“¡Es que no entiendes, Samuel! ¡No entiendes!”, grita la joven influencer, desesperada, mientras su pareja, un joven abogado que sueña con llegar a las grandes ligas de la política nacional, la escucha con la mirada fija en sus manos, esperando el momento en que el enojo decaiga y pueda abrazarla para calmarla.
Pocos en el antro les ponen atención. El pop en inglés que retumba por el local parece mutear su discusión. En este lugar es común que después de las 2 de la mañana las parejas peleen cuando el alcohol les nubla la cabeza. Pero ni Mariana ni Samuel están ebrios. Es simplemente la costumbre de su relación: es 2016 y son jóvenes, intensos y suelen discutir acaloradamente, incluso frente a sus amigos.
Nadie adivinaría que ese par, cinco años después, retaría a todas las encuestas del país y en la cuarta semana de la elección del 2021 se desenterrarían de un tercer lugar en las mediciones de intención de voto para crecer hasta ser los favoritos para convertirse en “primera dama” y gobernador de Nuevo León.
“¡Ya, ahí la dejamos, si quieres!”, insiste Mariana Rodríguez, a quien ni las canciones pegajosas y simplonas, le bajan el mal humor. “¡No, cómo crees! ¡Hay que resolverlo, cálmate!”, le responde Samuel García, quien en ese entonces es una joven promesa de la política estatal que trabaja como diputado local.
Quien narra esta historia a EMEEQUIS es una amiga de Mariana Rodríguez, asistente a la reunión de esa noche, quien pidió omitir su nombre para no tener problemas. La discusión entre ambos, recuerda, inició por un disgusto de Samuel García cuando vio que otro joven coqueteaba con su novia, algo que ocurría frecuentemente en aquellos años.
“Te mentiría si te dijera que sé cuál ruptura fue esa. Cortaban, regresaban, cortaban, regresaban. Cada 15 días nos enterábamos que Mariana lo había terminado y a los pocos días volvían. Fue una relación muy accidentada”, recuerda la confidente, quien vio a Mariana, entonces de 21 años, salir esa noche del antro dando portazos y grandes zancadas.
También asegura que vio a Samuel, con 29 años, correr detrás de ella, decidido a que esa discusión no fuera la última de su noviazgo. En unos días –tal vez horas– la labia del hoy candidato a gobernador remendó la mala noche y el próximo fin de semana se dejaron ver juntos, de nuevo, como si nada hubiera sucedido.
“Hoy son irreconocibles”, dice. “De ser un noviazgo bien difícil (sic) han creado un matrimonio bien sólido. No los unen los hijos ni una carrera en común. Son polos opuestos, pero encontraron algo en común: los dos quieren ser las personas más importantes del país”.
HOUSE OF CARDS AL ESTILO REGIO
“¿Ubicas la serie de Netflix House of Cards? Bueno, si me dijeras a qué pareja de la televisión se parecen Mariana y Samuel, te diría que vieras esa serie. Son ellos. Cuando se ponen un objetivo son dos mentes trabajando juntas para lograrlo”, dice la fuente.
Se refiere al matrimonio televisivo de los personajes ficticios de Frank y Claire Underwood, un par de políticos astutos –y despiadados– que trabajan juntos para un mismo objetivo: que él pase de ser un político local en Washington a presidente de Estados Unidos y que ella haga un salto de activista a primera presidenta de la Unión Americana. Cueste lo que cueste.
Los dos personajes tienen un matrimonio turbulento. A ratos se aman, luego se odian. Pero ante el mundo proyectan una imagen de unión inquebrantable, tanto que durante las primeras cinco temporadas, Claire Underwood se vuelve indispensable para las metas de su esposo: hace campaña para él, recauda fondos por él, da entrevistas por él y hasta se corta y tiñe el cabello según las preferencias de las electoras para asegurar el voto de las mujeres por su esposo. Sin ella, él reconoce que no tiene futuro.
La comparación no parece distar mucho de la realidad. La influencer Mariana Rodríguez ha probado ser el activo más grande de la campaña del emecista Samuel García: ella hace campaña por él, canta en spots por él, pega calcomanías por él e, incluso, ha moderado sus apariciones en redes sociales por él y su campaña.
Mariana, dicen en Movimiento Ciudadano, es tan candidata como su esposo. También se pone el chaleco naranja, ondea las banderas del partido, le da de comer a los perros de la calle, besa bebés, abraza mujeres y entrega volantes bajo el sol. Su visibilidad es crucial para ganar el voto de las mujeres y de las clases altas en Nuevo León.
