Alicia Solís Rodríguez ha subido montañas y volcanes de México por más de 70 años.
Hoy, a sus 94 años, está feliz con su cosecha.
“Sembré muchas amistades y ahora estoy cosechando”, dice esta leyenda del montañismo nacional. “La cosecha más grande fue la del homenaje que me hicieron”.
Se refiere al jueves pasado, cuando quedó inmortalizada en el Salón de la Fama de la Confederación Deportiva Mexicana, un espacio donde honran a deportistas destacados en su ámbito.
Nacida el 10 de agosto de 1930 en Veracruz, Alicia radica en Ciudad de México y está de visita en Monterrey para ser reconocida por la Asociación de Excursionismo, Montañismo y Escalada de Nuevo León, estado cuyas montañas también ha recorrido.
Quienes la conocen destacan su vigor, compañerismo, valentía y su ánimo contagioso para nunca rendirse ante una cumbre.
En entrevista, recuerda los recorridos de ocho días desde el Pico de Orizaba, la montaña más alta de México ubicada entre Veracruz y Puebla, hasta la Basílica de Guadalupe en la capital del País.
“Todos me han dejado mucha satisfacción, todos tienen bellos paisajes, aunque la caminata que hice por primera vez del Pico de Orizaba a la Basílica con los pies con ‘perlas’ rosas y negras, o sea llagas. Yo ahí ya no podía”, comparte.
“En esa caminata encontré en todos los pueblitos gente muy amable, por mi carácter me los ganaba y ya no comíamos en la calle, sino que comíamos en casa de las gentes”.
Al final, en cada meta, expresa que nunca le faltó “una copita” para festejar.
Ella es integrante de la Brigada de Rescate del Socorro Alpino e impulsó diversos clubes y confraternidades montañistas del País
Alicia batalla un poco para escuchar, pero conversa de forma lúcida y con muy buena memoria.
Cuenta que inició como excursionista a los 18 años.
¿Por qué se quiso ir de excursión la primera vez?
“Quería conocer, y ya conocí, y me gustó”, responde.
En su juventud trabajó como maestra de una primaria en Córdoba, en su estado natal, donde impartió clases de tejido, gancho y aguja.
Anoche fue otra vez reconocida en un festejo en el salón de la Liga Autónoma del Socorro Excursionista del Norte (LASEN).
“En Córdoba hay cerros muy grandes”, comenta, tras decir que los subió todos con el entonces Club Huilango. “En tres meses conocí los volcanes, subida y bajada”.
En Monterrey, algunos de sus entrañables amigos son el matrimonio de Francisco Javier Ávila, de 81 años, y Celia Barbosa, de 74 años.
Se conocieron en 1961 en la montaña y desde entonces no se han separado porque Alicia visita con frecuencia la Ciudad.
“Todos le admiramos a ella su fortaleza y su perseverancia que, a pesar de haber sufrido en la ruta, ella llegaba a un campamento y se acomedía a calentar el lonche para invitar a todos a comer y a tomar café”, cuenta Francisco.
“Estar en la cumbre o en el paraje ¡es lo máximo! Compartimos todo. Al ir a la montaña no estamos pensando en los aumentos, en el camión, en los problemas que tiene la Ciudad para vivir. Estamos pensando a dónde vamos a ir caminar el otro domingo”.
Alicia dice que no se casó ni tuvo hijos biológicos, pero sí muchos adoptivos. Ella se refiere a tantos montañistas que cuidó durante las excursiones.
“Decía Bertha Ramírez, una compañera excursionista: ‘yo me casé con la montaña’, así yo”, expresa.
Sigue yendo a excursiones y montañas porque la llevan en vehículo, indica, y le entusiasma asistir a encuentros con sus compañeros montañistas.
Cuando está en una montaña se revitaliza, dice, allá arriba se llena de salud y felicidad.
Fuente.-ELNORTE/
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