Octavio Romero Oropeza se mudó del olor a crudo de Pemex al aroma burocrático del Infonavit, pero trajo consigo el mismo tufo de privilegio. En el tren de los “honestos” de Morena, los vagones de la decencia viajan vacíos y los de la opulencia van a reventar. El director petrolero del obradorismo, que juraba austeridad mientras cobraba como jeque de la Cuarta Transformación, cerró su ciclo en Pemex con una bonificación de 3 millones 252 mil pesos netos. Solo trabajó nueve meses, pero cobró casi el doble que el año anterior. Austeridad republicana, dicen.
No fue el único. Lo siguieron sus fieles escuderos, Jorge Luis Basaldúa Ramos y Carlos Cortez González, quienes en 2024 descubrieron que trabajar menos puede rendir más. Sus ingresos —también inflados y opacos— crecieron entre 57% y 107% respecto al año previo. Los tres saltaron del barco petrolero al sillón infonavitero con el traje seco y los bolsillos húmedos de dinero público.
Y mientras ellos consolidaban su retiro dorado, el discurso de “honestidad valiente” se evaporaba con la velocidad de la gasolina sin subsidio. En el nuevo feudo burocrático, las nóminas de los “funcionarios del pueblo” superan los 180 mil pesos mensuales. Lo suficientemente alto como para indignarse del neoliberalismo de antaño, pero no tanto como para renunciar a él.
La presidenta Claudia Sheinbaum, promotora de la continuidad moral de la 4T, los designó sin pestañear. Su silencio frente a este carnaval salarial no es ingenuidad: es complicidad. Porque todo nombramiento es una decisión política, y toda decisión política tiene un costo ético. Sheinbaum no solo heredó el aparato del obradorismo, lo perpetuó con los mismos protagonistas que ya dominaron la petrolera más endeudada del mundo y ahora administran el fondo de vivienda más grande de América Latina.
Si la Cuarta Transformación prometía limpiar la casa, hoy parece más bien un reciclador de la mugre institucional. En cada movimiento de cúpula, en cada nombramiento de “viejos conocidos”, el morenismo demuestra que su moral es elástica, capaz de justificarse mientras el botín sea propio y el relato siga siendo emotivo.
Lo que en el discurso fue un gobierno del pueblo, en la nómina es un gobierno de privilegiados que predican austeridad desde sus cuentas bancarias engordadas con dinero público. Y mientras el país intenta sobrevivir a la inflación y la precariedad, la nueva administración se ufana de pagar “menos que en el neoliberalismo”. Qué consuelo.
Con informacion: ELNORTE/

No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu Comentario es VALIOSO: