La ironía es casi automática: el hombre que durante años presumió de ser el zar de la seguridad en México, que presumía tantos detenidos como hoy lo hace su pupilo,Omar García Harfuch,que también hacía mancuerna con agencias estadounidenses y que se paseaba como garante de la “guerra contra el narco”, termina reducido a pedir —casi suplicar— plazo extra porque no puede escribir su apelación cómodamente desde su celda.
Genaro García Luna, el ex “superpolicía” que jugaba para el otro equipo, ahora llora porque no tiene cubiertos
Resulta que el que fuera el hombre fuerte de la seguridad de Calderón “masacres”, el que diseñaba operativos, blindajes y estrategias de “lucha frontal contra el narco”, incluso por encima del ejercito mexicano, igual como lo hace ahora el “otro Garcia Lunita”, está aplicando el papel de víctima en Estados Unidos.
Genaro García Luna, condenado a 38 años por ser el “pistolero de corbata” del Cártel de Sinaloa, se queja amargamente de que la prisión lo maltrata: que ya perdió 14.5 kilos, que no le daban cubiertos, que no podía rasurarse ni bañarse a gusto. Pobrecito.
Ahora, el mismo sujeto que hacia montajes y jugaba con las cifras (…otra vez, como Garcia Harfuch” que compactaba cifras de “ejecutados y levantones” como si fueran estadísticas deportivas y las presumir en TV Nacional, hoy exige “condiciones humanitarias” y más tiempo para defenderse. Su equipo legal suplica a la Corte de Apelaciones de Nueva York 90 días más para armar argumentos y buscar que se reduzca la condena. Argumentan que no tiene computadora, ni acceso fácil a sus abogados, y que su juicio es complicado, con más de dos mil páginas de transcripciones.
El detalle: ninguno de los que lo padecieron en México —los levantados, desaparecidos y asesinados en los años de su gestión— obtuvo prórrogas o segundas oportunidades. Su condena, por dura que le parezca, es apenas una sombra del daño que generó mientras jugaba a dos bandas: jefe de seguridad de día, aliado del narco de noche y de dia.
El drama carcelario de García Luna, convertido en un sainete de lágrimas y cartas judiciales, apenas empieza. Su apelación tiene mínimas probabilidades de prosperar, pero mientras tanto, su defensa lo pinta como un prisionero sufrido e incomunicado, casi mártir.
La ironía es brutal: el hombre que vendía la imagen de estratega férreo y de hierro contra el crimen organizado,cmo hoy lo hace su exempleado que dice que lo arreglos con el crimen son espejismos que siempre salen mal y aun asi se arreglaba con narcos , hoy se desmorona ante la falta de teléfono y un juego de ropa interior.
Con informacion: ELNORTE/

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