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La captura de Javier Duarte en Guatemala deja un sabor de boca agridulce.
Por un lado, es cierto que el gobierno mexicano, trabajando con Interpol, tardó 185 días en acabar con su fuga, y finalmente obtuvo resultados. Por el otro, para alguien que burló durante seis meses la cacería policial mundial, la forma como lo encontraron despierta dudas. ¿Cómo fue tan descuidado y autorizó una aparatosa movilización de ocho miembros de su familia a Guatemala? Todos ellos estaban vigilados y sus teléfonos interceptados. Las autoridades conocían sus conversaciones y movimientos. Duarte sabía que eso pasaba. No obstante, en un viaje anunciado, fueron a Atitlán, la principal zona turística guatemalteca a reunirse con él, en la víspera que lo detuvieran.
Fue una operación binacional de 72 horas que acabó con una fuga de seis meses, pero que no termina de explicar con la información disponible, si se trató de una detención químicamente pura, o si fue una entrega negociada, donde se le dio como concesión poco más de un día de estar con sus hijos, que llegaron a su último refugio sin disfrazar su destino. La periodista veracruzana Brenda Caballero, registró el mismo viernes el viaje en su columna “Números Rojos”, en el portal Los Políticos:
“El tono de voz llamó la atención de las personas que estaban en el aeropuerto de la ciudad de Toluca. De inmediato, voltearon la vista para ver qué sucedía. Era en la zona de Aduanas. Al parecer, un varón discutía con el personal de esa zona. Cerca de él, tres mujeres y cinco niños le acompañaban. La sorpresa fue mayor al ver la cara del hombre del altercado: era José Armando Rodríguez Ayache, ex apoderado legal y administrador de los Tiburones de Veracruz, mejor conocido por ser esposo de Mónica Ghihan Macías Tubilla y concuño de Javier Duarte de Ochoa.
“Al sentir las miradas, Rodríguez Ayache disimuló su malestar y hasta sonrió, mientras regresaba con su esposa Mónica y con María Virginia Jazmín Tubilla, madre de ésta. Los que los vieron en el aeropuerto, aseguran que los niños eran Carolina, Emilio y Javier Duarte Macías, además de los dos hijos de Mónica y José Armando: Santiago y Paulina. Pero, ¿a dónde viajaron con tantas maletas? ¿Iban de vacaciones de Semana Santa? No me crea usted, pero dicen que el destino de la familia es el vecino país de Guatemala, el que por cierto casi es un paraíso fiscal por la mínima recaudación de impuestos”.
En efecto, el viernes a las nueve y media de la mañana, la Coordinación Estatal del estado de México registró el vuelo de ocho miembros de su familia el viernes por la mañana desde el aeropuerto privado de Toluca, en donde las autoridades, avistaron un equipaje lleno de sobres de dinero de José Antonio Rodríguez Ayache, esposo de Mónica Macías, hermana de Karime, la esposa de Duarte, y lo pusieron a disposición de las autoridades aduaneras.
Rodríguez Ayache llevaba, de acuerdo con el reporte de la Coordinación Estatal del estado de México, dos billetes de 500 euros, 54 de 100, 15 de 200, 40 de 50, 20 de 20, 18 de 10 y siete de 5; 10 billetes de mil pesos, nueve de 500, uno de 200, dos de 100, y cinco de 50; y 67 billetes de 20 dólares, tres de 10, y 15 de 5. En total, 11 mil 980 euros, 17 mil 450 pesos y mil 445 dólares. Esos montos superan los 10 mil dólares que permiten las autoridades hacendarias mexicanas transportar sin registrarlos. Rodríguez Ayache no los reportó, pero tampoco fue detenido. Los dejaron partir hacia Guatemala.
El jueves, la PGR desplazó a un grupo a Atitlán, al mando del jefe de la Agencia de Investigación Criminal, Omar García Harfush, porque sabían que Duarte iba a encontrarse con su familia en ese destino turístico. Según Manuel Noriega, subjefe de Interpol en Guatemala, la pista final hacia Duarte la siguieron los mexicanos y los guatemaltecos durante tres días. El sábado aproximadamente a las ocho de la noche, según la reconstrucción de Noriega, Duarte recibió una llamada en su habitación de un funcionario de la PGR, quien le dijo que estaba localizado y que saliera a un área común para que fuera detenido. El ex gobernador salió de forma voluntaria.
Fue una acción profiláctica. Nadie de su familia salió de sus habitaciones, ni hubo escándalo alguno en el hotel. No se han revelado los detalles que llevaron a su ubicación, pero las autoridades mexicanas tenían interceptados los teléfonos de su familia y de sus abogados. El final de la primera etapa de la persecución terminó con la captura, pero abre las interrogantes sobre qué tipo de entramado se construyó para este desenlace. Si la súbita salida de su familia a Guatemala es una de las razones que despiertan dudas, también lo es que Karime, la esposa de Duarte, acusada por la PGR por su posible complicidad en el desvío de recursos públicos, se encuentre libre porque las autoridades mexicanas no solicitaron su captura.
Hasta este momento, lo que se ve, es que sólo Duarte fue detenido, pudo ver a sus hijos y los recursos de emergencia que les llevaron a Guatemala, no fueron decomisados. Negociación o entrega, en esta primera instancia, es irrelevante. No lo será en el juicio, donde se podrá ir viendo si hay protección a Duarte o, como se ha prometido, se llegará hasta el fondo sin importar a dónde llegue.
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