Ocurrió como suceden tantos ataques armados en México. Llegaron dos hombres al lugar donde otros tantos comían, en la calle. Uno se acercó y disparó. Luego los dos huyeron. Las balas alcanzaron a dos de los comensales.
Gritos, incredulidad, llamadas de auxilio. Al final, ambos murieron. Uno era Benito Aguas, diputado federal por Veracruz, del Partido Verde, que apenas contaba 45 años. El otro era un amigo suyo, constructor, de nombre Agustín Linares. Sus asesinatos fueron dos de los 76 que el país registró el lunes 9 de diciembre, los primeros homicidios de alto impacto de la morenista Rocío Nahle, al frente del Gobierno estatal. No hay detenidos. No se sabe por qué.
Tampoco está claro a quién buscaban los atacantes, si iban contra Aguas o contra Linares. “Dicen que [los atacantes] llegaron en moto. Uno iba con una arma corta y disparó contra ellos dos”, explica Javier Herrera, diputado del Partido Verde, hijo del polémico Fidel Herrera, exgobernador de Veracruz, con el PRI. “Entonces, no sé si Benito estaba en la línea de fuego, o iban por él. Que yo supiera no tenía amenazas. Aunque siendo México, empiezas a pensar cosas. En cada elección municipal, en Veracruz siempre hay seis o siete crímenes relacionados con esto. Yo espero que esto no tenga que ver con las elecciones de junio próximo”, dice, en referencia a los comicios municipales del verano que viene.
“Benito era una persona muy querida”, dice Jonathan Puertos, ayudante del diputado asesinado, que desde este jueves ocupa su puesto en la Cámara de Diputados. “Habíamos recorrido juntos el distrito, los 25 municipios que él representaba en Veracruz… Tenía amigos en todas las localidades, conocidos. Nunca esperamos esta situación”, añade. En las imágenes del traslado de su cuerpo a su comunidad, Tepenacaxtla, en Zongolica, en plena sierra cafetera, aparecen decenas de personas en cada pueblo, algunas, incluso, con pancartas y mensajes pidiendo justicia por Aguas.
De Linares se sabe menos, pero así, de primeras, tampoco trascienden motivos que pudieran apuntar a un ataque en su contra. “Él llegó al pueblo porque le trajo a Benito la lápida de su papá”, explica Puertos. El padre de Aguas había fallecido en enero. El diputado preparaba estos días la celebración del cabo de año, un rito católico que pide la salvación definitiva del alma de los muertos. “Esta persona”, dice Puertos, en referencia a Linares, “estaba haciendo una obra en la región, una carretera creo, entonces aprovechó un flete para llevarle la lápida a Benito”, cuenta.
En eso estaban el lunes por la tarde. Aguas, alcalde de Zongolica de 2021 a mediados del año pasado, cuadro del Partido Verde en la región desde hacía 10 años, había recorrido varios municipios de la zona en los últimos días. El viernes, había acudido a Tezonapa, a la presentación del informe de Gobierno de la presidenta municipal. El sábado fue a Coetzala, donde entregó uniformes a equipos deportivos. “El domingo, platicamos por celular para agendar algunas actividades en más municipios”, explica Puertos, “porque se viene el proceso electoral de las municipales del año que viene. Y ya estábamos trabajando en eso”, añade.
El lunes por la mañana, Aguas le dijo a Puertas, que llevaba trabajando con él desde 2015, que subiría a Tepenacaxtla, a hora y media de la cabecera municipal de Zongolica. Iba a recibir la lápida. “Todavía a las 15.00, le mandé un mensaje de voz, de que ya se estaban atendiendo las indicaciones que había dado, sobre unos trabajos que había que coordinar con algunos municipios, rumbo a la sucesión en las presidencias”, sigue Puertos. “No me contestó. Imagino que estaban platicando”, añade.
Benito Aguas estaba con cuatro de sus hermanos, y con Linares, en el centro de Tepenacaxtla. Iban a comer salsa de huevo, un platillo local, en el centro de la comunidad. Fue entonces cuando llegaron los asesinos. Disparos, huida… “Enseguida me marcó su hermano”, sigue Puertos, sin especificar cuál de ellos, “me dijo, ‘¡Jona, urge que mandes una ambulancia, una patrulla, me acaban de quebrar a mi hermano, le metieron dos tiros y se fueron!’, así me dijo”, añade. La situación era crítica. Si la sierra de Zongolica es un territorio aislado, pobre, encontrar un hospital que pudiera atender heridas graves como las del diputado se antojaba harto complicado.
Conscientes de las dificultades, los hermanos subieron a Benito Aguas a un carro particular e iniciaron el camino de descenso a la cabecera municipal. Allí, al menos, había un hospital rural. A mitad camino, se encontraron la ambulancia que había mandado Puertas e hicieron el cambio. Los hermanos de Benito Aguas llegaron a Zongolica a media tarde, ya con el diputado moribundo. Enseguida, vieron que “ahí no podían hacer nada por él, porque no hay especialidades”, explica Puertos, así que lo trasladaron al hospital de Orizaba, más completo. Allí, sigue su antiguo colaborador, el diputado llegó medio muerto. “Ya había perdido mucha sangre. Llegó, pero ya no salió: a los 20 minutos falleció”, cuenta Puertos.
En este tipo de situaciones, tan habituales en el país, que cada proceso electoral cuenta decenas de políticos asesinados, se impone la búsqueda de un motivo, descifrar un contexto. “Él era caficultor, un tema muy artesanal”, explica Javier Herrera. “Empezó ayudando a un candidato a diputado en 2015, Tomás López Landeros, un empresario chatarrero de Córdoba”. Con ese impulso, Aguas empezó a hacerse un nombre y, ya en 2017, agarró el liderazgo del Partido Verde en Zongolica. “En ese año, el Verde lo postula para alcalde. Juega y pierde, pero levantó muchos votos”, sigue Herrera. “Quedó en segundo lugar, pierde por muy poquitos votos. Fue una proeza, sacó unos 6.000 votos”, añade.
Aguas siguió perdiendo, hasta 2021, cuando, ya en coalición con Morena, se alzó con el triunfo en la alcaldía del municipio. En Veracruz, el mandato del alcalde dura cuatro años, no tres como en el resto de estados, así que a principios de 2024, el partido le pidió que se apartara del cargo y contendiera por la diputación a la Cámara de Diputados. La buena racha siguió y ganó. La vida cambió poco, iba a las sesiones de la Cámara en la ciudad y volvía a la sierra. “Él andaba tranquilo, iba sin seguridad, sin amenazas. Se movía solo”, sigue Herrera. “Te das cuenta cuando alguien anda mal, porque ves recurso de dinero excesivo, camionetas de lujo, o mucha seguridad, pero Benito, nada”, añade.
En Veracruz, han aparecido rumores sobre posibles amenazas al diputado, exigencias de que cediera parte de su sueldo a los grupos criminales de la región. “Para nada, son solo comentarios, pero nada”, dice Jonathan Puertos. Javier Herrera dice que espera que el caso se resuelva. “Hoy [por el jueves] me escribió la gobernadora, diciéndome que está avanzada la línea de investigación. Es su primer delito de alto impacto, es importante que se dé respuesta”, zanja.
Fuente.-PABLO FERRI/DIARIO ESPAÑOL/ELPAIS/
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