te llevó tu puta madre’, y lo mataron. Fue frente a Telégrafos. Yo vi cuando se rindió, no me lo contaron. Decidí huir.”
Días de tensión
La toma de Apatzingán se hizo el 22 de diciembre último. Si se observan las grabaciones de las cámaras del Centro de Comunicación, Cómputo, Control y Comando se verán las patrullas de la federal que resguardaban el lugar, comenta el entrevistado. Y se pregunta: ¿No sabían que estábamos desarmados? ¿No lo vieron?
Según él pasaron más de dos semanas y ni el Ejército, ni los policías federales ni el alcalde Alejandro Villanueva del Río les pidieron desalojar el pueblo. Al final se violentó la autonomía de Apatzingán, pero el comisionado Castillo no dice nada de eso.
Cualquier policía sabe que cuando hay un operativo para desalojar a gente armada no debe llegar disparando; primero debe negociar con sus interlocutores. Pero en Apatzingán nadie se apegó al protocolo de seguridad, subraya Vázquez.
Muchos de los ocupantes éramos autodefensas, algunos habían participado en el G250. Y como la mayoría sabíamos que el gobierno nos quería desarmar, se fueron al jardín para demostrar que no estaban armados.
“Los habitantes comenzaron a solidarizarse, a pedir bajar costos de luz, del agua; hasta unos maestros del Instituto Politécnico Nacional llegaron a apoyarnos. No representábamos ningún peligro. ¿Por qué nos masacraron?”, reitera el entrevistado.
–El comisionado Castillo dice que había Viagras.
–Sí. Hablan de los hermanos Sierra Santana… Nicolás, su presunto jefe, incluso dio entrevistas. Se alzaba la camisa para mostrar que no portaba armas.
“Que el gobierno no se haga pendejo. Hay fotos con Nicolás Sierra Santana, El Americano, Papá Pitufo, Hipólito Mora, Fructuoso, de Aguililla, con Castillo. ¿Por qué no lo detenían (a Nicolás) en las reuniones donde tomaban café y refrescos. Hay videos también, ¿por qué ahora lo quieren distorsionar?”
Y sentencia: “Que pague quien tenga que pagar”.
Respecto a la Policía Federal, “no la queremos en el estado”. Dice que el ayuntamiento de Apatzingán, a través del Departamento Jurídico, instaló una mesa para recibir denuncias que atiende el abogado José Trinidad Sapién.
Y empezó la balacera
Eran alrededor de las 2:30 de la madrugada del martes 6. Frente al ayuntamiento los comerciantes vendían mercancías y juguetes cuando comenzó la balacera. Blanca, de 28 años, corrió a refugiarse a la juguetería Novedades Jaqueline; su tío José Matías, de 62 años y propietario de un puesto de tacos frente a la alcaldía, también buscó protección.
Al final, José Matías y su hijo Rodolfo Matías, de 21, así como Gustavo Enrique Barón, de 49, y otras 40 personas fueron detenidas.
“De los 13 muertos ninguno estaba armado, como muestran los videos. Fue un asesinato vil. Los que cayeron en Avenida Constitución no estaban armados, fueron acribillados por los federales”, sostiene Vázquez.
Una mujer comenta al corresponsal que los federales entraron a la tienda Novedades Jaqueline y sacaron a puros hombres y se los llevaron a la catedral. Ahí los tiraron al piso a patadas, les amarraron las manos y les colocaron cinta canela en los ojos.
Luego se los llevaron a Morelia y de ahí al penal de Tepic, acusados de asociación delictuosa y uso de armas de fuego. “Es una injusticia –dice la entrevistada–. Ese señor Castillo sólo vino a masacrar al pueblo”.
Los vecinos de Constitución de 1814 esquina con Plutarco Elías Calles relatan que alrededor de las 7 de la mañana del martes 6 escucharon ráfagas y gritos de “¡No disparen!, ¡No disparen!”, y el corredero de gente.
“Nosotros nos metimos debajo de la cama, pero se nos hizo eterno, señor. Horas y horas de balaceras”, cuenta uno de ellos. “Cuando salimos a la calle ya estaban los muertitos”.
Un trabajador de un taller mecánico relata que al filo de las 7:30 de la mañana llegaron los federales. La gente corrió hacia los negocios que estaban abiertos; todo era confusión. Detrás de los uniformados iba genta con garrotes y golpearon una patrulla, mientras le decían a la gente que no corriera. Entonces comenzaron los disparos.
Uno de los integrantes de la Fuerza Rural de La Ruana comenta al corresponsal que escuchó las llamadas de auxilio por las radios, pero como no pueden abandonar la localidad, nada pudieron hacer.
El jueves 15 el juez quinto de distrito Jorge Armando Wong, con sede en Uruapan, ordenó liberar a 43 de los 44 detenidos por su presunta participación en la balacera de martes 6 por falta de pruebas, lo que constituye un revés más a la Procuraduría General de la República.
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