Esta ya parece una escena muy repetida en el guion de la IN_seguridad nacional. Si en la tele vimos al “Chino” escaparse cual Houdini aun y con la custodia numerosa de la Guardia Nacional Militarizada, pegada como sombra que no ve, ahora Monterrey nos trae la secuela: un ex-militar que le disparó a su ex pareja y que fue atrapado en peliculesca huida despues de ensartarse, ya se escapó del mismísimo Hospital Universitario… mientras el policía que debía vigilarlo salió un momentito “porque llegaron las enfermeras”.
Entrenamiento de fuga exprés
- Primero fue el “Chino”, que se esfumó pese a la rigidez militar y la cantaleta oficial de que “nadie se mueve sin orden”. Resulta que sí se movió… y a paso veloz.
- Ahora es Uriel Fernando “N”, que se peleó con su ex, la hirió con un fusil, protagonizó una persecución hollywoodense, lo balearon, lo metieron al hospital… y aún así logró fugarse.
Ambos episodios tienen en común algo inquietante: parece que a las fuerzas de seguridad las entrenan más para dejar escapar que para custodiar.
El chiste se cuenta solo
El custodio de hospital jura que se salió solo “un momentito” porque entraron las enfermeras a trapear. Ese instante bastó para que desapareciera un reo recién baleado, como si la herida hubiera desaparecido mágicamente. Lo tragicómico es que, a diferencia de los militares que dejaron ir al “Chino” y ni siquiera pisaron celda, aquí al pobre municipal de guardia sí lo detuvieron de inmediato por omisión, porque el color del uniforme se impone, el azul o negro no protege tanto como el verde que actúa como armadura medieval.
Doble rasero, misma historia
- Guardia Nacional y militares dejan escapar a un capo: ninguno tras las rejas.
- Un poli municipal distraído deja ir a un militar herido: va de cabeza detenido.
La ley dice que la omisión también es delito, pero parece que entre fugar a un criminal de renombre bajo resguardo federal y dejar ir a un dizque ex-soldado desbordado de celos, lo sancionable depende de la jerarquía.
Epílogo con tintes tragicómicos
En México, escapar ya no es un acto de astucia criminal, sino una tradición institucionalizada. Como si existiera un manual secreto de “protocolos de fuga asistida”, y la primera regla fuera: abre la puerta, voltea a otro lado, y espera la nota roja.
Con informacion: ELNORTE/

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