El sábado 18 de abril dio a conocer Proceso y el Portal de Aristegui, una investigación periodística de los violentos hechos del seis de enero en Apatzingán, cuando el Palacio de Gobierno estaba tomado por grupos de autodefensa de diversas zonas del estado y la versión más acabada de lo que estaba pasando en aquellos días fue que no necesariamente eran autodefensas y que muchas de esas personas estaban ligadas a la delincuencia organizada.
En conversaciones en esos días con el Padre Goyo, párroco de la Iglesia local, habló de la descomposición del ambiente y de lo que había definido días antes como un “serio problema”.
La versión del gobierno la dio quien era comisionado para la Seguridad en Michoacán, Alfredo Castillo. Presentó videos y dio toda una explicación, la cual resultó por momentos confusa porque en las imágenes se veía que los grupos de autodefensas iban tras quienes repelieron la agresión.
Sin embargo, el propio comisionado aseguro que previamente se dio un enfrentamiento entre grupos ligados a la delincuencia organizada y que esto fue la causa central por la cual murieron violentamente muchas personas. La fundamentada información dada a conocer el fin de semana desmiente de manera categórica lo que dijo el hoy director de la Conade.
En caso de que esta versión sea cierta de nuevo estaremos ante la violencia desmedida de la autoridad, la cual no sigue protocolo alguno. Más bien pareciera que estamos ante delincuentes que se visten de uniforme para detener y atacar delincuentes. Tlatlaya es ejemplo de cómo la autoridad actúa de manera violenta y desproporcionada a pesar de que quienes violan la ley se puedan rendir.
En Apatzingán habrá que recordar que el conflicto estaba latente desde los últimos días del año, la violencia se veía venir. Varios alertaron sobre ello. Cuando se dieron los hechos del seis de enero para muchos el desenlace no fue tan sorpresivo.
Igual sucedió en La Ruana cuando Hipólito Mora alertó al comisionado y a Luis Miranda, en el sentido de que iban a ser atacados por El Americano y su gente. Con todo y que se alerta sobre escenarios violentos no se busca la manera de desactivarlos. En Michoacán en menos de un mes se dio aviso de los riesgos de lo que podía pasar en Apatzingán y en La Ruana y al final no se hizo nada.
Alfredo Castillo debe expresar su opinión sobre lo que se dio a conocer. No hacerlo es permitir que se crea en la opinión pública que el gobierno proporcionó una versión sin fundamento, amañada y cuestionable. Debe hacerlo porque dejar en el imaginario colectivo la versión de #fueronlosfederales deja al gobierno de Peña Nieto como violento y represor. ¿De Tlatlaya vamos a Apatzingán?
Fuente:
solorzano52mx@yahoo.com.mx
Twitter: @JavierSolorzano
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