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martes, 21 de julio de 2015

'Los MILITARES DISPARARON contra ellos, YO LOS VI CUANDO PASARON'...la narrativa.


Idelberto creció  en una comunidad humilde de Ostula. Ahí los niños no gozan de muchas comodidades cotidianas y la televisión es un lujo que lo atrae al hotel Costa Michoacana todos los días, donde los dependientes acostumbran permitir a los pequeños ver sus programas favoritos. Ese pequeño espacio de recreo le costó la vida el pasado domingo a Idelberto.
El niño de 12 años es quien aparece muerto en las fotografías que dieron la vuelta al mundo el domingo pasado, con el rostro atravesado por una bala que le entro por el ojo, y su sobrina, Jenny de 6 años, con el cuerpo ensangrentado, tras el enfrentamiento entre el Ejército mexicano y pobladores de Ostula.
Parecía que ese sería un domingo como cualquier otro, y los niños acuden como siempre al restaurante de hotel para ver televisión por cable en el restaurante del lobby. A los pequeños no les interesa que a menos de cien metros se desplegaban los vehículos del ejército y miles de uniformados para dispersar a los pobladores que se manifestaban sobre el puente de Ixtapilla para protestar por la detención del líder de las autodefensas, Semeí Verdía Zepeda.
Afuera del hotel el ambiente se tornaba tenso, pero los niños sentados en el suelo solo intentaban escuchar su programa. Poco antes de las 5 de la tarde nadie advierte aún el peligro que hay afuera  y la dueña del hotel le pide a Idelberto que vaya a la tienda por pañales para su bebé.




A Idelberto le gusta ser acomedido con los dependientes del hotel, así que accede a hacer el encargo, toma a su sobrina de la mano y salen a la tienda, le sigue su hermano Miguel para comprar un chocolate.
Los tres niños caminan de regreso. se empiezan a escuchar gritos: la gente corre despavorida a todas direcciones y es escuchan las balas. Idelberto toma a Jenny de la mano y corren al hotel, que está a tan sólo cinco metros para ponerse a salvo.
Ni bien atravesaron la puerta de vidrio, una bala atravesó la cabeza de Idilberto y otra hirió a Jenny en la cabeza, quien gritó de dolor.
"Cuando lo vi ya estaba sangrando, no pude hacer nada por él, estaba respirando todavía, todo fue en 5 o 6 minutos", recuerda la dueña del hotel, quien solicita omitir su nombre y que le tomen fotos de frente, pero permite que fotografíen su espalda, donde exhibe una herida fresca de bala con dos puntadas. Ella misma levanta a Jenny del suelo al verla sangrar.
Ernestina, madre de Jenny y hermana de Idilberto corre al hotel e instintivamente busca primero a  su hija a quien encuentra bañada de sangre y llorando, la toma en brazos y mira hacia atrás en busca de sus hermanos menores y se percata de que Idilberto está inerte en brazos de Miguel.
Toman trapos, ropa, servilletas e incluso una vista para tratar de contener la hemorragia, pues advierten que el pequeño todavía vive pero es inútil, la sangre de Idilberto empapa todo el suelo de la recepción, "la misma gente de aquí lo levantó y se lo llevó, no vinieron ambulancias, eran camionetas de la (Fuerza) Rural", recuerda la dueña del hotel.
Heriberto murió camino al hospital, pero Jenny se recupera favorablemente, solo tenía un roce de bala en la cabeza.
Al día siguiente, Ernestina trata de narrar los hechos para la prensa local. No puede concluir las oraciones sin quebrarse en llanto cuando recuerda haber visto de lejos a los soldados disparar directamente los niños mientras corrían y ver a su hermano caer mientras llevaba Jenny de la mano. "Los militares dispararon contra ellos, yo los vi cuando pasaron", recordó.




El funeral
Entre rabia, indignación e impotencia, Idilberto fue velado hoy en la comunidad de Ixtapilla en la palapa del restaurante Costa Michoacana, a escasos metros de donde murió y fue enterrado en el camposanto de la comunidad de La Ticla, en un sencillo funeral acompañado por todo el pueblo, prensa local, nacional y estatal es tanta la gente que acudió, que la comunidad se cooperó para preparar quesadillas de arroz y caldo de pollo para tener algo que ofrecer a tal cantidad de asistentes. Su madre apenas puede mantenerse de pie, no soporta la pena de haber perdido al más pequeño de sus hijos.
Su padre, Miguel Reyes Vera, afirma que hasta el momento no se han acercado las autoridades a ofrecer ningún tipo de apoyo, pero ya habló con personal de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
La funeraria Guadalupe prestó sus servicios para el velorio, y permitieron a la familia que cubra los gastos de cien en cien pesos, conforme vayan teniendo dinero.
"No teníamos nada que ver con los soldados ni con la protesta de la gente, yo quisiera que no nos trataran de esa manera, que nos respetaran y no nos deberían haber castigado así, mi hijo era un niño que no tenía nada malo...ni mi nieta, una muñequita".
Idelberto yace en un ataúd sencillo, muy poca gente se acerca a mirarlo, pues su rostro ya no es del niño alegré que todos conocían. "Si hay algo que no vamos a perdonar es lo que le hicieron a este niño, esto no se le va a olvidar nunca a la comunidad, esto nos duele más que nada, nos dieron en nuestra parte más débil y nos la vamos a cobrar", sentenció otro de los ahí dolientes, mientras la carroza fúnebre se aleja con su cuerpo pequeño hacia el panteón.
fuente.-LaSillaRota.




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