Antonio tenía siete años cuando la bala de una pistola tipo Magnum .357 le atravesó el pecho en febrero de este año, en el municipio fronterizo de Naco, Sonora.
Su hermana, cuatro años más grande que él, fue la responsable del tiro; se encontraban jugando en la habitación cuando jaló el martillo del revólver. El arma estaba cargada dentro de la lavadora; era propiedad de su vecino, de 19 años.
El arma que mató a Toño era ilegal, una de las 252 mil armas que cruzan la frontera norte, según estimaciones elaboradas por la Universidad de San Diego, California y el Instituto Igarapé de Brasil, recabadas en el informe del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP).
Datos de la Secretaría de la Defensa Nacional dan a conocer que el gobierno de México incautó un total de 171 mil 9 armas, entre 2006 y 2013, es decir un promedio de 24 mil 429 armas al año.
Sin embargo no existe una cifra precisa sobre armas ilegales en México.
En cuanto a las armas legales, los datos resultan paradójicos. En un lapso de siete años, desde 2008 hasta 2015, sólo se han otorgado 411 licencias para el uso de armas de fuego a civiles, de las dos mil que fueron solicitadas.
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De modo que, en los últimos siete años se entregaron un promedio de 59 licencias.
El Distrito Federal encabezó la lista con más licencias de portación; seguido de Nuevo León, el Estado de México; Jalisco; y Querétaro.
En cuanto a los dos últimos años, la cifra de licencias otorgadas se redujo. Según datos, que se desprenden de una solicitud de transparencia, solicitada por La Silla Rota, en 2014, la Sedena entregó 56 licencias a civiles, 52 fueron entregadas a varones y sólo cuatro a mujeres; mientras que en 2015 se entregaron 37 permisos, de los cuales 35 fueron a hombres y dos a mujeres, todos de nacionalidad mexicana.
Los permisos entregados por la dependencia federal a civiles para portar un arma representan el .024 por ciento en relación con las armas que estarían ingresando de manera ilegal al año.
De ahí, la dependencia encargada de la seguridad nacional niega tener más información estadística sobre las licencias que otorga para el uso de las armas en México.
Ello, “en virtud de que no es necesaria para el desarrollo de las funciones de la dirección general del registro federal de armas de fuego y control de explosivos”, refiere la solicitud de transparencia.
HACIA UN “MÉXICO ARMADO”
-¿Cuántas armas de fuego hay en México?
“Imposible responder a la pregunta”, contesta Luis Merino, presidente de la Asociación Mexicana del Rifle, quien estima que la cifra de armas legales no supera las cuatro millones, las licencias otorgadas no llegan a las cuatro mil, y en cuanto a las ilegales, no se tiene un registro fidedigno.
La asociación tiene como visión “defender la libertad de portar armas de fuego”, cuentan con más de 60 mil seguidores en Facebook y cuestiona las leyes en la materia, que a su parecer, son burocráticas y obsoletas.
En entrevista con LA SILLA ROTA, el líder de la agrupación, un ex militar estudioso del tema, defiende uno a uno sus argumentos a favor del libre uso de armas y considera que la Secretaría de la Defensa Nacional discrimina al otorgar las licencias.
-¿Cómo flexibilizar los controles para el uso de armas y evitar que no se replique en México una tragedia como la del 12 de junio en un centro nocturno en Orlando?
No se puede ver a las armas de fuego como el único factor determinante de los niveles de violencia en el mundo, también se deben de incluir en la gráfica los homicidios cometidos por crimen organizado, terrorista suicidas… Con cuchillos, bates de béisbol, palos de madera, tubos metálicos, piedras, e incluso automóviles. De los cuales no veo ninguna ley que prohíba su uso, solo enfocándose en las armas de fuego.
-¿Por qué defender el uso de las armas?
El poseer y portar un arma de fuego es un derecho humano y se encuentra contemplado dentro de los primeros artículos de la Constitución. (…) La portación de armas no es una solución viable para enfrentar una agresión, si no por el contrario, es una medida extrema en situaciones de necesidad porque la autoridad no puede brindar la seguridad.
-¿Debe cambiar la ley de armas de fuego?
A pesar de que la ley autoriza la portación de armas, la burocracia y los requisitos hacen prácticamente imposible ejercer este derecho.
Acreditar, a criterio de la secretaria de la defensa la necesidad de portar u arma de fuego es prácticamente imposible.
Por ejemplo, si argumentamos que la solicitamos
para defendernos de una posible agresión o por los niveles de inseguridad que existen en el lugar donde se habita, la Secretaría niega la licencia, pues consideran que la seguridad está a cargo del Estado.
La ley de armas de fuego y explosivos está mal hecha, mal redactada así como su reglamento.
La ley contempla calibres que no existen o son modelos de algunas armas de la década de 1970, la ley debería de dejar de contemplar armas de uso exclusivo, permitir calibres superiores a los que actualmente permite, que existan más sucursales y mayor inventario del que actualmente se tiene, Que se apoye a empresas nacionales fabricantes de armas ya que sólo le dan preferencia a empresas extranjeras, y quitar el impuesto con que se grava del 60 por ciento a la comercialización de armas.
-¿Qué opinión le depara el desarme voluntario?
Las campañas de desarme voluntario que aplica los gobiernos en nada benefician al ciudadano honrado, y solo benefician a los delincuentes. Estos últimos jamás entregarían sus armas de manera voluntaria. Quitarle armas al ciudadano honesto es dejarlo en un estado de indefensión.
-¿No considera positivas esas campañas de desarme?
De ningún modo. Cambiar armas por dinero, o por despensas o aparatos electrónicos, es ignominioso. La mayoría de la gente lo hace porque tiene la necesidad de obtener dinero o hasta por hambre. Se aprovechan de la ignorancia del pueblo al quitarle sus armas; haciéndole creer a la gente que con eso se va a terminar el robo, los secuestros, los homicidios.
-¿Qué debe hacerse entonces?
Dejarles sus armas. El uso de un arma de fuego es una manera de mantener el equilibrio de fuerzas ante una agresión física, ante un intento de robo o de secuestro, del que muchas veces no sale viva la víctima. Un arma no es peligrosa por sí sola. Se ha demostrado científicamente que las armas por si solas no matan, son los usuarios detrás de estas, los que con malas intenciones, las usan para agredir a otros.
fuente.-LaSillaRota
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