Esta historia comienza por lo que parecería una insignificancia: presuntos comentarios de un estudiante de la Universidad Autonoma de Tamaulipas (UAT) en un grupo de whatsapp, en contra de Damaso Anaya Alvarado,aun rector por obra y gracia de su primo Americo Villarreal Anaya,que como gobernador de Morena pudo prostituir el Consejo Universitario,nos revela el verdadero rostro de la “dictadura universitaria,tambien ligada a figuras de crimen organizado.
Resulta que Dámaso Anaya, hoy amo y señor del presupuesto de mas de 5,000 millones de pesos de la universidad, pero ademas responsable de la educación de nivel superior que impacta el futuro de miles de estudiantes en Tamaulipas,mantiene un control férreo para imponerse en la UAT: aquí ni los chats privados están seguros ante el aparato de persecución interna, y quien se atreva a escribir –por más inocuo que sea– recibe advertencias escalofriantes como “llevar este asunto hasta las últimas consecuencias”, palabras usadas por el profesor denunciado,el docente indecente José Octavio Merino Charrez.

WhatsApp, el detonante del acoso institucional
La denuncia de hechos que ya salio del plantel por «oídos sordos», detalla que todo se originó porque el docente Merino Charrez acusa a un estudiante por presuntos “comentarios ofensivos” en una conversación casual entre compañeros; sin pruebas y sin haber dañado reputación alguna, el profesor decide activar la maquinaria institucional contra su alumno. Lejos de proceder con justicia, Merino fue respaldado e incluso blindado por la Defensoría de Derechos Universitarios, que, lejos de actuar, postergó la investigación, mientras el denunciante era acosado con amenazas y represalias.
El rector de lujo_s : poder para la familia, cero para la justicia
Pero aquí la irreverencia se convierte en indignación: el rector de lujo_s Dámaso Anaya, primo del mismísimo gobernador morenista Américo Villarreal, no sólo encabeza la universidad gracias a la presión de la política universitaria, sino que además quiere “premiar” a los denunciados con ascensos a puestos de mayor nivel. ¿Dictadura de piel delicada? Sí, una en la que los lazos familiares se anteponen a cualquier ética: en la UAT, cualquier señalamiento se barre bajo la alfombra mientras el equipo rectoral impone ley de silencio y protege a quienes convienen al sistema.
Impunidad y salida externa como única opción
Ya no sorprende que el estudiante, acosado y sin esperanza de recibir justicia dentro de la UAT, haya tenido que acudir a la Comisión de Derechos Humanos estatal, exhibiendo que en la universidad, cuando la primocracia nefasta de los Villarreal manda, ningún mecanismo interno protege a las víctimas. Al contrario, cualquier crítica, incluso en WhatsApp, puede convertirse en el inicio del tormento y persecución oficial.
La narrativa de la denuncia
El caso que se presenta en la denuncia es un escándalo universitario que expone, sin rodeos, la podredumbre institucional en la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT). Un estudiante –cuyo nombre fue censurado por motivos de protección–, harto del acoso, las amenazas y el silencio cómplice, decide romper el círculo vicioso de la impunidad y llevar su caso más allá de las endebles paredes universitarias, acudiendo ante la Comisión de Derechos Humanos de Tamaulipas y exigiendo la intervención de instancias externas para intentar frenar los abusos de José Octavio Merino Charrez, profesor de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia “Dr. Norberto Treviño Zapata”.
Un infierno universitario ignorado
El estudiante narra –sin concesiones ni adornos– cómo Merino Charrez utilizó su posición para amenazar con “llevar este asunto hasta las últimas consecuencias”, ejerciendo presión mediante comentarios ofensivos y chantaje emocional, todo ello ante la mirada “enojada, repulsiva y maliciosa” de un docente que, lejos de garantizar un ambiente sano, parece disfrutar de sembrar el miedo entre quienes deberían estar bajo su tutela académica.
¿La UAT, fábrica de funcionarios bajo sospecha?
Resulta aún más descarnado cuando se destaca que Damaso Anaya, actual rector de la UAT, quien fue detenido en 2022 ,de acuerdo con REFORMA ,fuentes periodísticas y judiciales, pretende premiar a personajes bajo sospecha, como Merino Charrez, proponiéndolo para ascender a un cargo aún más alto. Es un gesto que debería poner en jaque la credibilidad de cualquier institución educativa, pero en la UAT parece formar parte del manual de operaciones: si alguien es acusado de abuso de poder y acoso, la respuesta institucional no es investigar ni sancionar, sino blindarlo y encumbrarlo, es ademas sello en Morena y el oficialismo.
Denuncia externa y el colapso del sistema interno
No resulta extraño que el estudiante haya decidido acudir fuera de la universidad, ya que los mecanismos internos revelan su ineficacia o franco encubrimiento. La Defensoría de los Derechos Universitarios se mantiene en silencio, sin apertura de investigación ni intención de proteger a quienes denuncian. Cuando las víctimas entienden que el rector y sus funcionarios no sólo ignoran los llamados de emergencia, sino que promueven a los acusados a cargos superiores, acudir a instancias externas es no sólo una opción, sino una obligación para no sucumbir ante el hostigamiento y la negligencia institucional.
Cerrar las puertas del silencio
El caso destapa el eterno problema de las universidades públicas mexicanas frente a la violencia, el acoso y la impunidad: denuncias que se amontonan, autoridades que minimizan, y estudiantes que, si quieren sobrevivir y evitar represalias, deben buscar justicia en organismos externos. En la UAT, donde “la corrupción se premia y el abuso se asciende”, la denuncia fuera de la institución es el último recurso de quienes se niegan a ser silenciados. Aquí, el escándalo no es que haya una denuncia más, sino que quienes debían garantizar justicia la miran pasar mientras reparten medallas a sus favoritos.
El escenario peligroso
Estas prácticas de control y represión observadas en regímenes autoritarios de países China y Rusia (…ni se diga Corea del Norte), donde las opiniones estudiantiles –incluso simples comentarios en chats privados– pueden provocar represalias severas, persecución, hostigamiento y censura institucional. Como sucede en China, la vigilancia y presión ejercida por las autoridades académicas y políticas trasciende la vida universitaria, impactando incluso la vida personal y familiar del estudiante y bloqueando cualquier mecanismo genuino de protección de derechos.
En Rusia, también es común que los críticos del sistema universitario sean despedidos, sancionados o sometidos a campañas de hostigamiento sólo por expresar opiniones o denunciar abusos. Este tipo de ambiente, donde la denuncia interna es insuficiente y termina recurriéndose a instancias externas, es propio de sistemas que colocan la lealtad y protección del aparato de poder por encima de la justicia y el bienestar estudiantil.
En resumen:
Así es como se impone la dictadura universitaria en Tamaulipas: la piel es delicada solo para quienes están cerca del poder, pero el castigo y la persecución son brutales para quienes se atreven a romper el silencio. Y como suele suceder, el primer paso hacia la represión fue apenas un mensaje en un chat.
Con informacion: REDES/MEDIOS





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