Alena Kharissova no sólo fue “paciente” en el Doctors Hospital Auna de Monterrey; fue rehén. Literalmente secuestrada durante 30 horas porque “el sistema” quería exprimir cada peso posible, con cobros fantasmas, servicios no prestados y precios alucinantes de medicamentos. El hospital la retuvo como quien no suelta el refri hasta que pagas el secuestro exprés, y todavía la obligó a arrastrarse en bata hasta cajas para exigir correcciones.
Cobros de ciencia ficción: el Pepto-Bismol de 6 mil pesos
Más allá del clásico robo disfrazado de hospitalización (“quirófano que jamás pisó”, “servicios fantasmas”), está el insulto a la inteligencia: ¡cobrar casi 7 mil pesos por una caja de Pepto-Bismol! Pastillas que en cualquier farmacia rondan 90 pesos. ¿Qué traía la caja? ¿Estampitas milagrosas? ¿Conferencia exclusiva con el Dr. Simi?
Además, la falsificación de firmas en documentos médicos: ya ni para cobrar un Pepto hacen bien las cosas.
“No hay vergüenza, sólo listas de cobro”
Cuando reclamó, no hubo ni una pizca de vergüenza. El cinismo del personal es tal que “mentir descaradamente” ya es manual del hospital. Y para colmo, cuando demandó recomponer los cobros, entró en shock anafiláctico… y primero resolvieron el papeleo, luego su vida. “¿Bombas, pastillas? No importa, primero el voucher y luego la jeringa.”
El abuso es común, no excepción
Los comentarios como reacciones a la informacion publicada por EL NORTE, confirman que esto no es un caso aislado, sino la norma:
¿Ir al hospital privado en Monterrey? Es como subirse a una montaña rusa de indignación: te marean, te sacan todo el dinero posible y cuando bajas… sigues pagando.
- Todos coludidos y con doctorado en manipulación:
Más que médicos parecen actores de thriller: te espantan con diagnósticos, investigan si tienes seguro (si no, ni te pelan) y empiezan con análisis de “paicología” para sacarte la confesión… de tu cartera. Te pueden cobrar $80,000 por tres días en cama y ni siquiera rozan el quirófano. Eso sí, te prometen que es “por tu bien”.
“Jamás regreso, ni se lo recomiendo a mi perro”, dice bee blu, y nadie lo culpa. - Hospedaje en el IMSS: el nuevo lujo escandinavo:
Hay quienes prefieren el IMSS porque ahí no te prolongan la agonía con vueltas alargar y cobros de infarto. “En Dinamarca me siento”, dice Alberto Alejandro, ironizando sobre la comparativa pública-privada. - Muguerza y Zambrano, los “menos peores”:
Si tienes urgencia, pediatra y trescientos pesos, vete a Muguerza Conchita; o mejor a Zambrano, que te sale igual que “el Peruanito Doctors”. O sea, es cuestión de dónde te quieren clavar menos el colmillo.
(Gracias, Dr. House MD, por la recomendación casi resignada.) - Ratería y barbarie institucional:
Lo de menos es el robo: aquí lo que asombra es el profesionalismo para estafarte en bata blanca. El colmo, claman, es que no sólo ningún hospital se salva, sino que hasta las aseguradoras mejor se fueron (por corrupción recargada con cambio de dueño exprés).
(¿Dónde están las auditorías? Ah sí, en el limbo.) - Hospedaje en el INFIERNO:
El hospital público es la miseria. El privado, la desvergüenza absoluta. “Un infierno con clima y Wi-Fi”, dice Jesse. - Recién egresados y papelitos, la fórmula letal:
La rotación de practicantes sin experiencia, la fábrica de consentimientos firmados y el manual de “curarse en salud” para el hospital resultan en tragedia: muertos, dineros volando y cero rendición de cuentas.
(“Asesinos y ratas”, concluye In Trump We Trust.) - Medicamentos, los nuevos lingotes de oro:
Llevar tu propia medicina es herejía. Por sus reglas, todo debe ser facturado en caja, aunque sea a precio de Tesla. Y si tienes seguro, ¡susto doble! Porque toca firmar pagarés y aceptar cargos que ni sabías que existían (gracias, Christus Muguerza Sur). - Desgloses opacos y corrupción sin pudor:
¿Pedir desglose? Mejor pide un milagro.
Médicos y hospital en contubernio, facturando lo que se pueda inflar sin rubor, elevando la prima del seguro cada año como si fuera tanda de la abuela.
(“Mafia de blanco”, acusa LECTOR.) - Dramas de telenovela (y cobros “por caja”):
Si no te cobran de más por el chicle, es porque les falta creatividad. Que la culpa es de la víctima por no leer bien o por reclamar muy fuerte. Pero nunca del hospital, “que sólo se atiene a sus políticas”.
En resumen:
Si sobrevives a la enfermedad, te van a querer matar de un coraje: médicos que se sienten contadores, hospitales como casas de empeño, y pacientes con cara de cajero automático.
¿Indignación ¿Dónde está la autoridad sanitaria? ¿Quién regula los costos? ¿Por qué se permite el cobro de medicinas a precio de oro? ¿Cuándo empezamos a llamar a las cosas por su nombre: fraude, extorsión, mafia hospitalaria?? No, esto ya raya en deporte extremo.
Con informacion: ELNORTE/




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