En Tepoztlán, donde hasta los zopilotes saben que el suelo no se vende ni con toda la labia política del país—porque es tierra comunal—se armó ayer una revuelta estridente y harto elocuente afuera de la mansión de mil 200 metros cuadrados del senador gerundio de la izquierda discursiva: Gerardo Fernández Noroña.

Los lugareños, curtidos en asambleas y broncas de propiedad, no fueron a felicitarlo: “¡Tepoztlán es comunal, ya basta de fraudes y corrupción! ¡Fuera Noroña!” tronaron, mientras zarandeaban cartulinas que más que pancartas eran otras bofetadas públicas para el legislador. ¿La casa? Nombrada “La casa del silencio”, que más bien retumbaba de gritos indignados.
Arena pública y ética bajo sospecha
El tamaño de la mansión, el supuesto “crédito” bancario para adquirirla (por 12 milloncitos de pesos), y el reciente pasado de Noroña viviendo “apretujado” en una vecindad, son ingredientes demasiado sabrosos para no sospechar de cocinas políticas cochambrosas.
Los manifestantes recordaron algo que hasta los bancos confirman: la tierra comunal en Tepoztlán no se traspasa ni se escritura sin aval de la asamblea (y ni de chiste un banco da crédito para una operación así). Está clarito: habría que investigar si la escritura aparece “mágicamente” gracias a alguna oficina o notario con la mano afloja. El Banco Inmobiliario Mexicano fue contundente: no hay créditos para casas en tierra comunal, punto.
El silencio como estrategia (y como domicilio)
Noroña, fiel a su estilo, tira la bolita: “La casa tiene escrituras”, declara, como si eso fuera un conjuro suficiente para disipar la nube de irregularidad legal y social que lo sigue.
Lo cierto es que ningún documento presentado, ni crédito público, y sí muchas ausencias: de explicaciones, de actas asamblearias, de procesos comunales. Mientras tanto, la Presidenta Claudia Sheinbaum que se solidariza con el “cacheteado” en la Camara de los Diputados, en modo esfinge, evita pronunciarse sobre lo extraordinariamente ordinario que resulta un senador de la “izquierda del pueblo” defendiendo su patrimonio inmobiliario en zona protegida, convocando al lodazal mediático para sacar a flote la solidaridad partidista.
Testimonios: de asambleas y simulacros
El asesor legal de la Asamblea de Bienes Comunales, Carlos Rojas Almazán, fue directo: si hay escritura, no debió existir, porque el terreno es comunal por decreto y sólo un simulacro notarial o una maroma ilegal pudo dar paso a ese papel. Los programas de crédito para tierras comunales existen, pero son para los integrantes auténticos de la comunidad, no para paracaidistas políticos.
En resumen:
- Los pobladores exigen la restitución del predio al pueblo de Tepoztlán, por considerarlo ilegalmente transferido.
- La operación inmobiliaria de Noroña es insostenible legal y socialmente hasta que muestre, con luz y taquígrafos, todas las pruebas que dice tener.
- El “silencio” de la casa y de las autoridades es tan ruidoso como la protesta misma.
- Y la tierra, esa sí, sigue sin venderse… aunque algunos crean lo contrario a fuerza de discursos.
El aire de Tepoztlán huele a bugambilias, pero también a fraude, impunidad y cinismo político en estado puro.
Con informacion: ELNORTE/

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