Un conductor circulando por la carretera a Monclova, en Mina, Nuevo León, fue atrapado en ese esperpento de “filtro” policial donde todo parece menos un operativo legal; lo bajan, lo fichan, le toman fotos y lo interrogan a detalle hasta el nombre de sus padres y cuándo fue la última vez que leyó un libro, todo mientras portan un escudo de calavera que parece sacado de videojuego barato y ni una placa visible.
Luego, casi por arte de magia, mas bien de «mafia», despachan al conductor con la satisfacción de haber cumplido la orden que previamente les dieron por radio, la de «¡cénsalo!»—una versión miserable del “servir y proteger” que solo protege a la impunidad, porque cuando quiere poner la denuncia, el sistema lo expulsa como quien escupe una semilla de sandía.
El “Censalo” y la mafia disfrazada de autoridad
Este tipo de episodios son el pan nuestro de cada día en el noreste del país, donde las líneas entre policías y la “maña” ya se disolvieron como pastilla efervescente en agua.
Basta escarbar tantito en las tragedias tamaulipecas —migrantes masacrados, masacres silenciadas— para notar esa dupla eficiente y bien aceitada entre policías estatales y crimen organizado. No solo lo dice el pueblo: investigación tras investigación señala que los mandos estatales y los “manos largos” del narco operan en simbiosis tan pulida, que hasta pueden compartir el mismo uniforme, el mismo radio y el mismo cinismo .
Tamaulipas: tierra de la colaboración criminal
El territorio tamaulipeco, entonces bajo el mando e Francisco Garcia Cabeza de Vaca y su brazo armado del GOPES y ex-ficha roja de INTERPOL Felix Arturo Rodriguez,fue retratado por la academia Guadalupe Correa-cabrera en 2021 y lo hizo con precisión quirúrgica en una colaboración periodística para Sin Embargo.

La catedrática habla de una violencia perpetua porque el crimen organizado no solo pactó, sino se fusionó con los propios entes encargados de combatirlo. Nadie distingue entre unos y otros: a veces llevan un escudo oficial, a veces sólo el de “la calaca con puñal”, pero casi siempre acatan órdenes del mismo patrón. La frontera entre mañosos y policías es, palabras más, palabras menos, tan inexistente como la protección real para los ciudadanos .
Red de corrupción y simulación oficial
Las preguntas incómodas surgen: si llevan lustros controlando el tráfico humano, ¿cómo no iban a protegerlo sus socios uniformados? ¿Cómo es posible que filtros, retenes y operativos sean trincheras de abuso, amenazas o cobro de “cuota” sistemática? Las respuestas generan más rabia que claridad: la red de complicidad va del jefe policiaco al gobernador —con nombres y apellidos que bailan al ritmo de los intereses del cartel que toque— y la horda de víctimas solo crece en número y anonimato .
El “censalo” es solo un botón de muestra de un aparato criminal disfrazado de Estado. Tamaulipas es el laboratorio perfecto de esa fraternidad policial-mañosa: no hay distinción posible entre quien porta la placa y quien porta el cuerno de chivo. Mientras sigan mezclando autoridad y delincuencia, lo único que garantiza ese “servicio público” es que el ciudadano sigue fichado, las victimas siguen desaparecieno y la impunidad sigue bien vestida y blindada, lista para la próxima “ficha” oficial .
Con informacion: ELNORTE/ SINEMBARGO/

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