Se entiende que los que ejercen el poder pretendan encontrar en sus opositores la culpa de lo que sucede ya sea la incapacidad, la ineptitud, o la complejidad de los problemas. Siempre sirve culpar al otro. A veces sirve mucho y en otras poco. El expresidente López Obrador tuvo el arrojo y el cinismo de culpar al pasado de todos sus problemas. Le salió bien. Diseñó toda una estrategia alrededor, sabía del hartazgo de la gente respecto de sus opositores.
Se sabe. Los enemigos son necesarios. Hay que nombrarlos y señalarlos, que la gente conozca a quienes obstaculizan la labor bienhechora del gobierno. Umberto Eco en su libro La creación del enemigo (Lumen) señala claramente esa necesidad: “Tener un enemigo es importante no solo para definir nuestra identidad, sino también para procurarnos un obstáculo con respecto al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al encararlo, nuestro valor. Por lo tanto, cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo”.
Ahora que Claudia Sheinbaum comienza el ejercicio de gobierno y encuentra no solo las dificultades de lo que sucede en el territorio nacional sino el horror en estado puro como lo fue la decapitación de quien fuera alcalde de Chilpancingo por seis días.
La fotografía de la cabeza del edil en el techo de su coche le ha dado la vuelta al mundo y nos ha dejado pasmados (cosa que en México es difícil de lograr). Este fue el evento previo a que la presidenta presentara su estrategia de seguridad.
Todos sabemos que la seguridad fue una tarea de la que huyó López Obrador desde el principio hasta el fin de su gobierno.
factura correrá a cargo de Sheinbaum; es parte de su herencia, nada puede reclamar.
El asunto está en cuál será el fantasma, el enemigo, al que recurrirá la presidenta para justificar ausencias, fallas, excesos u omisiones en seguridad.
En los últimos días de su mandato, López Obrador, desesperado por la situación en Sinaloa, mencionó como respuesta a la crisis que mataban más gente en Guanajuato. Palabras sin duda reconfortantes para los habitantes de Sinaloa y también para los de Guanajuato.
La presidenta Sheinbaum hizo algo similar al presentar su estrategia de seguridad. Puso como ejemplo de inseguridad al estado de Guanajuato y de adicciones a la ciudad de León, en ese Estado. Tal vez tiene razón la presidenta, pero lo que le da la vuelta al mundo es la imagen de la cabeza decapitada de un alcalde, el estado de sitio en que vive la ciudad de Culiacán, donde los comercios han cerrado o trabajan a tiempo parcial, no hay clases en las escuelas, la gente no sale a la calle por las tardes.
Pero parece que a Sheinbaum le reconforta que “en Guanajuato matan más”, como declaró su antecesor. Como si ese Estado fuera un país distante, como si no lo habitaran mexicanos, en el que suceden cosas espeluznantes que no se ven en otros rumbos de nuestra nación.
Ignoro si “el extraño enemigo” en la seguridad que construirá Sheinbaum sea Guanajuato, una entidad dentro de un país que ella gobierna. Sería mucho mejor, y no tiene que inventárselo, que haga del crimen organizado su peor enemigo.
Como bien señala Eco en su libro: “Los enemigos son distintos de nosotros y siguen costumbres que no son las nuestras”.
Fuente.-@juanizavala/DIARIO ESPAÑOL/ELPAIS
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