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miércoles, 6 de julio de 2016

"APOGEO de PARAMILITARISMO y CRIMEN ORGANIZADO en MEXICO"...los "armados" la siguen "armando"


A los grupos armados de la delincuencia organizada se les considera paramilitares porque operan de manera organizada, con cierta disciplina que les permite movilizarse usando información de inteligencia para evitar al máximo el contacto con fuerzas del Estado. Utilizan conocimientos tácticos para su desempeño como la propaganda. Su poder corruptor tiene a los poderes locales, municipales y estatales, subordinados a sus decisiones en amplias regiones del país. Como ocurre en el “Triángulo Dorado” al norte o la Tierra Caliente en el sur. Su presencia y crecimiento se ha dado a expensas del despliegue de militares en labores contra el narco desde el sexenio de Vicente Fox pasando por el de Felipe Calderón y consolidado con Enrique Peña Nieto. Los Zetas, el grupo paramilitar más representativo, quedó señalado en un informe internacional como responsable de crímenes de lesa humanidad.

Sitiaron tres comunidades por más de 12 horas sin que nadie los molestara. 

Sucedió la noche del domingo 19 de junio en Ajuchitlán del Progreso, en la Tierra Caliente de Guerrero. Era un grupo armado integrado por una treintena de individuos quienes, según habitantes, llegaron en varios vehículos a los poblados de San Cristóbal, San Gabriel y San Marcos. Ahí se llevaron secuestradas a 8 personas y asesinaron a una más.

Soldados y policías estatales tardaron más de 12 horas en llegar a estas comunidades, contiguas también al municipio de San Miguel Totolapan, una zona que durante el presente año ha tenido episodios continuos de irrupción de grupos armados. Algunos ya han sido identificados por las autoridades como el caso de “los Tequileros”, conocidos por sus videos en You Tube donde aparecen emborrachando a candidatos de diferentes partidos mientras los hacen aceptar ante la cámara que no los molestarán en sus actividades ilícitas. Tanto en éste como en otros casos en la Tierra Caliente, los individuos operan a la fecha de manera impune.

Pese a los operativos federales de los últimos años, las denuncias ciudadanas contra las fuerzas federales no solo han sido por la tardanza en las llamadas de auxilio, sino por una sospechosa actitud de “dejar hacer” a los grupos de delincuencia organizada que operan en esta zona del Río Balsas y controlan los pasos hacia la sierra de Filo Mayor.

Los reportes oficiales citados por la prensa local refieren que la “incursión armada” inició en el poblado de San Cristóbal, localizado muy cerca de Ajuchitlán, entrada la noche del domingo. Ahí se llevaron por la fuerza a cuatro hombres y mataron a uno. Después en San Gabriel, se llevaron a cuatro, mientras los pobladores aseguraban que fueron 10 los plagiados, las autoridades hablaron de ocho.

La presencia del grupo armado ocasionó que algunos habitantes de estas comunidades dejaran sus hogares para refugiarse en la cabecera municipal. Al paso de los días cinco fueron liberados, el pasado 1 de julio el Grupo de Coordinación Guerrero informó que tres más estaban ya en libertad. Lo que no se dio a conocer de manera oficial fue si hubo personas detenidas por estos hechos.

Una situación parecida pero en circunstancias muy diferentes sucedió el sábado 11 de junio en la sierra de Badiraguato, Sinaloa, cuando un comando armado irrumpió en las comunidades de La Tuna, La Palma y Huixiopa, lo que provocó que más de 300 familias abandonaran la zona para refugiarse en la cabecera municipal y algunas más en Culiacán.

Este fue un episodio más de la disputa entre los clanes del narco Beltrán Leyva y Guzmán Loera que dejó varios muertos, y que sirvió para ilustrar la manera en como los grupos armados controlan la región serrana que une Sinaloa con Durango y Chihuahua.

La “columna Pedro J. Méndez”, un grupo armado que apareció hace un par de años en el municipio de Hidalgo, Tamaulipas, se ha “impuesto” como tarea “limpiar de zetas” esa zona sur del estado. Mientras en los caminos de la frontera que van de Matamoros a Nuevo Laredo y pasan por Reynosa, los grupos armados antes bajo el paraguas del Cartel del Golfo, ahora son dos bandos confrontados, “los Ciclones” de Matamoros y “los Metros” de Reynosa. Ambos se disputan la hegemonía y tienen amedrentada a la ciudadanía, con poblaciones abandonadas en municipios como Miguel Alemán, Lerdo y Río Braco.

Vasos comunicantes

¿Qué tienen en común los grupos que operan en Guerrero, Sinaloa, Tamaulipas y en otros estados como Veracruz o Coahuila? En que en algunos casos con mayor grado de efectividad en sus operaciones, son organizaciones paramilitares que controlan amplios territorios en la geografía nacional.

