El sábado pasado, en una serie de tuits, Alfonso Durazo, el posible secretario de Seguridad Pública de un gobierno presidido por Andrés Manuel López Obrador, afirmó lo siguiente:
“Durante este sexenio, hasta el mes de octubre se habían contabilizado 114 mil homicidios dolosos, que sumados a los 120 mil del gobierno de @FelipeCalderon, nos arrojan 234 mil muertos en hechos de violencia en los dos gobiernos en los que @JoseAMeadeK fue secretario de Estado”.
“Esa es la prueba más evidente del fracaso de la estrategia que el PRI y el PAN han aplicado por 11 años y que @JoseAMeadeK pretende continuar. No se le pueden entregar al país otros 100 mil muertos al final del próximo gobierno”.
Con esas afirmaciones, el señor Durazo parece estar sugiriendo dos cosas: 1) el número acumulado de víctimas de homicidio es la prueba más contundente del éxito o fracaso de la política de seguridad de un gobierno, y 2) rebasar una suma acumulada de 100 mil homicidios en un sexenio debe interpretarse como un fracaso.
Si en efecto eso opina, si esa es su métrica, debe prepararse desde ya para que su gestión sea un fiasco. Haga lo que haga, decida lo que decida y deje lo que deje.
¿Por qué? Porque es casi imposible que se acumulen menos de 100 mil víctimas de homicidio en el próximo periodo sexenal.
Van algunos números para que se entienda el argumento. En 2017, algo más de 30 mil personas fueron asesinadas. Eso equivale a una tasa aproximada de 24 por 100 mil habitantes. Vamos a asumir que este año la tasa sea similar (probablemente se incremente).
Ahora, supongamos que la política de seguridad de la siguiente administración es muy eficaz y la tasa de homicidio se reduce en una cuarta parte cada año. Es decir, para 2024, ese indicador se ubicaría en 5.7 homicidios por 100 mil habitantes, el mejor resultado en la historia del país (Nota: usé datos de Conapo para todos los cálculos de esta columna http://bit.ly/2Eq51KN).
En ese escenario optimista, se sumarían 103 mil víctimas de homicidio en el periodo 2019-2024. Si la caída fuese de 20% por año, una trayectoria que supondría disminuir en dos terceras partes la tasa de homicidio para 2024, acabaríamos con un total acumulado de 116 mil víctimas mortales, un número no muy distinto al alcanzado durante el sexenio de Felipe Calderón.
Y esos, repito, son los escenarios positivos, con caídas sostenidas en la tasa de homicidio. Si esa condición no se cumple, el total sexenal podría ser similar o superior al de la actual administración.
¿Eso significa que necesariamente va a ser un fracaso el siguiente gobierno? No. Pero sí implica que tenemos que utilizar otras métricas. El conteo mecánico de muertos no dice gran cosa sobre la evolución de la violencia ni, mucho menos, sobre la eficacia de la política de seguridad.
En primer lugar, tenemos que ver el problema en términos relativos, usando tasas. De otra forma, se nos pierde el hecho obvio de que, manteniendo todo lo demás constante, hay más de todo, incluyendo homicidios, en una población más grande.
Pero, más importante, es necesario un lente de política pública más amplio. Reducir la violencia homicida es un objetivo importante de la política de seguridad, pero no puede ser el único. Contener las muchas otras formas de victimización (robo, extorsión, etcétera) es otro. Mejorar la percepción de seguridad es uno más.
En resumen, vamos a tener muchos muertos por un largo rato más. Sea quien sea el ganador de la próxima contienda electoral, sea cual sea la política que adopte. Es mejor asumirlo desde ahora y no aspirar a lo imposible.
De lo contrario, el fracaso está cantado desde ahora. Inevitablemente.
Fuente.-alejandrohope@outlook.com
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