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sábado, 27 de septiembre de 2025

«AHORA ANDAN de MUY PULCROS los CORRUPTOS»: «ADUANA MEXICANA AMAGA con IMPEDIR y hasta DESTRUIR DONACION de INSTRUMENTOS MUSICALES de SUIZA a NIÑOS de CHIAPAS»…asi fueran de bravos con el trafico de huachicol.


Un país que presume de su riqueza cultural y se llena la boca hablando de la niñez, pero que termina truncando un sueño de sonidos por un escritorio manchado de sellos y trámites, es un país que traiciona su propia música. Eso está ocurriendo en México: 50 instrumentos musicales, donados desde Suiza para los niños de Chiapas, tienen el paso bloqueado por una aduana que parece más interesada en la destrucción que en la construcción.

La llamada Youth Sinfonietta Chiapas, fundada por los hermanos Ana Catalina y Rodolfo Peña Sommer, trabajó durante meses para juntar violines, clarinetes y flautas que hoy descansan encarcelados en manos castrenses y burócratas. Instrumentos que no valen fortunas en dólares, pero sí representan un tesoro incalculable en vidas por transformar.

Y aun así, la maquinaria aduanera —esa red enlodada por el trafico de huachicol, donde se mezclan trámites absurdos, corrupción reconocida y poderíos militares— amenaza con triturar los sueños: “la caja con todos los instrumentos podría ser destruida”. Así, como si nada, como si fueran mercancía de contrabando, como si no fueran cultura, memoria, futuro.

Mientras tanto, los niños chiapanecos siguen esperando. Esperando que algún funcionario entienda que el arte no es un lujo, sino un derecho humano. Que el destino de un violín nunca debería ser reducido a astillas por un decreto sin piedad. Que la música no es enemigo ni contrabando, sino un salvavidas en tierras que demasiadas veces viven la marginación y el olvido.

Aquí no hay negocio turbio ni ganancias escondidas: sólo un grupo de músicos que, con sus propios recursos, quisieron acercar el milagro de Mozart, Bach o Vivaldi a comunidades donde los niños nunca han tocado un instrumento de calidad.

La paradoja es brutal: en una aduana que ha tolerado millones perdidos en corrupción, huachicol y contrabando, lo que les resulta intolerable es una caja de violines y clarinetes para la infancia. Ahí está la podredumbre: lo social estorba, lo cultural molesta, lo honesto incomoda.

Que se escuche claro: si llegan a destruir esos instrumentos, no estarán rompiendo madera ni cañas, estarán mutilando un futuro, desafinando la esperanza de decenas de infancias. Y eso sí es un crimen cultural.

Hoy, la Youth Sinfonietta pide solidaridad, y la recibirá. Porque el eco de esas cuerdas y esos vientos silenciados en la aduana suena más fuerte que cualquier decreto militarizado. Porque ni el papeleo ni la insensibilidad podrán sofocar la música que tarde o temprano vencerá al ruido podrido de una burocracia indigna.

Con informacion: ELNORTE/

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