No son prófugos de la justicia, pero se dieron a la fuga. Su condena quedó asentada en una receta médica que los privó de su libertad y los dejó a merced del sistema de salud; inclusive, incomunicándolos de sus familiares.
Quienes logran cruzar el filtro sanitario, deben cargar con el estigma de ser una potencial arma biológica; se trata de personas enfermas de COVID-19, que –ante un episodio de ansiedad– decidieron, impulsivamente, emprender la huida lejos del hospital donde se encontraban retenidos.
Las fotografías de enfermos semidesnudos, o en el mejor de los casos con una bata deslavada a medio abrochar, se ha convertido en una postal de la pandemia por el coronavirus en todo el mundo, y en el caso de México, estas imágenes se han repetido en al menos 15 ocasiones en los últimos dos meses, tanto en hospitales públicos como privados.
Las imágenes habitualmente se acompañan de suicidios reales o en tentativa, o agresiones a personal médico, que muestran la carencia de protocolos ante un fenómeno que especialistas han definido como “nosocomefobia”, es decir, miedo a los hospitales.
La ventana del área de oncología del hospital General Tula-Tepeji, en Hidalgo, ya fue reemplazada en dos ocasiones en el mismo mes. Dos intentos de fuga la rompieron, ambas con consecuencias desastrosas. En el primer incidente, el 4 de mayo, un paciente de 52 años saltó al vacío desde el tercer piso; no lo mató el virus.
Doce días después, desde la misma ventana, otro enfermo también intentó escapar. Su familia, aparentemente le esperaba para llevárselo del lugar. Se trató de una escena que pareció extraída de una película; entre gritos, reclamos e insultos hacia el personal sanitario por parte de una familia que parecía experimentar la misma fobia a los hospitales.
“Miedo”, es la palabra que utiliza Javier Corona Maldonado, profesor colegiado del Centro Interdisciplinario de Ciencias de la Salud, del Instituto Politécnico Nacional (IPN), para englobar el sentir de la población ante un fenómeno nunca antes visto como la pandemia de coronavirus, pues, –consideró– “las personas se sienten vulnerables ante esta situación”.
Consultado por este diario, el especialista aseguró que se trata de un fenómeno que existe desde que somos pequeños, incluso implantado desde casa con base en las advertencias que hacen los padres al equiparar la vacuna con el castigo. Pero que en esta contingencia se le sumó la ansiedad, “que se está exacerbando, es el pan nuestro de cada día”, afirmó.
“Existe, siempre ha estado presente, ese temor siempre ha estado, pero se ha exacerbado en un sentido poco adaptativo, y ante la desinformación y saturación de información, que no sabemos de pronto a qué le hacemos caso”, explicó el profesor, quien en los últimos días ha encabezado un proyecto para brindar atención psicológica para trabajadores de salud, afectados por la emergencia sanitaria.
Aunque es difícil hablar de “nosocomefobia”, pues se requieren evaluar muchas aristas, detalló que los hospitales “son un espacio donde se activan las defensas, donde lo que ya se estaba germinado, florece, y sin que se tome como diagnóstico, hablamos de trastornos como paranoia y en ese momento se activa la crisis. Y la huida resulta adaptativa a este tipo de personas”.
Tras la caída del tercer piso del paciente, los familiares del paciente irrumpieron en el hospital y lo trasladaron a una clínica particular ubicada en el municipio de Mixquiahuala, sin tomar ninguna medida sanitaria.
Según medios locales, se vieron obligados a regresarlo al hospital del que se había fugado horas antes; no obstante, no pudo ser recibido de manera inmediata, pues, tras el episodio, tuvo que sanitizarse dicho hospital
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