El estado de Sinaloa,administrado por el gobierno de Morena de Ruben Rocha Moya,pero gobernado por la agenda narca,se ha posicionado a la cabeza a nivel nacional en el incremento de homicidios dolosos y desapariciones, en un contexto de crisis de seguridad sin precedentes, que tiene su fundamento en una guerra interna del Cartel de Sinaloa y una fallida estrategia federal con acompañamiento militar encabezada por Omar Garcia Harfuch.
De acuerdo con Mexico Evalua y su análisis más reciente ,durante el primer trimestre de 2025, Sinaloa registró un incremento del 178.9 en homicidios dolosos respecto al mismo periodo de 2024 y 224% en relacion con los primeros meses de 2025,contrastados con 2024,ademas del mayor aumento en una década y el más alto del país en términos porcentuales.
“Sinaloa, Tabasco y Guanajuato, ahora Sonora, Quintana Roo, Puebla y la Ciudad de México se suman a las entidades con un balance muy negativo; superan el promedio del año 2024 y registran una tendencia a la alza. Todos estos territorios experimentan un reacomodo violento de las fuerzas criminales, motivado por la disputa de diferentes mercados ilícitos”, explica el diagnóstico.
En materia de seguridad el gobierno,Harfuch y militares se equivocan,los resultados no se miden en discursos ni en cifras oficiales, sino en la tranquilidad que la gente experimenta al salir a la calle. Si la paz no se advierte en los hechos, la estrategia sigue siendo una promesa incumplida.
Mientras la violencia siga marcando la vida cotidiana de los sinaloenses, cualquier estrategia de seguridad será solo un eslogan vacío. La verdadera paz se construye con resultados, no con intenciones, ni cifras espectaculares de alto impacto que no impacten.
La seguridad no se decreta ni se presume: se vive o no se vive. Y hoy, en Sinaloa, la realidad habla más fuerte que cualquier boletín oficial.
La eficacia de una estrategia de seguridad se mide en la calma de las calles, no en el ruido de los operativos. Si la gente no percibe paz, la estrategia está fallando.
Las tasas de incremento nacional por entidad, según el análisis de México Evalúa, son las siguientes:
| Estado | Incremento (%) |
|---|---|
| Sinaloa | 178.9 |
| Tabasco | 66 |
| Puebla | 112.3 |
| Aguascalientes | 150.7 |
| Ciudad de México | 72.5 |
Personas desaparecidas
En el mismo análisis, considerando la tasa de casos por cada 100 mil habitantes Sinaloa es el segundo estado con mayor tasa de desaparición. De enero a febrero de 2024 Sinaloa tenía una tasa de desaparición de 1.6 por cada 100 mil habitantes, sin embargo esta incrementó a 4.3 en los primeros dos meses de 2025 lo que representó un incremento de 163.6 por ciento.
Con estas cifras, Sinaloa solo se mantiene por debajo de Sonora que tiene una tasa de desaparición de 5.4 por cada 100 mil habitantes.
La crisis
La crisis de seguridad se documenta desde el 9 de septiembre de 2024, jornada que inició con un enfrentamiento que se extendió en la zona oriente de la ciudad de Culiacán y se desplegó hacia la salida norte de la mancha urbana.
Por este despliegue de civiles armados que agredieron a militares las clases fueron suspendidas y la ciudad permaneció en resguardo, una medida de autocuidado implementada por locales con un antecedente de dos jornadas violentas conocidas como Jueves Negro, o comunmente llamadas Culiacanazos, que ocurrieron el 19 de ocutubre de 2019 y el 5 de enero de 2023.
En ambos Jueves Negros el detonante de la violencia fue la captura de Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, pues los despliegues realizados fueron contra fuerzas de seguridad gubernamentales y dirigidas a detener las actividades cotidianas del estado para presionar por su liberación.
En el primer Jueves Negro, Ovidio Guzmán fue liberado por el Gobierno Federal para que se detuviera el despliegue del crimen organizado en el estado.
En ambas ocasiones los hechos violentos cesaron en menos de 24 horas pero la crisis que actualmente enfrenta Sinaloa se ha mantenido pues deriva de una pugna entre dos facciones del Cártel de Sinaloa, Los Chapitos y Los Mayos, fundados por Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán e Ismael ‘El Mayo’ Zambada García respectivamente.
La crisis actual se detonó semanas después de que Zambada García fue detenido en Estados Unidos, el 25 de julio de 2024 al arribar al país en un avión privado, y días después emitió una carta con ayuda de su defensa en la que expuso que fue retenido contra su voluntad por Joaquín Guzmán López y llevado a la fuerza ante las autoridades norteamericanas. Joaquín Guzmán López también fue detenido ese día.
La intención cuenta,no mas que el resultado
En Sinaloa, el gobierno federal y estatal ha desplegado una serie de acciones para enfrentar la crisis de violencia: incremento de presencia militar y de la Guardia Nacional, operativos coordinados, detenciones de generadores de violencia, decomisos de drogas y armas, y desmantelamiento de infraestructura criminal.
Sin embargo, el resultado tangible de estas estrategias es, a la fecha, insuficiente: los delitos de alto impacto, como homicidios y desapariciones, siguen en aumento o se mantienen en niveles alarmantes.
El problema de fondo: Estrategia vs. Resultados
Una estrategia de seguridad solo puede considerarse efectiva si se traduce en paz y seguridad perceptible para la población. Cuando la violencia se mantiene o incluso aumenta, los esfuerzos -por más visibles o costosos que sean- quedan rebasados por la realidad. Los indicadores de éxito no pueden limitarse a detenciones, decomisos o presencia militar, sino que deben reflejarse en una reducción sostenida de los delitos y en una mejora en la percepción y calidad de vida de la ciudadanía.
Como señala, lo que cuenta es el resultado: si la estrategia no logra que la sociedad advierta paz y seguridad en los hechos, no sirve. Los esfuerzos gubernamentales, aunque reconocibles en números de operativos y aseguramientos, han sido claramente insuficientes ante la magnitud y complejidad del problema. La violencia y la impunidad persisten, y la sociedad lo resiente día a día.
Conclusión
El caso de Sinaloa ilustra que el despliegue de recursos y acciones gubernamentales no es garantía de éxito si los resultados no se reflejan en la vida cotidiana de la población. Una verdadera estrategia de seguridad debe ser evaluada por sus efectos reales: la disminución de la violencia y la recuperación de la paz. Si esto no ocurre, la estrategia, por más sofisticada o mediática que sea, simplemente no cumple su propósito.
Con informacion: NOROESTE/ MEDIOS

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