En Michoacán no todo lo verde es esperanza; también deja unos mil 800 millones de pesos al crimen organizado cada año, cortesía del limón y el aguacate. Es el botín más jugoso del país: cuotas del 60 por ciento por kilo de limón y del 20 por ciento por kilo de aguacate, porque en la Tierra Caliente la cosecha se reparte entre la tierra… y el cartel.
Este escandalo de «vulgares cobrones» que se reproducen como cucarachas por todo el pais con ayuda del gobiernos de Morena ,como el de Tamaulipas,nos hace recordar Julio César Chávez, el gran campeón de boy que recien soltó su gancho mediático declarando que dos criminales de primera línea eran “finísimas personas”, una visión que compartía públicamente López Obrador.
Pero ese cariño en Michoacán se mide en toneladas: sólo el Valle de Apatzingán, junto con Buenavista, Parácuaro, Aguililla, Tepalcatepec y Múgica, produce unas 600 mil toneladas de limón al año. La matemática del infierno es clara: tres pesos por kilo al crimen, siete de costo, ocho de venta. El productor se queda con cuatro pesos y la bendición del santo patrono de los exprimidos.
Según el propio SIAP, a septiembre pasado hubo 133 mil 299.50 hectáreas sembradas de limón y 104 mil 846.56 cosechadas. El promedio: 50 a 60 toneladas por hectárea. El máximo: 100 toneladas si no llega la cuota armada a “negociar”.
Para el aguacate tampoco hay piedad: producir un kilo cuesta entre 15 y 22 pesos, pero el cobro mafioso va de uno a tres pesos. En 2024 se produjeron más de un millón de toneladas, lo que significa que los criminales embolsaron otros 2 mil millones anuales. Negocio redondo: ni Hacienda ni el SAT se atreven a auditarlo.
La extorsión, mientras tanto, crece 15 por ciento: de 182 denuncias entre enero y septiembre de 2024 a 209 este año. La Presidenta Claudia Sheinbaum, como si fuera nueva en el ring, anunció que mandará más de 100 mil elementos federales a Michoacán después del asesinato del Alcalde de Uruapan, Carlos Manzo. La tragedia ocurrió justo donde reina el Cártel Jalisco Nueva Generación, ese que ya tiene su propia marca de terror y territorio.
Los empresarios, hartos de tanto diagnóstico federal y de tan poca acción, enviaron una carta exigiendo paz, seguridad y resultados. Pero la realidad es que los encuentros oficiales siguen dejando fuera a los sectores productivos, académicos y religiosos. En Michoacán, el limón, el aguacate y la sangre se siguen mezclando; y entre abrazos mal dirigidos y promesas recicladas, el campo mexicano se marchita al son de la extorsión.
Con informacion: ELNORTE/

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