México ha abierto la puerta a un vendaval justo cuando se disponía a asombrar al mundo con el fin de 76 años de monopolio
estatal del petróleo, el mundo le ha sorprendido con una vertiginosa caída del
precio del crudo.
Madrid,18/Ene/2015 El impacto ha sido fulminante. La salida a concurso de los
primeros yacimientos, la denominada Ronda 1, cuidada al extremo por el Gobierno
federal, consciente de que era la más importante apuesta económica de México en
décadas, se ha topado con un escenario yermo, marcado por un barril WTI (West
Texas Intermediate, de referencia para América) a unos 45 dólares, cuando seis
meses antes, en pleno debate de la reforma energética, alcanzaba los 100.
Las
consecuencias de este salto al abismo no se han hecho esperar. El peso se ha
depreciado, la Bolsa se ha desinflado y el desánimo surgido a remolque de
espantos como la tragedia de Iguala ha tomado cuerpo económico. Un viento
gélido empieza a colarse por todas partes.
Pemex, la petrolera pública, ha
iniciado, como BP o Shell, un recorte de los servicios contratados, y el
secretario de Hacienda, Luis Videgaray, ha reconocido la posibilidad de un
tijeretazo en el gasto público. Pero más allá de los ajustes internos, el
hundimiento del crudo ha sacado del armario el fantasma más temido por el
Ejecutivo: el posible fracaso de las licitaciones petroleras, la joya de la
corona de la era Peña Nieto y a la que el presidente ha ligado su futuro.
En una economía aquejada de anemia crónica,
con un crecimiento medio del PIB del 2,4% desde 1981, la reforma energética se
justificó como el gran catalizador económico. No se trataba solo de atraer
capital, sino de aumentar una producción declinante (de 3,3 millones de
barriles diarios a 2,5 millones en diez años) y de incorporar una tecnología
que la obsoleta Pemex era incapaz de aportar. Todo ello con el objetivo de
revitalizar las arcas públicas; que deben el 30% de sus ingresos al petróleo, y
acometer las acuciantes transformaciones que requiere un país con 53 millones
de pobres.
La Ronda 1 arrancó en diciembre con la
salida a concurso de 14 áreas petroleras. Ubicadas en aguas poco profundas,
frente a las costas de Veracruz, Tabasco y Campeche, corresponden a un ubérrimo
espacio codiciado por su facilidad de perforación y la inexistencia de
problemas de propiedad. Este ha sido el primer paso. Ahora vendrán más
licitaciones hasta llegar a 169 campos. A este primer proceso, cuyos resultados
se conocerán en julio, seguirán otras tres rondas. Al final del camino, México,
el séptimo producto mundial, habrá abierto al capital privado el 17% de sus
campos petrolíferos y el 79% de sus reservas. Un paso de dimensiones históricas
y uno de los grandes negocios planetarios. O esa era la idea.
El colapso del barril ha puesto estas
esperanzas en el congelador. A menos precio, menos beneficio. El efecto es
disuasorio. Los proyectos se aparcan, las inversiones se reducen. Las
multinacionales, bajo esta presión, han empezado a revisar sus presupuestos. El
golpe que se avecina puede ser terrible. Un billón de dólares en inversiones en
todo el mundo corren riesgo de ser canceladas, según Goldman Sachs. Los
recortes ya han empezado.
Y México, recién engalanada para su estreno en el
juego del capitalismo petrolífero, ha recibido el primer testarazo. "La
caída de precios ha generado un efecto intimidatorio que, unido la
inestabilidad política de los últimos meses, resta seguridad al inversor
extranjero", señala la profesora externa del Centro de Investigación y
Docencia Económicas (CIDE), Miriam Grunstein.
Conscientes de esta desconfianza, las
autoridades y responsables de Pemex ya admiten que la tempestad se cierne sobre
las licitaciones. Ahí donde los márgenes son menores y los costes mayores, como
las explotaciones de esquisto y los pozos profundos, los concursos corren el
riesgo de quedar desiertos por su baja rentabilidad. Las estrictas condiciones
de participación, pensadas en época de bonanza y destinadas a evitar las
alianzas, coadyuvan a este estrangulamiento.