Un mensaje en su cuenta de Instagram llega a más seguidores (1.5 millones) que todos los habitantes que hay en Monterrey (1.1 millones). Los likes que cosecha (hasta más de 120 mil) iguala al número de pobladores que tiene San Pedro Garza García. Y una publicación cualquiera rivaliza en atención en medios de comunicación que los spots de los rivales de su esposo.
“Yo no te estoy diciendo que esté mal. O que esté criticando su matrimonio. Al contrario: lo que quiero contarte es que pasaron de ser unos chavitos inmaduros que poco tenían en común a ser un matrimonio que tiene un objetivo bien claro: quieren poder político”.
UNIDOS POR UN CONEJO
La dupla Mariana-Samuel existe gracias a un conejo. Mejor dicho: un conejo que paseaba por las playas de Jalisco atado a una correa. La anécdota la suele contar Mariana Rodríguez para ejemplificar esa rara alineación de planetas que permitió que ella y Samuel García se conocieran.
Ella es hija de una maestra y un empresario mueblero que parecía que primero había aprendido a bailar y luego a caminar. Desde muy niña tomó clases de ballet y durante el primer tramo de su vida, las piruetas dominaron su vida. Pero al llegar a la universidad puso en pausa la danza y eligió la carrera de psicología organizacional, inspirada en una maestra de la preparatoria que también había estudiado psicología.
Pero Mariana prefería ser escuchada en lugar de escuchar a los demás. Abrió su cuenta de Instagram en 2011 y sus tutoriales maquillándose ganaron notoriedad entre otras chicas. Su fama creció inesperadamente y para el segundo año de la carrera, ella ya era una influencer de tiempo completo: las marcas se peleaban por una discreta mención en sus redes sociales, que detonaban compras compulsivas de niñas que anhelaban verse como ella.
Fue justo en el tercer semestre de la carrera cuando conoció a Samuel, el hijo de una heredera de un gran negocio de refacciones y un prominente abogado tamaulipeco. Desde niño a “Samuelito” le gustaba posar para las cámaras: a los 10 años conducía un noticiero infantil en el canal 28 de Nuevo León y en la preparatoria era el primero en inscribirse en cursos de oratoria.
Era un joven ambicioso que quería coleccionar títulos académicos: licenciatura, maestría, apilar un doctorado encima de otro. Nervioso, hiperactivo, suertudo. Tanto que en su primer intento en la política perdió en la carrera por convertirse en diputado local por el distrito 18 de Nuevo León bajo las siglas de Movimiento Ciudadano, pero los votos cosechados por su partido le permitieron llegar, de panzazo, al Congreso nuevoleonés como plurinominal.
En el verano de 2015, él viajaba cada dos semanas al bastión de Movimiento Ciudadano, Puerto Vallarta, Jalisco, para una reunión entre amigos. Y ella había hecho el viaje anual que hace su familia a la playa para broncearse con el sol del Pacífico.
De pronto, una familia bajó a la playa con su mascota, un conejo con correa. La imagen resultó tan extraña a los huéspedes del exclusivo hotel Icon Vallarta que todos tenían puestos los ojos en la inusual escena. Y ahí se cruzaron las miradas de Mariana y Samuel.
La familia de ella la animó a hablarle, asegurándole que era un muchacho que le convenía ligarse: de familia adinerada, educado, famoso por su fallida campaña política, pero diputado electo al fin y al cabo. Los amigos de él lo retaron a hablarle: ella era la famosa “Chavacana”, reina del Instagram regio. Sin embargo, Mariana no quería. A sus amigas después les confesaría que Samuel le parecía chocante a primera vista, especialmente por el hábito que tiene de hablar por teléfono casi gritando para que la gente note su presencia.
La curiosidad venció a la influencer y lo buscó en Facebook. Para su sorpresa, desde la cuenta de Samuel García le habían enviado una solicitud de amistad varios meses antes. Al aceptarlo, él se comunicó con ella de inmediato y la invitó a La Santa, un antro de “mirreyes” en Puerto Vallarta, pero Mariana tenía otros planes: ella iría a Strana, un club de playa para “niñas bien”. Parecía que el romance no sacaba chispas.
