El sistema electoral a la «mexicana», se supera cada día en creatividad para descomponer la democracia, y esta vez, el Tribunal Electoral ha dado una clase magistral de “hipocresía criminal” digna de exportación. Primero dejór pasar los infames acordeones—esas “ayuditas” para votar por los perfiles de Morena y el Gobierno que fueron repartidos casi cual volantes en estación del Metro y sin sanción alguna ,mientras partidos, candidatos y funcionarios jugaban a violar la ley con la complicidad impune de quienes deberían impedirlo.
Ahora, en un giro grotesco, los fiscales electorales estatales le ruegan a la Presidencia que, por favor, castigue lo que hace cinco minutos el Tribunal dejó pasar sin siquiera pestañear.
La Asociación Mexicana de Fiscales Electorales propone—en pleno ataque de lucidez tardía—que se endurezcan y multipliquen los delitos para combatir este sospechoso “fenómeno de espontaneidad ciudadana”, que, por simple probabilidad matemática, fue una operación coordinada y profesional para inducir el voto con instrucciones explícitas hasta el último dígito de la boleta y que ahora nos permite tener un sistema de justicia deslegitimado.
Pero aquí la tragicomedia no termina: la ley actual ni siquiera contempla sanción específica para la masiva producción y distribución de acordeones. El vacío legal es tan grande que cabría una imprenta entera de guías de voto, diseñadas con la precisión de una lavandería para lavar no dinero, sino la voluntad popular de millones.
Mientras tanto, el INE se conforma con multas mínimas—no se vaya a afectar la “equidad” estampando alguna consecuencia real—y el Tribunal Electoral indulta en masa porque, a su juicio, “un papel en el bolsillo no amenaza la licitud de toda una elección”.
La propuesta de los fiscales es clara: urge tipificar como delito la distribución de acordeones—físicos, digitales u holográficos—si pretendemos que algún día el sufragio vuelva a tener sentido. De paso, que se incluyan los crímenes de violencia política, usurpación de acciones afirmativas, manipulación de propaganda digital y, por supuesto, coacción de voto en prisiones; ya que estamos exhibiendo el desastre, al menos que la ley vaya a la par.
Porque no, dejar de cumplir la ley nunca puede ser opcional. Y el día que un papelito anónimo, salido de una oficina oscura, pese más que la voluntad popular, como ya ocurrio, será el epitafio de la democracia mexicana. Bienvenidos al país donde el crimen electoral no se castiga: apenas si se regula para que luzca más decoroso en la próxima elección.
Con informacion: ELNORTE/

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