La ex-primer ministra de Peru, Betssy Chávez está atrapada en un limbo de 752 metros cuadrados, con orden de captura internacional, cinco meses de preventiva encima y la diplomacia hecha trizas en la puerta de la embajada de México en Lima. El desenlace ya no es si cae, sino cómo: esposas en la pista rumbo a la cárcel o avión con salvoconducto rumbo al exilio.
Acusada del efímero autogolpe de Pedro Castillo carga hoy con una orden de prisión preventiva de cinco meses y una alerta de captura nacional e internacional por rebelión o, en su versión rebajada, conspiración. El juez Juan Carlos Checkley justificó la medida en el “peligro de fuga” y en que Chávez se saltó citaciones y registro biométrico, mientras la Fiscalía le persigue una pena de hasta 25 años.
Chávez no se esconde en un cuartucho: espera salvoconducto en una residencia diplomática amplia, en San Isidro, convertida en pecera vigilada por policía, cámaras y una prensa apostada a la caza de la imagen del siglo.Afuera, el Estado peruano insiste en que no es perseguida política y que tiene que ir a juicio como cualquier mortal, aunque haya pasado ya más de dos años en prisión antes de que el Constitucional la soltara en septiembre.
México, Perú y el divorcio diplomático
El asilo concedido por el Gobierno de Claudia Sheinbaum terminó de dinamitar una relación bilateral que durante dos siglos casi no había tenido mayores choques.Antes ya se había calentado el ambiente: México dio cobijo a la familia de Castillo, se negó a reconocer a Dina Boluarte, y el Congreso peruano declaró personas non gratas a López Obrador y a la propia Sheinbaum.
La respuesta limeña fue de manual de ruptura: expulsión de la encargada de negocios mexicana, embajada descabezada desde hace casi dos semanas y visa obligatoria para turistas peruanos que quieran pisar suelo mexicano. El Gobierno de José Jerí ahora se parapeta en la legalidad interamericana, promete consultar a la OEA y estira la cuerda mientras acusa a México de injerencia.
La tentación del asalto y el espejo ecuatoriano
En el fragor político, un sector del Congreso ya pide copiar el libreto de Quito y entrar por la fuerza a la embajada mexicana para sacar a Chávez, invocando el precedente de Jorge Glas. La presidenta de la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales, Lady Camones, habla de “tomar decisiones incluso por la fuerza”, abriendo la puerta a un escenario que pondría a Perú en el banquillo del derecho internacional.
El primer ministro Ernesto Álvarez, en cambio, se vende como el adulto en la sala: promete respeto absoluto a la inmunidad de las sedes diplomáticas y descarta a gritos cualquier irrupción tipo comando. Eso sí, anuncia denuncias contra México en foros internacionales, porque la cortesía no quita lo rijoso.
Betssy entre la celda y el avión
Mientras tanto, la Comisión Permanente del Congreso ya aprobó inhabilitarla diez años para cargos públicos, a la espera del voto final del Pleno, cerrándole cualquier retorno institucional aunque librara la cárcel.Pedro Castillo, desde su propio laberinto judicial, le tira un salvavidas retórico diciendo que el autogolpe fue “solo cosa suya”, un intento tardío de separarla del núcleo duro de la conspiración.
En la calle, la policía refuerza el perímetro de la residencia mexicana y el caso se convierte en reality show en tiempo real, con cámaras contando las horas y analistas apostando qué cede primero: el orgullo peruano o la paciencia mexicana.
Preludio del desenlace
Todo está armado para un final a tres bandas:
- Si Lima se planta y niega el salvoconducto, Chávez seguirá encerrada en un exilio de lujo hasta que la presión interna empuje a una negociación o a una salida en secreto.
- Si México logra el salvoconducto, el Gobierno de Jerí se comerá el costo político de dejar escapar a quien su propio Poder Judicial define como riesgo de fuga “palpable”, pero evitará el choque frontal de una incursión diplomática.
- Si alguien rompe la baraja e intenta un “Quito recargado”, Perú se arriesga a un aislamiento regional serio mientras Chávez cambia de estatus: de ex primera ministra incómoda a símbolo perfecto de la guerra por los límites del asilo.
Por ahora, la historia ya tiene punto de no retorno: la orden de captura está firmada, la embajada sitiada y la paciencia de ambos gobiernos en cuenta regresiva. Lo único verdaderamente irreverente sería que este brete, incubado en un autogolpe fallido, no terminara estallando en un nuevo parteaguas para las reglas del asilo en América Latina.
Con informacion: DIARIO ESPAÑOL/ELPAIS/RENZO GOMEZ VEGA

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