El cerebro humano es como ese vecino que nunca deja de hacer reformas en su casa: cambia todo el tiempo, a veces sin avisar y otras, de forma totalmente radical. Un estudio reciente publicado por El Diario Español, El Pais,de la autoría de Jessica Mousso, machaca la idea de que desde niños hasta viejitos la chamba cerebral se divide en cinco grandes “edades”, separadas por cambios bruscos, casi como empezar de cero cada vez que creías que ya te conocías .
La biología cerebral que respalda estas cinco edades es tan fascinante como caótica. Dentro del cráneo llevan fiesta unas 86 mil millones de neuronas, las reinas del chisme eléctrico, que se conectan a través de sinapsis para que puedas pensar, respirar o acordarte de tu contraseña. Estas “mariposas del alma”, como les llamaba Ramón y Cajal, van tejiendo enredos y redes que no se quedan quietas: a cada edad, el cerebro reorganiza su arquitectura para mantenerse en forma, cambiar emociones y ajustar comportamientos.
Todo esto, advierten los cerebristas, no son fronteras rígidas ni fórmulas cerradas: así como cada quien envejece a su modo, cada cerebro baila al compás de su propio tambor. Lo increíble es que ahora podemos mapear esos cambios, entender las ventanas de vulnerabilidad a enfermedades y, por si fuera poco, seguir maravillándonos de la capacidad de reinvención que tiene la masa gris.
De los 0 a los 9: El laboratorio infantil
En estos años, el cerebro es como un parque de diversiones en plena construcción. Las neuronas forman conexiones a lo loco y solo sobreviven las más veloces y sociables. Aquí se cocina todo: aprendes a caminar, hablar, emocionarte, y justo cuando empiezas a medio dominar las reglas, llega la pubertad y lo revuelca todo otra vez .
De los 9 a los 32: Adolescencia XXL
Olvídate de que dejas de ser “adolescente” cuando te sale barba o pagas tu primer renta. El cableado cerebral sigue ajustándose hasta pasada la treintena, afinando conexiones y mejorando la eficiencia como si fuera una banda que cada vez toca más coordinada. Madurar, dice la ciencia, no depende solo de biología, sino también de si te dejan vivir solo o sigues comiendo con tu mamá .
De los 32 a los 66: La gran meseta
Aquí, el cerebro alcanza su punto máximo de “conexión Wifi”. Todo opera estable, sin grandes sobresaltos, se afianza la personalidad y la inteligencia toca su techo, como una carrera a velocidad crucero. Pero claro, eso no significa que en este periodo no puedas vivir tus crisis existenciales o reinventar tu vida, solo que tu cerebro ya no va a remodelar la casa tan seguido .
De los 66 a los 83: Los achaques y las alertas
Justo cuando creías que habías descifrado la vida, empieza la curva descendente. Aumentan los riesgos de demencia, la hipertensión y otros “regalitos” de la edad. Las conexiones cerebrales ya no responden al mismo ritmo y toca cuidarse, porque aquí el cerebro entra en período de fragilidad, aunque eso sí, no pierde del todo el sentido del humor .
Más de 83: Cerebro vintage
En esta última fase, el cerebro comienza a trabajar en sus propias frecuencias, y las diferentes regiones se comunican cada vez con más dificultad. Como una pareja de abuelos que ya no se escucha bien, pero aún así se entienden. Aquí se acaban los mapas claros y empieza el territorio desconocido: la longevidad cerebral .
Así que, si sientes que tu cerebro está en plena mudanza o simplemente remodelando su sala, es porque nunca deja de cambiar. Y lo hace, para bien o para mal, durante toda la vida.
Con informacion: DIARIO ESPAÑOL/ELPAIS/JESSICA MOUZO

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