En el cuadrilátero de la justicia mexicana, el campeón no es la ley, sino la componenda. A Julio César Chávez Jr., heredero del mito, amigo cobijado en la cercanía política con la presidenta Claudia Sheinbaum —esa que incluso lo llevó como estandarte de su cruzada “a puño limpio” contra las adicciones—, le acaban de conceder la más rara de las concesiones: enfrentar un proceso por delincuencia organizada desde la comodidad de la libertad provisional. Sí, ese mismo delito que la Constitución y el Código Nacional de Procedimientos Penales marcan con la etiqueta inexorable de prisión preventiva oficiosa, la misma que tanto defiende la hipocresía Morena.
El fallo del juez Enrique Hernández, en Hermosillo, no fue un desliz técnico ni un vacío legal. Fue una estocada directa contra la letra constitucional, seguramente avalada por Sheinbaum. La norma ordena la cárcel automática mientras se sustancia el juicio. En términos llanos: no había margen de discrecionalidad. Y sin embargo, el margen apareció como por arte supremo de magia, de mafia e influencia politica.
Las escrituras de un inmueble valuado en siete millones de pesos fueron aceptadas como garantía de arraigo, como si el arraigo pesara más que el mandato constitucional. ¿Desde cuándo un título de propiedad está por encima de un artículo de la Carta Magna? Desde que el apellido abre puertas a las amigas de Palacio Nacional ,convierten la toga en papel de envoltura.
Seguramente que el resto de narcos en prision por los mismos delitos y sus abogados, diran que este fallo sienta un precedente tan peligroso como absurdo: si un juez federal es capaz de flexibilizar un candado constitucional bajo el argumento de que “no hay riesgo de fuga”, cualquier imputado por delincuencia organizada podría exigir el mismo trato.
La justiciada verdadera, no admite parientes predilectos, ni debería equilibrarse en la balanza política de quien estrecha manos en mítines deportivos disfrazados de políticas públicas.
Como periodistas, no podemos dejar de subrayar la obscenidad:la libertad, ese epicentro sublime de la democracia, aparece aquí no como triunfo de derechos, sino como moneda de cambio en el ring del poder. Es la libertad a la carta, la libertad selecta, la libertad que choca contra la norma y se burla de cada interno que, por carecer de apellidos célebres o de amigos en la cúspide, purga sus días en prisión preventiva obligada.
México entero debería entenderlo: no se trata del hijo del campeón, sino de la derrota de la justicia misma.
Con informacion: ELNORTE/

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