Después del escándalo de corrupción
política y criminal que a finales de los noventa hundió a Mario Villanueva
Madrid, ex Gobernador de Quintana Roo, el caso de Tomás Yarrington Ruvalcaba
pasó a ser el más emblemático de los últimos tiempos por la dimensión de su
expediente criminal.
El político detenido en Florencia,
Italia, el pasado 9 de abril, tiene un amplio historial mafioso en México y
Estados Unidos: se le acusa de favorecer la exportación de cocaína desde
Tamaulipas, brindar protección a dos organizaciones criminales –el Cártel del
Golfo y Los Zetas –, poseer una cuantiosa fortuna y tener en
su haber decenas de propiedades a nombre de una veintena de testaferros –todos
ellos socios suyos — con antecedentes de corrupción institucional, lavado de
dinero y vínculos con el narcotráfico.
Aunque la mayoría de los políticos en
México siempre han tenido algún vínculo mafioso, lo cierto es que la nueva
generación de priistas y no priistas ha resultado ser todo un cártel: Ahí están
Javier y César Duarte, ex gobernadores de Veracruz y Chihuahua,
respectivamente; Humberto Moreira, ex Gobernador de Coahuila, acusado de lavado
de dinero en Estados Unidos y España, quien está urgido de fuero para arroparse
en la impunidad. Ni se diga Roberto Borge, todo un capo de la corrupción
institucional. El PRD y el PAN también tienen su lista de mafiosos, además de
los gobernadores que pasarán a la picota. Graco Ramírez, el cacique de Morelos,
es un fuerte candidato.
Con un voluminoso expediente criminal,
Tomás Yarrington encarna al verdadero narcopolítico y
perteneció al PRI. Igualito que Mario Villanueva, “El Chueco”, quien como
Gobernador de Quintana Roo enloqueció en el poder: se enredó con los mafiosos
del Cártel de Juárez y hasta solía prestar el hangar del gobierno del estado
para que descendieran aviones cargados con cocaína que, después, era trasladada
en patrullas de la policía estatal.
Así le pasó a Yarrington. Se saturó de
poder. Tuvo en sus manos el poder político y el de la mafia. Nadie soporta
tanto sin caer en una borrachera de poderío que, como ocurrió, terminó
arrastrándolo por la pendiente de la ruina moral.
Como Gobernador de Tamaulipas se le
inflamó el pecho de soberbia, de ambición desmedida y cayó en desgracia. Hizo
de Tamaulipas un territorio paradisíaco para la mafia y los cobijó a todos a
cambio de dinero. Y llegó a ser tan descomunal el flujo de dinero sucio que
hasta tuvo que utilizar los programas sociales para blanquear los
pagos del narco.
Durante su periodo como gobernador
(1999-2004) Yarrington permitió todo: el Cártel del Golfo, bajo el liderazgo de
Osiel Cárdenas, se posicionó en el estado y Los Zetas extendieron su poder como
nunca antes un brazo armado lo había hecho, hasta convertirse en el tercer
cártel más poderoso de América Latina. Tamaulipas se afianzó como territorio
del narco, del crimen, de la muerte. Y hasta la fecha lo es. Nada ha cambiado.
La mayoría de los presidentes
municipales de Tamaulipas, priistas y no priistas, fueron financiados por el
narcotráfico y Tomás Yarrington, a través de Francisco Cayuela –exdirector de
la Policía Ministeriaol y exprocurador del estado –recogía maletas de dólares
en todas las regiones del estado donde operaban tanto el Cártel del Golfo como
Los Zetas. La recolección de dinero, se decía entonces, era para pagar la
campaña de Tomás Yarrington, pues en el 2006 fue un fuerte aspirante a la
presidencia de la República. A menos en su afiebrada imaginación tenía cabida
es proyecto.
