Uno de los funcionarios de Pemex acusado por EE.UU de recibir sobornos para obtener contratos entre 2019 y 2021, en el sexenio de AMLO, es Erick Alexandro Núñez Albarrán, ex titular de Auditoría en la subsidiaria de Exploración y Producción de Pemex y que ahora resulta, es director de Atención a Órganos Fiscalizadores de la Secretaría de Infraestructura y Obras Públicas (SIOP) en el Gobierno estatal de la morenista Rocío Nahle en Veracruz.
El Secretario de Obras del Gobierno de Nahle es Leonardo Cornejo, involucrado también en el caso de corrupción de Odebrecht en México y quien se encargó, bajo la supervisión de la actual Gobernadora, de arreglar los contratos de obra en la refinería de Dos Bocas, donde se registró un sobrecosto de más del doble de lo presupuestado por el Gobierno.
De la “Cosa Nostra a Nuestra Cosa”
La Crónica de una mafia en versión huachicol institucional
Si don Vito Corleone levantara la cabeza y leyera las acusaciones contra Erick Alexandro Núñez Albarrán, exauditor de Pemex Exploración y Producción (PEP), lo primero que diría es: “Qué falta de estilo, mis muchachos”. Porque la mafia clásica, la de cuchicheo en la trastienda, los capos en trajes italianos y las bustarelle (sobres discretos), jamás hubiera cometido la vulgaridad de aceptar un reloj Hublot y una bolsa Louis Vuitton como soborno. Eso es Disneylandia de corruptos, no el refinado arte de la corrupción que Sicilia patentó.
Pero en México, la Cosa Nuestra (la versión tropicalizada de la mafia italiana) tiene otros códigos: no importa la estética, lo importante es firmar el contrato inflado, aceitar la licitación amañada y luego acomodarse en un puesto público al servicio del siguiente jefe.
El silencio y la lealtad al sistema no se sellan con abrazos sicilianos, sino con nombramientos en secretarías estatales, como el que llevó a Núñez directo a la SIOP del gobierno de Rocío Nahle en Veracruz. Aquí, las recompensas no son viñas en Calabria: son oficinas con aire acondicionado en Xalapa.
Capítulo 1: El método
En Sicilia, la mafia controla la extorsión, la droga y la basura.
En México, la mafia controla Pemex. Y Pemex es la droga, la basura y la extorsión, todo en uno.
Los empresarios Rovirosa Martínez y Ávila Lizárraga entendieron el manual de operaciones: si una auditoría te bloquea pagos, no contratas a un abogado, contratas a la bolsa Louis Vuitton. El funcionario sonríe, la auditoría desaparece, y el negocio sigue. Don Corleone decía: “un negocio se hace con amistad”, y aquí se hace con efectivo en sobre Manila más un accesorio de diseñador para endulzar la transa.
Capítulo 2: El padrino político
Si en Italia había un padrino que intercedía con políticos, en México el padrino es… el político mismo. ¿Qué mejor pacto que tener a Leonardo Cornejo —un Odebrecht boy de pura cepa— encargado de las obras faraónicas de Dos Bocas bajo la anfitrionía de Rocío Nahle?
El mismo guion de siempre: contratos inflados, sobrecostos del doble, silencio oficial y premios en forma de puestos estratégicos. La mafia aquí ya no necesita esconderse: da conferencias de prensa hablando de soberanía energética mientras la corrupción huele a petróleo crudo derramado.
Capítulo 3: La Omertà 4T
La mafia siciliana tenía la omertà, ese juramento de silencio absoluto.
La 4T tiene lo mismo, pero con siglas distintas: se llama “no traicionaremos al movimiento”.
El código es claro: puedes aceptar relojes de lujo, puedes alterar auditorías, puedes inflar refinerías; lo único que no puedes hacer es hablar mal del jefe. Aquí no se guarda silencio por honor, sino por miedo a perder el hueso o el fuero. Y, por si acaso, para los que se ponen nerviosos, siempre está la puerta giratoria: sales de Pemex para entrar a una secretaría estatal. Que quede claro: nadie se queda fuera de la familia.
La moraleja mafiosa
La Cosa Nostra sometía al Estado.
La Cosa Nuestra es el Estado.
Mientras en Palermo los capos eran vistos como enemigos del gobierno, en México la élite criminal tiene credenciales oficiales, escoltas del erario en camionetas blindadas, la nómina institucional y un segundo piso del gobierno harto solapador. Aquí no se cobra el “pizzo” en una pizzería de barrio; se cobra en contratos petroleros, en licitaciones de refinería y en secretarías estatales.
La mafia italiana podía darte “pies de cemento” y tirarte al mar.
La mafia mexicana te viste con guayabera, te da un cargo en Xalapa y te invita a cortar el listón de una carretera mal hecha.
👉 Conclusión:
La diferencia entre La Cosa Nostra y La Cosa Nuestra: allá la mafia se oculta, acá la mafia gobierna. Y mientras la transformación presume de moral superior, sus operadores siguen bailando al ritmo de relojes caros, bolsas exclusivas y contratos inflados por la “honestidad valiente”.
Con informacion: ELNORTE/

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