El empresario maderero Joel Méndez López, hermano de la alcaldesa de electa de Amatlán de los Reyes, del partido de Morena,Guillermina Méndez López, fue asesinado a balazos en pleno partido de béisbol en el estadio “Salomé Baroja” de Córdoba, Veracruz, sin que las autoridades pudieran prevenir —ni mucho menos evitar— el crimen.
Méndez López se encontraba en las gradas junto a su familia cuando un hombre armado se le acercó y le disparó directamente a la cabeza con un arma calibre 9mm. Aunque de inmediato fue trasladado de emergencia al Hospital General de Córdoba, falleció horas después debido a la gravedad de las heridas. El atentado, presenciado por decenas de familias y menores, evidencia el total desdén de los agresores ante cualquier presencia policial y la inoperancia de la estrategia estatal ,federal y militar de seguridad
El ataque no fue un simple caso aislado: Joel Méndez, además de empresario y patrocinador del equipo “Maderas Serrano”, había sido candidato a la alcaldía de Tezonapa en 2021. Durante aquella campaña fue víctima de un intento de secuestro denunciado públicamente, sin que las autoridades tomaran medidas efectivas para protegerlo. Hoy, la omisión institucional resulta mortal.
Impunidad rampante y estrategia fallida
El asesinato de Méndez López ocurre en un contexto de creciente violencia en Veracruz y el pais. Apenas días antes, otro ataque armado dejó un policía herido en Omealca, a pocos kilómetros de Córdoba, y se multiplican los casos de enfrentamientos, atentados y ejecuciones, mientras las autoridades insisten en que “todo está bajo control”.
Ni los operativos de seguridad desplegados tras los hechos ni los discursos oficiales logran ocultar lo que es evidente para la población: la estrategia para combatir la violencia en Veracruz —sea la que fuere— ha fracasado estrepitosamente. Hoy, los estadios deportivos, los barrios y las calles son terrenos de nadie, donde cualquiera puede ser asesinado, incluso frente a sus seres queridos.
Mientras tanto, las autoridades —incapaces y rebasadas— sólo atinan a lamentar los hechos y prometer “investigaciones”, que rara vez llevan a la captura de los responsables, perpetuando así el círculo vicioso de impunidad y miedo que consume al estado.
Por que facilidad pasmosa ?
El hecho de que un sicario pudo acercarse entre la multitud, apuntar y disparar a quemarropa contra un empresario y ex candidato político, en pleno partido y a la vista de todos para enseguida huir, es una condena silenciosa —y brutal— a un modelo de seguridad completamente desfondado en Veracruz.
El asesinato de Joel Méndez López, hermano de la alcaldesa electa de Amatlán de los Reyes por Morena, no ocurrió en una emboscada en carretera, ni en una calle oscura y solitaria. No. Fue en un estadio concurrido, en una tarde deportiva, rodeado de familias y menores, con el sol aún en el cielo. Y aun así, nadie lo protegió, nadie detuvo al asesino, nadie lo vio venir… hasta que ya era demasiado tarde.
“Facilidad pasmosa” no es una exageración amarillista: es la única forma de nombrar lo que pasó cuando un sicario —tranquilo, impune y sin oposición— caminó entre el público, localizó a su objetivo, le disparó a la cabeza y escapó. ¿Dónde estaban los filtros? ¿Dónde las cámaras? ¿Dónde los cuerpos de seguridad, los rondines, la inteligencia, los operativos anunciados? No había nada. Y si lo había, falló por completo.
Este acto confirma lo que los ciudadanos ya saben y temen: en Veracruz, cualquiera puede morir en cualquier momento, en cualquier lugar. Es tierra de nadie.
Y no hablamos de un ciudadano cualquiera. Méndez no sólo era empresario y excandidato, sino también hermano de una alcaldesa electa, ligada al partido gobernante. Si a él no pudieron —o no quisieron— protegerlo, ¿qué le espera al resto de la población?
Esto no fue un descuido. Fue una consecuencia directa de un Estado fracturado, donde el crimen organizado se mueve con comodidad quirúrgica y donde las estrategias de seguridad federal y militar, hechas para el aplauso mediático de una mañanera del pueblo, son tan inútiles como peligrosas.
Lo de Joel Méndez no fue un golpe al azar. Fue un mensaje. Y es el Estado quien está en silencio. Y ese silencio también mata.
Con informacion: ELNORTE/

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