La historia de Tomás Yarrington
–documentada en expedientes integrados en México y Estados Unidos — indica que
sus vínculos con el narcotráfico comenzaron a detectarse desde principios de
los años noventa, cuando fungió como presidente municipal de Matamoros.
Fue heredero de una amplia madeja de
complicidades tejidas por su antecesor, Manuel Cavazos Lerma –actual senador de
la República –quien como gobernador permitió que el Cártel del Golfo, entonces
encabezado por Juan García Ábrego, sentara sus reales en el estado. Eran los tiempos
del salinismo y en Tamaulipas todavía mandaba Juan N. Guerra, fundador de ese
grupo criminal –tío de García Ábrego — un viejo bragado que comenzó en el mundo
del hampa como traficante de licor, fue dueño de El Piedras
Negras, un restaurante que tenía muy mala fama porque ahí recalaban
políticos, madrinas, comandantes, capos, distribuidores de droga y
mujeres del bajo mundo. El viejo Nepomuceno Guerra vivió muchos años y siempre
como mafioso. Tenía todo controlado y nadie se metía con él. Entrón, el capo
vivió como murió: impune.
El viejo era longevo, de esos que tienen
el cuero muy duro, tanto, que por un pelo le gana la partida a la muerte: vivió
86 años. En Junio de 2001 falleció de insuficiencia respiratoria en su
rancho El Tahuachal, ubicado en Matamoros. Cuando murió, la noticia
se propagó por todas partes. El máximo honor que recibió fueron siete palabras,
difundidas por la prensa, casi a manera de epitafio: “Murió el fundador del
cártel del Golfo”. La mafia estaba de luto, pero les duró muy poco:
transcurridos unos días volvieron las matanzas y balaceras en ese territorio
sin ley.
Durante su paso por la alcaldía de
Matamoros, Yarrington comenzó a implementar el esquema que mejor dominó: el
registro de sus propiedades a nombre de amigos y compadres, sus testaferros. Un
ejemplo de ello fueron algunas propiedades –un departamento construido en 2001,
una residencia ubicada en McAllen, Texas, un avión privado y una cuenta
bancaria aperturada en Las Bermudas –que puso a nombre de Cindy Chapa, quien
fue su secretaria cuando fungió como presidente municipal de la ciudad de
Matamoros.
NOTA RELACIONADA:
Hacia el año 2004, convertido el estado de Tamaulipas en un campo de guerra del narcotráfico y territorio paradisiaco para el lavado de dinero, comenzó a llamar la atención la impunidad que reinaba en esa entidad. Entre los años 1999 y 2004, el Cártel del Golfo y el de Sinaloa protagonizaron verdaderas batallas: balaceras de día y de noche, muertes, decapitados, desaparecidos, secuestrados, policías asesinados… Hasta la fecha todos estos casos siguen impunes.
Y es que en Tamaulipas la mayoría de los
presidentes municipales formaban parte de la estructura del Cártel del Golfo;
las policías tanto municipales como estatales fungían como escudo protector y
brazo armado del narco, en tanto que desde el gobierno del estado Yarrington
daba rienda suelta para que el narcotráfico operara con absoluta impunidad, en
tanto que sus socios y testaferros como Fernando Alejandro Cano Matínez y José
Antonio Peña Arguelles, se enriquecieran mediante la obtención de
multimillonarios contratos de obra pública y utilizaban la industria
inmobiliaria para lavar dinero del narcotráfico. Así gobernaba la mafia.
En el último año de gobierno de Tomás
Yarrington (2004) la Procuraduría General de la República (PGR) comenzó a
investigarlo formalmente, pues el escándalo nacional e internacional imponía
que al menos la PGR integrara una acta circunstanciada para el caso. En abril
de ese año, acudí a platicar con el entonces titular de la Siedo, José Luis
Santiago Vasconcelos, quien soltó el dato como un dardo:
–Ya estamos investigando a Yarrington
–dijo, suave la voz, firme el tono.
