Américo Villarreal lleva 35 meses de gobierno y casi tres años instaladísimo en el sótano del ranking de los gobernadores peor evaluados del pais, y lo verdaderamente grotesco es que ya ni sorprende. Ser el 28 de 32 y todavía tener cuatro peldaños de colchón para no coronarse como el peor del país ,donde ya ha estado,no es alivio, es casi un recordatorio cruel de que la mediocridad también tiene grados. Entre líneas, su sitio en la encuesta de Mitofsky grita: “estoy mal, pero podría estar peor”, lo cual para un gobernador debería ser una vergüenza, no un consuelo.
El “mérito” de la mediocridad
- 35 meses seguidos hundido en evaluaciones bajas no se logran por accidente; hay que ponerle una disciplina férrea a la ineficacia.
- Su “consistencia” en el fracaso ya lo hace ejemplo nacional de lo que no debe ser un gobierno.
- Mientras otros gobernadores suben y bajan —que si la obra pública, que si la seguridad, que si el discurso— Villarreal sigue como roca inamovible en las cloacas del top.
Lo que significa para los ciudadanos
Para el ciudadano común, este ranking no es sólo un numerito: es la radiografía de la vida diaria en Tamaulipas. Que Américo se mantenga estacionado en el pantano de la desaprobación significa:
- Que lo cotidiano huele a abandono: calles sin mantenimiento, inseguridad tratada como rumor, servicios públicos a la baja.
- Que la esperanza de que «al menos reaccione» murió antes del primer informe.
- Que Tamaulipas no tiene gobernador, sino un doctor en anestesia social: aplica sedante con discursos huecos y la gente sigue con la herida abierta.
Ironía sobre ruedas cuadradas
La tragicomedia es que Villarreal logró lo imposible: ser tan irrelevante que nadie espera nada, y aún así, logra decepcionar. Su permanencia en el hoyo es tan constante que ya podría registrarse “la Villarreal constante” como unidad de medida de lo estancado.
- “¿Cómo va tu vida?”
- “Pues, nivel Américo: sin mejora desde hace años.”
El fondo del mensaje
Estar en el lugar 28 de 32 no debería interpretarse como media tabla baja, sino como una sentencia: el pueblo lo evalúa como lo que ven y sienten—un gobierno desinflado, sin carácter, sin rumbo, sin resultados.
Al final, lo más serio de este eterno desastre es que Villarreal no compite por mejorar; compite por no ser el absoluto peor. Y esa carrera, vista desde la plaza pública, es tan grotesca como prescindible.
Con informacion: MITOFSKI/

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