Al día siguiente, Samuel insistió. Esperó pacientemente a que Mariana volviera de un viaje en yate y la invitó a cenar. Luego, bebieron vino y bailaron hasta la madrugada en Strana. Ahí se besaron por primera vez y, aseguran ambos, sellaron su destino.
Una semana después se hicieron novios. Mariana se lo pidió a Samuel por teléfono.
Hacen campaña juntos con los colores de su partido. Fotos: Especial.
LOS COSTOS DE LA SOBREEXPOSICIÓN
El resto es una historia muy conocida. Demasiado, critican sus familiares y amigos. Cada paso de la relación fue exhibida en redes sociales, como una telenovela en tiempo real. El noviazgo, el desarrollo de los negocios de Mariana, la campaña al Senado de Samuel, el bebé que perdieron en un aborto espontáneo y, ahora, la carrera rumbo a la gubernatura.
Cada acto cotidiano era un pretexto para mostrarse: una ida al gimnasio, comprar carne para asar e, incluso, la privacidad de sus habitaciones. Pero detrás de las historias de Instagram, los filtros y los hashtags pegajosos, había una historia privada que no se ventilaba al público.
“No eran, para nada, una pareja ideal. Samuel es celoso, es una persona muy tradicional. Le gusta la atención sobre Mariana, pero cuando se sale de control, entonces explota. Y Mariana es muy intensa, muy explosiva. Si las cosas no salen como ella quiere, puede voltear una mesa”, asegura otro amigo que conoce a la pareja política del momento en Nuevo León.
Cuando le pregunto si es verdad que se parecen al matrimonio de la serie televisiva House of Cards, el amigo de Samuel García ríe y responde que sí. Pero no son similares a Frank y Claire Underwood, sino a sus rivales en la quinta temporada, el matrimonio de Will y Hannah Conway, un par de jóvenes republicanos que también anhelan el poder político de los Underwood.
En la serie, los personajes Will y Hannah Conway exponen su vida en las redes sociales creyendo que eso les hará ganar la Casa Blanca. Cada acto cotidiano de su vida es compartido para sus seguidores. Los dos son expertos en selfies e, incluso, hacen maratones de enlaces en vivo para atraer votantes. Son rubios, blancos, privilegiados y parecen superficiales… hasta que se revela que cada paso que dan está perfectamente calculado.
Pero la sobreexposición tuvo sus costos: ella se convirtió en la burla de miles y él en un meme de moda. Al principio funcionó bien: sus nombres pasaron de ser reconocidos en Nuevo León a estar en los labios de gran parte de los mexicanos. Luego, hubo que bajar el volumen a la estridencia y ajustaron su estrategia. Lo hicieron sólo hasta que Movimiento Ciudadano escaló a un apretado primer lugar.
“Quienes creen que Mariana es tonta, se equivocan. Es listísima. Ella sabe cómo darle la vuelta a las redes sociales mejor que cualquier politólogo. Y Samuel es inteligentísimo. Él sabe muy bien que un meme es más poderoso que un viejo discurso”, dice el amigo del emecista.
Atrás, dice, quedó la pareja que se peleaba en los antros a gritos. La que escondió sus múltiples rupturas. La que barrió bajo las redes sociales las veces en que ella le pidió que nunca más le hablara y que él le aseguró que nunca más la buscaría, si no cambiaba su forma caprichosa de ser. La que mostró al público cada paso rumbo a una boda en plena pandemia, excepto las veces en que estuvieron cerca, muy cerca, de cancelar la ceremonia.
Cuando vieron que juntos podían lograr más de lo que jamás imaginaron por separado, su relación cambió por completo. Se fijaron objetivos, uno cada vez más ambicioso que el otro: un emporio de maquillaje, un conglomerado de negocios que iban desde moda a servicios legales, una senaduría y, ahora, la gubernatura de donde nacieron.
Como los personajes de House of Cards, el futuro político de él depende de ella, su verdadera estratega de campaña. La mujer que está logrando lo que pocos creían: hoy Samuel García brinca, como conejo sin correa, en dirección a la gubernatura con una ligera ventaja sobre el candidato del PRI, Adrián de la Garza.
“Quien los crea tontos, está cayendo en su juego”, dice la amiga de la influencer, recordando los días de una Mariana Rodríguez inmadura que hacía drama junto a la barra de un antro fifí en San Pedro Garza García.
“Eso es lo que quieren que piensen. Y, cuando los subestimen, ellos van a ganar”.
Fuente.-@oscarbalmen/
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