Era la segunda ocasión que la PGR
decidía investigar a un gobernador y hacerlo público. Se entendía porque esa
era la orden de Vicente Fox, el primer presidente panista, pero también se
entendía porque Tamaulipas con Yarrington se convirtió en un narcoestado,
territorio de mafiosos impunes arropados en el poder. Igual que ahora.
Y enseguida comenzó a explicar que la
investigación tenía avances y se encontraba “a la mitad” de su ruta,
concretamente en la fase que tenía que ver con la red policiaca estatal y
ministerial, así como a sus mandos altos y medios que protegen o protegieron a
Osiel Cárdenas Guillén, por varios años jefe del Cártel del Golfo, quien ya
había sido detenido y se encontraba recluido en el penal de La Palma, desde
donde seguía operando.
Mientras la PGR trabajaba en la
investigación, en Estados Unidos el Buró Federal de Investigaciones armaba el
expediente, clave 92C-H0-26953 (0-21). Se trataba de varios reportes que
vinculaban a Yarrington con el cártel del Golfo. Ya desde entonces era
considerado no sólo un protector del narcotráfico, sino un capo.
Vasconcelos amplió los detalles de la
indagación:
“La ruta que seguimos en esta
investigación es ascendente: empieza por la policía y los altos jefes. Esto nos
llevaría a los directores, al procurador, como ocurrió en Chihuahua (en el
sexenio de Patricio Martínez), hasta llegar a la cabeza, es decir, el
gobernador. En el caso de Tamaulipas, el gobernador no tiene aún el carácter de
indiciado, pero la investigación que realizamos tiene amplios alcances: es muy
parecida a la que hicimos en Quintana Roo en el caso de Mario Villanueva”,
quien resultó ser el principal protector del cártel de Juárez en el Caribe
mexicano.
Los vínculos de Yarrington con el
narcotráfico era un tema del dominio público. Dentro y fuera de Tamaulipas todo
el mundo sabía cómo se protegía al narcotráfico, quien lavaba el dinero de los
narcos y qué empresarios estaban relacionados con esas actividades. Lo cierto
es que a Ernesto Zedillo, Vicente Fox y a Felipe Calderón les tembló la
mano para investigar a Tomás Yarrington y encarcelarlo. Con todo y su guerra,
Calderón, por ejemplo, no combatió el peor lastre del país: La narcopolítica que,
sin duda, también fue un mal de su gobierno. En ese tiempo la PGR, como ya se
dijo, investigó a Yarrington, pero todo indica que descuidó la investigación.
Fue por ello que la indagación de Estados Unidos es ahora la más robusta que
existe.
En este entramado de complicidades la
voz de un preso –Rubén Hernández López, acusado del asesinato del empresario
regiomontano José Antonio Cervantes Espeleta –puso a temblar al entonces
procurador de Tamaulipas, Francisco Cayuela, y a buena parte de la clase
empresarial ligada al lavado de dinero.
El presidiaro declaró que durante algún
tiempo fungió como chofer de Cayuela y que el entonces procurador era el
responsable de recolectar el dinero que pagaba el cártel del Golfo para operar
con libertad en todas las zonas del estado. Los fondos, dijo Hernández en 2004,
eran para financiar la campaña presidencial de Yarrington. Pocas semanas
después de que se dio a conocer esta declaración, Hernández López fue asesinado
dentro de la prisión donde se encontraba, aparentemente como consecuencia de
una riña entre presos. Su muerte nunca se aclaró.
El gobierno de Estados Unidos comenzó a
integrar sus expedientes, de manera formal, en el 2012. En ese año salieron a
flote datos y evidencias de que Yarrington tenía propiedades en Estados Unidos,
registradas a nombre de su principal testaferro: Fernando Cano Martínez. A él
se le atribuía, por ejemplo, ser dueño de residencias y departamentos en la Isla
del Padre y San Antonio, Texas, respectivamente.