El fenómeno paramilitar por tercer sexenio consecutivo no ha dejado de crecer. Militares de diferente rango consultados al respecto, coinciden en señalar que el fenómeno “ahora mismo” es un riesgo para la seguridad interior del país. En virtud de lo que ha sucedido en entidades como Michoacán, donde grupos armados se les “legalizó” como fuerza rural, sin que desparecieran del todo nexos en algunos casos con las organizaciones criminales. O en Tamaulipas, donde siguen operando desertores de élite del ejército que han puesto en apuros a las fuerzas federales en varias ocasiones, no solo por su preparación, sino por el nivel de recursos que emplean y el control territorial en la zona.

La presencia de grupos armados es algo que se empieza a replicar cada vez con más fuerza en todo el país, dice una de estas fuentes militares consultadas. “Estamos a un paso de zonas y regiones geográficas del país controladas por grupos paramilitares como existe en Colombia”.

“Son paramilitares porque actúan en forma organizada, con cierta disciplina que les permite movilizarse evitando el contacto con fuerzas del Estado, sin entrar en confrontación aunque cuenten con los medios para sostener un enfrentamiento armado limitado”.

“En este caso (el de Guerrero) como en el de Sinaloa, los mandos castrenses no actúan con iniciativa, no es por complicidad sino por temor ante una falta de un marco legal que les permite la toma de decisiones sin riesgos. Esta inacción por parte del ejército traerá como consecuencia el crecimiento y organización de estos grupos ante la política de “dejar pasar, dejar hacer” por parte del Estado que se encuentra rebasado ante los muchos frentes de conflicto abiertos en su contra en los ámbitos políticos, económicas y sobre todo en lo social”, señalan.

En el origen

En el año 2000, al finalizar la era del PRI y abrir la alternancia en la presidencia de la república, el fin del viejo régimen tuvo efectos profundos en la violencia relacionada con el narcotráfico en México. Un cambio en las operaciones antidrogas provocó que la corrupción que generan las ganancias del negocio, arropara el surgimiento del primer grupo paramilitar formado exclusivamente como brazo armado de un cartel del narcotráfico.

“Las organizaciones criminales se adaptaron a un Estado ahora políticamente fragmentado, en el que los gobiernos a nivel federal y estatal eran controlados por diferentes partidos políticos. Los carteles en sí se volvieron más descentralizados y los actores estatales de nivel medio se convirtieron de nuevo en interlocutores valiosos”, dice el informe “Atrocidades innegables. Confrontando crímenes de lesa humanidad en México”, de la organización no gubernamental Open Society, presentado hace unas semanas.

El documento rescata el contexto en que se dio el surgimiento del paramilitarismo al servicio del crimen organizado y las condiciones que lo empoderaron hasta convertir al más representativo de ellos, los Zetas, en autores de crímenes de lesa humanidad.

“El asesinato o la captura de líderes del crimen organizado también aceleró la división de carteles grandes. Con la fragmentación de los carteles, se incrementó la competencia entre ellos. Esto ocasionó la elevación de la violencia intercartel y una nueva iniciativa por parte de muchos carteles de arremeter más agresivamente contra el Estado. Después del año 2000, se incrementaron en rutina tácticas nunca antes vistas, entre ellas, la formación de unidades paramilitares que atacaban policías, ejecutaban a rivales y participaban en una gran cantidad de secuestros”.

El paramilitarismo del narco se consolidó en Tamaulipas y Michoacán durante el sexenio de Vicente Fox, cuando al frente de la Procuraduría General de la República estaba el general Rafael Macedo de la Concha, quien “militarizó” a la dependencia en los años en que la persecución y castigo del delito comenzó a centrarse en cabecillas de organizaciones cuya fragmentación provocaría el nacimiento de bandas armadas independientes con una visión más amplia del delito y una perspectiva diferentes en los procedimientos de operar en sus terrenos.

La “escuela” de los Zetas, testaferros con preparación militar al servicio del narco, se reprodujo bajo otros esquemas pero en similitud de objetivos, con otras organizaciones que reclutaron oficiales con entrenamiento en diferentes disciplinas castrenses.

El informe señala que la militarización de la policía del orden civil comenzó en la segunda mitad del mandato de Fox. Y se aceleró con Felipe Calderón cuando en el año 2009, las “unidades auxiliares” que incorporó su antecesor fueron la base para crear una nueva fuerza de la Policía Federal.

Estos dos sexenios quedaron marcados por la suma de efectivos que desertaron en 12 años de administraciones panistas, los cuales podrían compararse en cantidad a los más de 250 mil efectivos con que contaba el ejército en el año 2012. En solicitudes de acceso a la información sobre el número de desertores que se han pasado a las filas de la delincuencia, la secretaría de la Defensa ha respondido que es un dato con el que no cuenta.

El número de paramilitares de origen en las fuerzas armadas al servicio del crimen organizado, continuará entonces quizá por varios años, como un dato sin aclarar.

Fuente.- Juan Veledíaz
@velediaz424



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