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lunes, 17 de noviembre de 2025

«BORREN lo de JUDIA ?»: «ISRAEL se OFENDE por PINTAS a la PRESIDENTA que los OFENDE pero AMBOS TAMBIEN OFENDEN con sus ACCIONES»… “Puta judía”, reza la consigna, tan explícita en su odio que deja corto todo manual de civilidad.


La imagen captura el instante preciso en que varios jóvenes encapuchados descargan rabia y frustración sobre la puerta principal de uno de los símbolos judiciales de México, la Suprema Corte. El aerosol blanco destaca una consigna tan cruda como descarnada: un insulto misógino y antisemita dirigido directamente a la presidenta Claudia Sheinbaum, quien, para bien o para mal, ha simbolizado el relevo de poder y origen judío en la política mexicana. “Puta judía”, reza la pinta, tan explícita en su odio que deja corto todo manual de civilidad, pero también tan predecible en una coyuntura donde la protesta, el fanatismo y la desinformación bailan una danza grotesca saldo de la polarización del pais.

El teatro de la indignación internacional

No tardó el Ministro de Asuntos Exteriores israelí, Gideon Sa’ar, en pronunciar la condena buchona y diplomática desde su cuenta de X, esa retícula global donde los gobiernos compiten por ver quién es más humanista en papel: “Israel condena enérgicamente los insultos antisemitas y sexistas dirigidos a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum. No hay lugar para ese tipo de ataques en el discurso político. Todas las formas de antisemitismo, en cualquier contexto, deben ser rechazadas de manera inequívoca”.

Es, francamente, la frase de cajón. Porque de condenas diplomáticas viven los manuales cuando la moraleja conviene pero la autocrítica brilla por su ausencia. 

El mismo Estado que, en este preciso momento, carga el dudoso honor de ser denunciado a nivel mundial por trato brutal hacia civiles en Gaza y Cisjordania, viene a hacer gala de sensibilidad humanista ante el dolor ajeno; porque el antisemitismo es indignante en México, pero el sufrimiento de los niños palestinos solo es “un daño colateral” dentro de sus propios discursos oficiales».

El contexto: rabia, protesta y símbolos

La marcha convocada por la Generación Z reunió a miles: jóvenes, familias, gente harta de la inseguridad, la corrupción y la narrativa de la 4T. El tenor de la protesta osciló entre la indignación legítima y el descontrol: símbolos nazis, pancartas delirantes, llamados a la intervención extranjera, y por supuesto, la frase que puso a Israel en modo indignación global.

Queda claro que la paleta de agravios en la protesta es amplia y desborda cualquier control: insultos sexistas y antisemitas dirigidos a la presidenta (clásico de la misoginia mexicana con el plus de la vieja conspiranoia antijudía), vandalismo sobre edificios históricos y, para rematar, la hipocresía política—tanto local como internacional—que pareciera vivir de condenar solo lo condenable a la distancia. En México, la clase política usó el incidente para condenar “todas las formas de violencia y odio”, sin abordar—ni de lejos—las causas que los echaron a andar.

Doble rasero: condenar afuera es fácil

Sa’ar, al igual que varios diplomáticos israelíes antes que él, olvida convenientemente los videos y testimonios sobre muros grafiteados en idioma árabe, mezquitas demolidas y madres llorando por sus hijos en Medio Oriente. La condena al antisemitismo en México resuena fuerte porque, fuera de sus fronteras, el victimismo internacional es un recurso de oportunidad impecable para distraer de la realidad incómoda propia.

Así, la escena en la puerta de la Suprema Corte es también un espejo: refleja la miseria del discurso de odio local y, al fondo, el cinismo de las condenas globales selectivas. Como suele ocurrir, la indignación es gratis y las verdaderas soluciones nunca llegan a la foto ni al comunicado diplomático.

La raza menos que indignada

El termómetro social de las reacciones en los comentarios a la publicación de EL NORTE revela un ambiente enrarecido, polarizado y sumamente cínico, donde el antisemitismo, la misoginia y el humor negro se entremezclan sin rubor ni filtro. Aquí no hay espacio para la corrección política ni para la empatía institucional: lo que se observa es un microcosmos digital de la radicalización, el resentimiento social, la trivialización del odio y hasta una extraña competencia de ingenio irreverente que no exhibe apoyo a la Presidenta 

Espectro de la banalización y el insulto

Predomina la idea de que el calificativo “judía” no es ofensivo, y algunos sugieren alternativas como “musulmana” o simplemente “momia”, restando así cualquier contenido racista a la pinta y reduciéndolo casi a una cuestión de marketing de insultos. 

El uso del término “puta” es minimizado, transformado en parte de la broma corrupta y cotidiana del lenguaje digital mexicano. Entre líneas se palpa no solo insensibilidad, sino una especie de endoso tácito al insulto, como si la violencia simbólica fuera parte del folclor nacional.

Relativización del antisemitismo y crítica a Israel

Varios comentarios dimensionan el antisemitismo como un “pecado minúsculo” en comparación con los crímenes de Israel contra palestinos. Esta lógica de peso y contrapeso sirve para justificar u obviar el insulto, desplazando el foco del odio local al conflicto internacional, y refrendando una visión bastante extendida de que la comunidad judía debe rendir cuentas por la política de Israel. No faltan las alusiones cínicas a bombardeos a hospitales ni la mofa sobre el papel de Israel como “usurero” mundial, reproduciendo estereotipos clásicos del antisemitismo más rancio.

Humor negro, resignificación y bufonesco

La burla y el choteo predominan: que si “bórrenlo de judía”, “perdón por lo de judía, gracias por su atención”, o “pueden poner momia” en vez de judía. Se desprende un ambiente donde la gravedad del discurso de odio queda diluida por la comicidad agresiva, en una especie de terapia colectiva basada en la descalificación, y la reiteración de clichés sobre identidad, religión y género.

La defensa indirecta y el argumento “no es para tanto”

Otros se parapetan en la idea de que “la verdad no peca” o que la descripción es una simple constatación de hechos, reforzando la percepción de inmunidad ante el escándalo. Aquí, la discusión se reduce a un juego de palabras, no a la legitimidad o no del insulto.

Resentimiento y narrativa “anti-minoría”

Surge también la idea de que defender a Sheinbaum por ser judía es una imposición de minorías, o que debería respetar a la mayoría católica. Se trasluce una reivindicación viciosa de la identidad cristiano-mexicana y una hostilidad a lo considerado “ajeno”, mezclando prejuicio religioso y nacionalismo.

Clima de incredulidad, desdén y complicidad

En su conjunto, la sección de comentarios delata una sociedad que no solo trivializa el antisemitismo y el sexismo, sino que los recicla para sacar provecho humorístico, político o simplemente desahogar frustraciones propias. No hay mayor indignación ante el insulto, y sí muchas ganas de subirse al tren de la reacción rápida y la ocurrencia venenosa, incluso cuando eso implique reproducir discursos de odio o hacer apología “en broma” de la violencia simbólica.

Mecha encendida

La temperatura social es alta, pero no por la indignación ética, sino por una mezcla explosiva de frustración y cinismo: el comentario promedio no busca defender a Sheinbaum ni atacar a Israel, sino reafirmar la pulsión de corrosión nacional. Es, irónicamente, la radiografía perfecta del hartazgo y el individualismo: cada quien escribiendo desde su trinchera, sin importar si el muro digital arde en odio, sarcasmo, o indiferencia.

Con informacion: ELNORTE/

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