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lunes, 17 de noviembre de 2025

«PROTEJANLO,ASI RECLAMÓ ALMANZA EXTORSIONES»: «EMPRESARIO de COPARMEX le DIO VOZ al FASTIDIO que EXHIBE al GOBIERNO ademas de INUTIL FASTIDIOSO»…hartos de escuchar que la solución está en proceso…de nunca llegar.


¡Ya basta! Porque si algo está pudriendo el ánimo del país no es solo la inseguridad rampante, sino la abdicación absoluta del Estado, esa que deja a empresarios y ciudadanos a la suerte de una ruleta rusa diaria. 

Decir que la extorsión tiene de rodillas a miles de empresarios no es exageración, es puro dato duro: mientras te venden discursos de paz y bienestar, la realidad es que quien manda en vastas zonas ya no es el Estado, sino el crimen organizado —tan creativo, tan eficiente, tan omnipresente que uno pensaría que salió becado de Harvard, no de la cárcel más cercana—.

¿Quién decide hoy quién abre, quién invierte o simplemente quién sobrevive? ¡No es el gobierno! Son los grupos criminales, esos «cobrones» que han hecho del cobro de piso un deporte nacional exclusivo de criminales,dentro y fuera del gobierno.

Esos que sin atención ni control han creado un verdadero apartheid económico en territorio nacional. Eso de “levantan la voz jóvenes, médicos, jueces, transportistas, agricultores y universitarios” no es una noticia, es el retrato de un país hasta la madre, harto de vivir en el miedo, harto de la incertidumbre, harto de escuchar que la solución está en proceso… de nunca llegar.

El hecho de que la extorsión —ese deporte nacional patrocinado por la omisión y muchas veces la accion oficial— ya no sea marginal sino estructura de poder, nos grita el tamaño del fracaso. 

¿Y los responsables? Bien, gracias, aún dando conferencias mañaneras y aplaudiendo cifras maquilladas. Mientras, las MIPIMES caen una tras otra como fichas de dominó porque la extorsión no solo les quita el dinero —les arranca el corazón, el ánimo, el derecho a un futuro. Por eso vivimos rodeados de empleos perdidos, comunidades vaciadas y mercados deformados: porque la política pública, cuando se acuerda de aparecer, lo hace tarde y mal.

Por eso la migración interna, muchas veces silenciosa y forzada, ya no es económica, sino una huida desesperada. Todo esto es la muestra más contundente de la falla institucional: aquí, el Estado ni ve ni oye ni siente. Sin justicia ni protección, no existe libertad ni convivencia. Y si el gobierno sigue mirando para otro lado, que luego no se queje si lo reemplazan…mas. Porque el país ya no aguanta mucho y vaya que es aguantador, pero el hartazgo —ese sí— ya no tiene ni paciencia ni miedo que perder.

Con informacion:@redes/medios

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