Mientras el Estado condena ,otro agresor camina libre y la vida de las mujeres sigue pendiendo de un hilo mentiras las autoridades en todos los colores de uniformes, ignoran su principal obligacion,la de dar seguridad ,no la de condenar, que para eso ya esta el pueblo.
La justicia que no llega a tiempo es también una forma de violencia.
La verdadera impunidad no reside en las sombras, sino en la indiferencia de quienes desde el gobierno de inutiles las deben proteger en vez de perder el tiempo en chismes mañaneros ,porque cada crimen ignorado es un pacto tácito con el próximo verdugo.La violencia no se erradica con discursos optimistas y mediocres, sino con acciones decididas y justicia efectivatraducida en hechos, bien hecho siempre sera mejor que bien dicho.
Impunidad en México: el eco de las autoridades que “condenan”, la inacción y el costo mortal de su negligencia
Mientras la violencia de género sigue cobrándose vidas de mujeres ―en México, un promedio de 10 a 11 mujeres son asesinadas cada día, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP, 2024)―, el ritual de las “condenas” oficiales se ha convertido en un acto vacío, casi litúrgico, desprovisto de consecuencias.
El último episodio, registrado en Quintana Roo, donde una mujer es brutalmente agredida por un hombre perfectamente identificado y, sin embargo, libre, exhibe con crudeza la dimensión de la irresponsabilidad institucional.
Las cámaras captan, las redes indignan, los funcionarios “condenan”… y el agresor sigue en la calle. ¿Hasta cuándo cargará el pueblo con la misión de vigilar, denunciar y exigir justicia, ante el abandono del Estado y la sorda retórica de quienes juraron protegernos? Porque, seamos claros: las palabras de la gobernadora Mara Lezama y las buenas intenciones del Congreso resultan insultantes ante la impunidad flagrante. Si las autoridades no garantizan la mínima seguridad en el hogar, ¿qué sentido tiene reiterar el “compromiso” con la protección de las mujeres?
No se trata solo de una omisión administrativa. Es una complicidad tácita; es una apuesta a la desmemoria y a la estadística, a ese acostumbramiento atroz que normaliza el horror: hoy, en México, una mujer es asesinada cada dos horas. Y por cada video viral hay decenas de casos silenciados e ignorados.
El agresor: el macho alfa, lord y tirano menor
Pero el verdadero rostro del horror no se oculta únicamente tras la indiferencia burocrática. Se revela también en el perfil del agresor: ese “macho alfa” de modales zafios y violencia a flor de piel, que reviste su inseguridad de fuerza bruta, creyéndose dueño y señor del espacio privado. El macho alfa mexicano es un arquetipo gastado y trágico: se alimenta de la misoginia sistémica, se envalentona por el silencio vecinal, y se escuda tras la impunidad concedida por el Estado.
Es dueño de una virilidad precaria, que necesita demostrarse en la humillación de la mujer. No es más que un emperador diminuto y grotesco, ataviado de la soberbia patriarcal; un pequeño rey de las sombras, que gobierna el reino minúsculo de una sala o una recámara mediante el grito, el golpe y el miedo. Su poder, sin embargo, es claudicante y solitario, un eco distorsionado de lo que la sociedad, todavía hoy, celebra en el varón fuerte, proveedor a cualquier costo, inquebrantable en su violencia.
Son muchos “machos alfa” en México y uno solo a la vez: el mismo rostro en distintas geografías, con nombre y apellido cambiados, pero idéntica historia de impunidad.
La indolencia oficial como caldo de cultivo
Y sin embargo, el macho alfa sobrevive y prolifera por el clima de tolerancia, por la respuesta tardía ―o inexistente― del aparato judicial y político. La impunidad envalentona. La inacción oficial es, en sí misma, una forma de violencia institucional. Por eso el reclamo del pueblo no es solo justicia para la víctima, sino un acto de supervivencia colectiva: que se actúe ya, porque esperar a que otra mujer se convierta en estadística equivale a compartir la culpa del siguiente feminicidio.
El gobierno debe dejar de encubrir su incapacidad con discursos. La urgencia es proteger efectivamente a las mujeres; no maquillar la cifra, ni emitir dóciles condenas en foros públicos o una mañanera de pueblo. De otro modo, los siguientes videos que circulen ―convertidos en tendencia― serán apenas una promesa funesta de los feminicidios por venir bajo su gestión.
Con informacion: ELNORTE/

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