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Enfocados en el gasolinazo y todas sus consecuencias políticas, económicas y sociales, hemos perdido de vista otros temas de la agenda nacional, sobre todo en seguridad, que demuestran el grado de desafíos que se deben afrontar de cara al futuro inmediato.
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Lo sucedido en Tamaulipas a fines del año pasado y principios de este 2017 es muy grave. En diciembre el llamado Cártel del Noroeste hizo varios eventos públicos donde se regaló comida, juguetes, fiestas abiertas en varias ciudades fronterizas. Nadie los molestó. Pero el 4 de enero se pasó de los festejos al asesinato: en apenas unas horas murieron tres de los principales responsables de la seguridad del estado.NOTA RELACIONADA:
Lo cierto es que en unas horas Tamaulipas se quedó sin el principal funcionario operativo de la procuraduría estatal, Martínez Chávez, un hombre que, además, fue clave en la investigación del caso Ayotzinapa (fue fiscal en Guerrero) y en investigaciones sobre secuestros. Perdió, también, al delegado del Cisen en la entidad y al de la Policía Federal.
Los tres eran las piezas centrales provenientes del gobierno federal para operar en el estado, donde parece estar dándose un nuevo pico de violencia, sobre todo en la frontera, con la reestructuración de grupos remanentes de Los Zetas y el cártel del Golfo. No recuerdo que algún estado haya sufrido tales golpes en sus mandos de seguridad en tan sólo unas pocas horas.
NOTA RELACIONADA:
A eso se debe sumar la participación de grupos criminales en los saqueos y actos vandálicos ocurridos en días pasados. Algunos de esos hechos han sido impulsados por grupos o intereses políticos muy concretos, pero otros fueron organizados por criminales (por lo menos, un tercio de los detenidos por los saqueos tiene antecedentes penales previos). La desestabilización es un punto en el que confluyen ambos grupos: unos desestabilizan para sacar raja política, los otros porque en la confusión y la debilidad amplían sus márgenes de operación. Y, por ende, los vasos comunicantes entre ambos son muchos y son muy activos. Esa conexión la hemos visto muchas veces en el pasado, pero en pocas se ha exhibido tanto como en lo sucedido la semana pasada, sobre todo en las fronteras norte y sur.
Lo ocurrido en Tamaulipas es muy grave, como lo son también los saqueos y el vandalismo. Pero lo que hay que comprender es que en el fondo de todo esto está el intento desestabilizador que realizan estos grupos por razones distintas, pero con objetivos comunes. Y ese intento desestabilizador debería ser la principal preocupación de las autoridades, en términos políticos, económicos y de seguridad.
Cualquiera que haya visto la conferencia de prensa ofrecida ayer por Donald Trump habrá podido comprobar cómo la tormenta perfecta encarnada en el propio Trump con su combinación de políticas proteccionistas, antiinmigrante, de seguridad fronteriza, demagogia y profunda intolerancia (nunca había visto a un presidente de una democracia occidental tratar de forma tan despectiva, grosera y autoritaria a la prensa), se cierne sobre México.
Las dos principales puertas de entrada de drogas y migrantes a Estados Unidos están en Tamaulipas y en Nogales, Sonora. Muchos de ellos llegan desde la frontera de Chiapas, sobre todo, en el área de Tapachula. No es casualidad que esas zonas, junto con el Estado de México (donde habrá elecciones en unos pocos meses) sean en estos días los principales centros de la violencia. Ésa es una puerta abierta para que la tormenta Trump penetre con mayor facilidad en México. Para los gobiernos en México, el federal y los estatales, es la demostración de que ambas corrientes desestabilizadoras están dispuestas a llegar a dónde sea para cumplir con sus objetivos.
Fuente.-Jorge Fernandez/
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