Un ataque armado registrado la madrugada de ayer sábado 29 de noviembre en el bar La Resaka, ubicado sobre la carretera Tula–Refinería, en la comunidad Llano Primera Sección, dejó como saldo preliminar siete personas sin vida.
De acuerdo con los primeros reportes, hombres armados irrumpieron en el establecimiento y dispararon indiscriminadamente contra los asistentes, generando pánico entre quienes se encontraban en el lugar.
Todo esto ocurre, mientras Sinaloa sigue incendiado, Michoacan sitiadores «cuentachiles cuentamuertos» Omar García Harfuch,responsable de la estrategia y con dos agentes de inteligencia desaparecidos en Jalisco a los que no les ha dedicado una letra en algun «tuit», presume AVANCES desde sus redes,que no dibujan la realidad del pais,como grita informe ciudadano en Sinaloa.
«En estos 13 meses de la administración de la Presidenta @Claudiashein ha habido avances significativos en materia de seguridad, las detenciones, los aseguramientos, el incremento de las operaciones en coordinación con las entidades federativas para detener a generadores de violencia, sumado a los otros ejes de la Estrategia Nacional de Seguridad, se ven reflejados en la reducción del 37% de los homicidios dolosos, falta mucho por hacer, pero es importante que la ciudadanía sepa que vamos avanzando.»…OGH/
Pero esto de TULA no fue un simple ataque: fue una masacre sin disfraz, un acto de terror con todas sus letras. Una noche cualquiera, un bar convertido en trinchera improvisada, y de pronto la metralla decide quién vive y quién no. Los disparos llovieron sin aviso, la gente cayó sin entender de dónde venía el infierno, y los responsables se largaron como si estuvieran rodando su propio videoclip del narco, sin un solo obstáculo en el camino.
Muertos y heridos quedaron regados en el suelo, víctimas de una violencia que México ya parece digerir con el café de la mañana. Pero, ¿hasta cuándo seguimos llamando “ataques armados” a lo que claramente son actos terroristas? Porque si un grupo con poder de fuego, organización y dominio del miedo no encaja en la definición de terrorismo, entonces habría que reescribir los diccionarios.
Estados Unidos ya catalogó a varios cárteles mexicanos como organizaciones terroristas. No lo hizo por gusto, sino porque operan con la lógica del terror: sembrar pánico, humillar al Estado y mostrar que en ciertas zonas la autoridad real tiene otro nombre. Lo de Tula es sólo una escena más de esa película sangrienta sin director, en la que la impunidad sigue firmando los créditos finales.
Con informacion: LA SILLA ROTA/

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