En agosto de 2014, el Departamento del
Tesoro de Estados Unidos subastó un departamento localizado en la torre de
condominios Bridgepoint, en la Isla del Padre, que estaba registrado a nombre
de Napoleón Rodríguez de la Garza, un empresario ferretero. Ante las
autoridades estadunidenses, este personaje aceptó ser prestanombres de
Yarrington.
Un testigo clave en las investigaciones
estadunidenses contra Yarrington fue José Antonio Peña Argüeyes, registrado con
la clave Ángeles. Este personaje era un empresario, testaferro de
Tomás Yarrington al igual que Cano Martínez, y lavador de dinero del narco.
Un día recibió una llamada telefónica
que por poco lo mata de un infarto. Le dijeron: “Dile a tu hermano que devuelva
los cinco millones de dólares que se robó o le vamos a partir la madre”.
No le dio tiempo avisarle a su hermano
de la amenaza. Ese mismo día lo ejecutaron. Sobre su cuerpo los sicarios
dejaron un mensaje: “Esto te pasó por rata”. Sigues tu, José Antonio”.
Peña Argüeyes salió huyendo de
Tamaulipas y se refugió en Estados Unidos. Se presentó ante la DEA y se entregó
a la justicia. Ahí se sentía a salvo. Luego aceptó ser testigo colaborador y
contó lo que sabía sobre la relación de Yarrington y sus testaferros con el
narcotráfico. Lo que detalla Peña en realidad permite considerar que Tomás
Yarrington encabezaba un cártel en Tamaulipas, cuyos dominios fueron
transexenales, porque incluso tuvo una fuerte influencia en el gobierno de
Eugenio Hernández Flores, quien es investigado en Estados Unidos por lavado de
dinero. En México la PGR declaró el no ejercicio de la acción penal en su
contra. El favor se lo hizo Jesús Murillo Karam por instrucciones del
presidente, según se pudo confirmar.
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Declaró:
Que en una ocasión existió el plan de
pactar una tregua entre el cártel de Sinaloa y del Golfo, y que para ello
dichos grupos delictivos sostuvieron una reunión al parecer en el estado de
Puebla. Esto me lo comentó Miguel Treviño Morales, quien me citó en el restaurante
Suntory, en el centro de la Ciudad de México; en esa ocasión Treviño Morales
llegó vestido de traje y comenzó que lo habían designado encargado de los
estados de Nuevo León, Coahuila, Veracruz y la plaza de Nuevo Laredo.
Sabe que Miguel Treviño Morales controla la gerencia de la Comisión de
Agua Potable y Alcantarillado (Comapa) en Nuevo Laredo y que en dicha
dependencia labora gente de su confianza y él es quien determina el manejo de
los recursos obtenidos por concepto del pago de dicho servicio. Esta gerencia
fue ocupada por Arturo Paz Santos y Carlos Montiel, en la gerencia comercial
está Alejandro Ortiz y también está relacionado Elías Ramos García, quien fuera
comandante de la Policía Federal. Todos ellos ligados a Miguel Treviño Morales
ya sea como prestanombres o como facilitadores de mil cosas o como miembros del
cártel a su servicio.
En general, es Miguel Treviño Morales el que decide quien ocupa los puestos
administrativos en el Ayuntamiento de Nuevo Laredo. Otros prestadores de
nombres de Miguel Treviño Morales son Enrique Santos, regidor del actual
ayuntamiento y encargado de la obra pública de Nuevo Laredo…
En todo este entramado
de personajes y cómplices aparece Fernando Cano Martínez, dueño de la empresa
constructora Villa de Aguayo, una de las más beneficiadas por Tomás Yarrington
y quien al igual que su socio tiene sendos expedientes abiertos en Estados
Unidos por presunto lavado de dinero y vínculos con el narcotráfico.
