El reporte sobre desapariciones en Mazatlán y Sinaloa no es un simple comunicado oficial, sino una auténtica radiografía de la descomposición, tanto del tejido social como de las estructuras estatales de seguridad. Los números mas que hablar, gritan, y ponen a bailar a los burócratas de la Fiscalía y la Secretaría de Seguridad en una coreografía grotesca de simulación e impotencia que no esconde su tufo a la ineficiencia que comparten con la estrategia federal militarizada.
Números como metralla: horror estadístico
- Entre el 1 de septiembre de 2024 y el 14 de octubre de 2025, 656 personas han desaparecido solamente en Mazatlán, lo que da un promedio de 1.6 desapariciones diarias. No es un error de dedo ni un lapsus de cifras: es una sistematicidad propia de epidemia, no de excepción.
- Siete de las víctimas ni siquiera vivían en Sinaloa, sino en Durango. Porque aquí la violencia no pide visa, ni domicilio fijo; cualquiera puede ser borrado del mapa.
- En la cuenta estatal, los desaparecidos suman 2,635, de los cuales 1,851 siguen sin rastro alguno. Las “buenas noticias” presumen 568 localizados vivos y 216 muertos: la ruleta rusa cierra con un tiro en la cabeza de la esperanza.
La administración del desastre: respuestas huecas y lugares comunes
- Según la SSPM de Mazatlán, todos los días verifican los “eventos” de privaciones de la libertad y aseguran coordinación “de los tres niveles de gobierno”. El mantra burocrático de siempre: mesas de paz, análisis de incidencia, recorridos de prevención.
- “Nosotros somos los primeros respondientes”, se dice, como si la rapidez bastara, cuando la efectividad es casi nula y la impunidad es la regla madre.
- En la narrativa oficial, la zona turística tiene “menos casos,” y la Marina y Guardia Nacional cuidan cuando hay mucha gente… o sea, cuando hay negocio. Pero fuera de ese paraíso para turistas, el territorio es tierra de nadie.
Cifras, narrativas y omisiones
- Mazatlán es apenas el segundo lugar estatal: Culiacán rebasa los mil casos. Ahome y Navolato se cuecen aparte, pero el mal es estructural y atraviesa toda la geografía sinaloense.
- Tan sólo en la primera quincena de octubre de 2025, en todo el estado se abrieron 81 nuevas carpetas de investigación, y apenas cuatro víctimas fueron localizadas vivas.
- El discurso oficial nunca aborda, y menos explica, la raíz: una pugna entre facciones del cártel de Sinaloa desbordada desde septiembre de 2024, que deja más de 2,000 homicidios dolosos y miles de millones en daños. El contexto de guerra no declarada nunca se reconoce en voz alta, pero transpira cada línea del comunicado.
El infierno detrás del protocolo
- Cada cifra implica familias rotas, colectivos que buscan cuerpos, madres que pegan fichas y rezan. Ejemplo: el caso de María de los Ángeles Valenzuela, buscadora desaparecida, o del joven de Durango, absorbidos por la noche mazatleca sin que la maquinaria estatal logre otra cosa que oficinas saturadas y declaraciones hueca.
- El reporte promete «análisis de incidencia» y «recorridos de seguridad», pero la realidad es que las desapariciones, lejos de disminuir, se sostienen con la misma constancia con que los funcionarios reciclan frases.
Aquí no hay Estado presente: hay un parte de guerra cotidiano disfrazado de boletín técnico, donde la ineficiencia institucional es la música de fondo y la desaparición, el estribillo que no deja de sonar.
Con informacion: NOROESTE/

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