En el zoológico político de Tamaulipas, siempre hay animales que creen poder reinventarse: la serpiente que muda de piel y el cuervo que presume plumaje de paloma. Ahora resulta que Paloma Guillén, diputada priista de larga data y heredera del mismo discurso reciclado del “Estado de derecho”, quiere ponerse el traje de justiciera como fiscal general. Ella, que fue parte del elenco en los años dorados del narcopoder institucional, cuando Tomás Yarrington reinaba entre expedientes, dinero sucio y pactos de silencio con el Cartel del Golfo,de los que se oye difícil que Doña Paloma,no se haya dado cuenta.
¿Habrá que recordárselo? Paloma Guillén no emergió del aire limpio de la transparencia. Su nombre, atado desde hace años a la sombra de Yarrington, es parte del mismo aparato político que permitió que Tamaulipas se convirtiera en una tierra administrada por el miedo. Fue su compañera de gabinete, su defensora institucional y, para muchos, su cómplice pasiva. Mientras el exgobernador acumulaba cargos por lavado de dinero y vínculos con el crimen organizado, Guillén era la pieza respetable que maquillaba la estabilidad del régimen.

Ahora, desde su curul regalada por la via plurinominal, clama por “procesos transparentes” y “criterios profesionales”. Cuesta trabajo digerir tanto cinismo de golpe. Hablar de justicia en labios de quien formó parte de los años más oscuros del PRI tamaulipeco es como escuchar a un pirómano ofrecer clases de protección civil. La moral no se lava con discursos parlamentarios ni con comparecencias; se demuestra con trayectoria, y la suya tiene más sombras que luces.
Hablar de recomponer cadenas de justicia, cuando se ha guardado silencio sobre los eslabones rotos por la corrupción, es una broma de mal gusto. Guillén quiere ser fiscal en un estado donde la gente desconfía de las instituciones, en buena medida, porque figuras como ella fueron protagonistas de la actual decadencia.
Tal vez lo suyo no sea afán de servir, sino nostalgia por el poder. Ese poder que el PRI ejercía con la mano dura de Yarrington y la sonrisa institucional de sus operadores. Si Tamaulipas quiere justicia, necesita algo distinto Paloma Guillén, con su historial político y su biografía entreverada con el priismo de compadrazgo, no encarna justicia: encarna complicidad y esas lineas de su pasado,no se borran con «Botox».

Pero hay veces que querer no es poder y el llamado dinosaurio priista, que no ganaba en una elección ni en su casilla,dificilemte podria llegar al cargo, pues no hay «FISCALIAS PLURINOMINALES.».
Con informacion: ELEFANTE BLANCO/

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