Refiere Ángeles:
Al señor Eugenio Hernández Flores (sucesor de
Yarrington) lo conocí a principios del año 2003, cuando era presidente
municipal de Ciudad Victoria, Tamaulipas, y fui invitado por el entonces
gobernador Tomás Yarrington a subirme al autobús que estaba a su servicio. Fue
allí, en esa gira conocí a Eugenio Hernández. Yo los acompañé del aeropuerto a
un restaurante. Iba el entonces secretario del trabajo, el señor Abascal…Como
en abril o mayo de 2003 conocí a Fernando Cano Martínez, quien es dueño de la
constructora Villa Aguayo.
En esa ocasión él me fue a visitar a Nuevo Laredo, creo que a sugerencia de
Tomás Yarrington, ya que son amigos desde hace muchos años, para ver los
cambios en la sucesión del gobierno del estado. Me dijo que el gobernador
(Yarrington) le había comentado acerca de la toma del cambio del gobernador,
que iban a empezar las inquietudes políticas, ya que estaba por finalizar el
gobierno de Tomás Yarrington.
Y me comentó que su corazoncito estaba con Eugenio Javier Hernández Flores, ya
que Fernando Cano me dijo que él fue quien introdujo a Eugenio con el entonces
gobernador Tomás Yarrington, que es de todos conocidos que la carrera política
de Eugenio fue promocionada por Yarrington y Fernando Cano, el testaferro
consentido.
También dijo: Que respecto de
los amarres que hacía el declarante entre Miguel Treviño y Eugenio Hernández
Flores, aspirante a candidato a gobernador, era que respetara al señor Eugenio
Hernández como posible candidato a ese cargo, es importante señalar que de
parte de Miguel Treviño sí hubo un ofrecimiento de dinero hacia Eugenio
Hernández para gastos de su campaña, pero le dije que no era necesario,
entonces Miguel Treviño me dijo que qué se necesitaba y yo le contesté que
nada, que era cosa de hombres, en ese sentido fue el amarre entre ellos, que
Miguel Treviño no estropeara las posibilidades de Eugenio Hernández de buscar
la candidatura a gobernador y que éste no hiciera cosas que no le compitieran,
es decir, no meterse con ellos. Las veces que nos reunimos fueron como unas
cinco, dichas reuniones fueron a finales del 2003 y 2004, las cuales se
llevaron a cabo en la Plaza Longoria, en Paseo Colón y Reforma, enfrente de la
catedral del Espíritu Santo y a veces Miguel Treviño se hacía acompañar de su
hermano Omar Treviño, siempre iban custodiados por su séquito, alrededor de
unas veinte personas, quienes a veces usaban trajes de la AFI, otras veces de
militar y siempre andaban fuertemente armados y utilizaban automóviles tipo
Cherokee blindados…
Detenido Yarrington en una de las
ciudades renacentistas más bellas de Europa –Florencia, Italia – ahora lo que
viene es el juicio de extradición. Si el gobierno mexicano lo requiere para
medio recomponer la maltrecha imagen oficial de cara a las próximas elecciones,
pues peleará su extradición y los abogados del exmandatario buscarán que sea
traído a México, donde le esperarían unos veinte años de prisión con la opción
de que la pena se reduzca.
Pero si su captura está desligada del
tema político, entonces el gobierno mexicano lo abandonará a su suerte y dejará
que Estados Unidos se lo lleve y le imponga las dos cadenas perpetuas que le
esperan. Yarrington, incluso, tiene el derecho de elegir en qué país quiere
enfrentar a la justicia. Al parecer, pretende extender su estancia en Italia.
Por lo pronto, el procurador Raúl
Cervantes negó que la PGR haya renunciado a la solicitud de extradición del
exmandatario tamaulipeco, pese a que una filtración de la Seido indicó que la
PGR no tiene interés en traer a Yarrington y que lo cederán a Estados Unidos
para que lo enjuicie.
Fuente.-Ricardo ravelo
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