El Puente Colombia, ese monumento al discurso de la seguridad modelo, vuelve a protagonizar el contrabando más caro del norte de México. Y no porque haya detenido algo, sino porque cada vez que atrapan un tráiler en Texas, del otro lado quedan los militares, los canes, los rayos X y los discursos preguntándose cómo se les volvió a escapar otra fortuna de cristal.
Pese al desfile diario de Fuerza Civil, Guardia Nacional y la aduana militarizada desde 2021 —cuando López Obrador juraba que los uniformes resolverían lo que antes hacían los sobornos—, los cargamentos siguen pasando por el único cruce internacional de Nuevo León como si fuera puerta giratoria de la metanfetamina.
El pasado 5 de noviembre, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) reportó el segundo megadecomiso en apenas dos meses: 813.2 kilos de metanfetaminas escondidas entre jarrones de yeso, valuadas en más de 16 millones de dólares. Todo descubierto, claro, del lado texano, no del mexicano. Del lado mexicano solo hay silencio, soldados y boletines.
La CBP detalló que los agentes descubrieron mil 792.79 libras de droga tras revisar con perros y sistemas no intrusivos un tráiler procedente de México. El valor en el mercado negro asciende a 16 millones 026 mil 546 dólares. En otras palabras: un gol más en la portería mexicana.
Y no fue el primero. El 4 de septiembre reportaron otro decomiso histórico en el mismo cruce: 1.9 toneladas de metanfetamina, casi 38 millones de dólares en mercancía tóxica. Esa vez, igual: el hallazgo en Texas, las explicaciones en México y la sensación de déjà vu fronterizo.
En lo que va del año, Estados Unidos ha informado al menos seis decomisos de metanfetaminas en el Puente Colombia. Ninguno detectado por las autoridades mexicanas. Pero en Anáhuac, donde se ubica el complejo fronterizo, la infraestructura luce impecable: dos cuarteles, uno de Fuerza Civil y otro de la Guardia Nacional, las casetas, la oficina de Codefront —presidida por Marco González, aliado del gobernador Samuel García— y la aduana bajo mando militar. Todo funcionando, menos los filtros.
El puerto, administrado por el gobierno estatal vía Codefront, presume su modelo de “seguridad compartida”. Compartida, quizá, porque los decomisos los reporta un país y los errores, otro. Ni los operativos especiales estatales ni el flamante Plan de Seguridad Frontera Norte, lanzado por la presidenta Claudia Sheinbaum en febrero, han logrado que el control llegue al puente antes de que la metanfetamina cruce el río Bravo.
Así, entre conferencias, uniformes y detectores de última generación, el paso de los narcocargamentos por el Puente Colombia se ha convertido en el retrato más claro de una frontera donde la vigilancia abunda, pero el control es un rumor.
Con informacion: ELNORTE/

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