Tanto el Banco Mundial como Goldman Sachs
pronostican que el precio del barril no ganará brío en 2015.
El invierno amenaza con ser largo. Tanto el
Banco Mundial como Goldman Sachs pronostican que el precio del barril no ganará
brío en 2015. Ni China ni India van a recuperar su voracidad, y tanto Arabia
Saudí como EEUU ya han emitido señales de que van a mantener a toda máquina su
producción. En este horizonte de superabundancia, las consecuencias de una
depresión prolongada de los precios se ha convertido en una cuestión cardinal
para México. La pregunta es cuánto podrá resistir el país. En este punto entra en
juego la singularidad mexicana. Aunque dependiente del petróleo en sus cuentas
públicas, México se halla a años luz de las convulsiones que están sufriendo
Rusia o Venezuela. "Si alguna ventaja tiene este fenómeno es que hace más
daño a nuestros competidores que a nosotros, tiene un efecto depurativo",
señala un altísimo ejecutivo de Pemex.
Con una estructura económica más
diversificada que sus adversarios, México ha conseguido aminorar su dependencia
del crudo. Si en 1982 las exportaciones de petróleo representaban el 75% del
total, ahora se han reducido al 12%. Y la contribución de este sector al PIB se
limita al 5,9% (11% en 1995). "Además, la caída del precio del petróleo ha
repercutido en una depreciación de la moneda, y esta permite aumentar las exportaciones.
El resultado es un efecto compensatorio. El problema es que este ajuste no se
percibe en la calle", explica el profesor-investigador del Colegio de
México Gerardo Esquivel.
Otro factor de protección frente al colapso
radica en el amplio programa de seguros de cobertura (a 76 dólares el barril)
que el Gobierno ha puesto en pie para este año. A este amortiguador se suma el
bono extra que representa que más de la mitad de la gasolina que consume México
la importa y que, además, la cobra al usuario a un precio relativamente alto
(la estándar a 0,91 dólares, un 75% más cara que en Texas).
Estos elementos alejan a México del
espectro de un desplome a la venezolana. Pero nadie prevé un éxito inmediato
del fin del monopolio. Por el contrario, los expertos auguran un parto largo y
doloroso. "Vamos a sufrir; habrá menos consumo, menos producción, más
pérdida de empleo, pero no una caída libre, el daño se acabará y luego se
repuntará; se trata de un fenómeno cíclico", pronostica la experta Miriam
Grunstein. "El problema de México no es coyuntural, es que se terminó la
época del petróleo fácil. Va a ser una coyuntura larga y difícil", añade
el analista David Shields.
La vía más segura que tienen las grandes
compañías para aventurarse a nuevas inversiones pasa por reducir los costes
fiscales
El camino de salida entraña un peligro. La
vía más segura que tienen las grandes compañías para aventurarse a nuevas
inversiones pasa por reducir los costes fiscales. En esta línea, algunos
gigantes, como Exxon, ya han advertido que "México tiene que ser
competitivo frente a otras oportunidades que hay en el mundo". La
respuesta, la rebaja de cargas a las multinacionales, está en manos de Peña
Nieto.
Pero el Ejecutivo mexicano vive horas
bajas. Atrapado por el fuego cruzado del desplome del crudo y la necesidad de
evitar otro varapalo político en un delicadísimo año de elecciones, su margen
de maniobra es escaso. Y los expertos consultados dan por hecho que, antes que
reconocer el fracaso, mejorará las condiciones fiscales a las empresas
extranjeras. El resultado, sin embargo, traerá consigo una reducción de los
ingresos estatales, lo contrario de lo que buscaba la reforma.
Ningún experto consultado pone en duda la
necesidad de una reforma energética. Ni siquiera la oportunidad de abrir las
licitaciones justo cuando pasaba el torbellino que ha dinamitado los mercados
mundiales. Pero los riesgos de haber dado el paso adelante están ahí. Peña
Nieto, con su reforma, se juega su lugar en la historia. Y con él, México.
Fuente.-Diario EL PAIS.
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