Desalienta, hasta la preocupación, una superficial reflexión sobre la nómina de quienes aspiran a gobernarnos… Y los partidos políticos mexicanos, sin excepción, enfrascados en sus guerritas canibalescas
Si, como todo parece indicar, sobre México se cierne, amenazante, un huracán de nivel 5 (aunque quien bautizó como tal a Donald Trump, el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, ya le bajó el nivel), ¿en dónde está el Benito Juárez, el Lázaro Cárdenas o el Porfirio Díaz liberal capaz de defendernos a partir del 2018, cuando la verborrea del ex candidato republicano a Presidente de Estados Unidos sea, ya, política pública?
Mientras la mayoría de las voces de la inteligencia mexicana se une a coro, urgiendo a medidas para enfrentar lo previsible a partir del discurso, en mucho de clown de reality show, del ex candidato republicano, pero preocupante con base en los nombramientos de quienes serán sus colaboradores más cercanos (todos ellos xenófobos, supremacistas y creyentes fervientes en la Doctrina Monroe), los partidos políticos mexicanos, sin excepción, siguen enfrascados en sus guerritas canibalescas, como si no se hubiesen percatado de que, a partir del 8 de noviembre, algo ocurrió en Estados Unidos que puede cambiar la historia mundial y sin preguntarse si los nombres que figuran en las encuestas, y en los medios de comunicación, para suceder al Presidente Peña Nieto están a la altura del momento histórico que enfrentará el país del 2018 al 2024.
México ha contado, en sus momentos cruciales, con hombres que poseyeron las características que la historia requería, pero desalienta, hasta la preocupación, una superficial reflexión sobre la nómina de quienes aspiran a gobernarnos a partir del 2018.
La nómina la encabeza, según todas las encuestas, la panista Margarita Zavala, cuya experiencia se reduce a cierto trabajo partidista, una incursión en la Cámara de Diputados y otra en la Asamblea de Representantes de la Ciudad de México, además de haber acompañado 6 años, en Los Pinos, a su esposo, Felipe Calderón.
Vicente Fox hablaba de “pareja presidencial” cuando cogobernaba con Marta Sahagún, pero ¿ocurrió lo mismo con Felipe y Margarita? En algunas ocasiones ella lo ha insinuado mencionando su experiencia por el simple hecho de haber habitado la residencia oficial, pero preguntando a algunos de los ex colaboradores íntimos de Calderón, la respuesta ha sido la misma: La mantenía alejada de la tarea de gobernar; no quería que le ocurriera lo que a su antecesor.
Cualquiera de quienes compiten con Margarita, de todos los partidos, la supera en experiencia administrativa y política, incluido su feroz rival, Ricardo Anaya, que ya fue secretario particular de un gobernador queretano de mala fama que dejó a su familia en la casa oficial para vivir como soltero en el fraccionamiento de moda de la capital de su entidad, diputado local, funcionario del gobierno de Querétaro, líder estatal del PAN, Subsecretario de Turismo en el gobierno federal, presidente de la Cámara de Diputados y hoy líder nacional de su partido después de asestar un par de puñaladas en la espalda a Gustavo Madero.
Por encima de Zavala está también el mandatario de Nuevo León, Jaime “El Bronco” Rodríguez, ex diputado federal y ex presidente municipal, poseedor del mérito, histórico, de haber estrenado las candidaturas independientes a gobernador.
Pero el tema no es la experiencia política y administrativa porque Trump no poseía ninguna de las dos antes de derrotar a Hillary Clinton, que a diferencia de Margarita venía de ser fundamental en la candidatura de su marido Bill a gobernador de Arkansas y, en la misma tarea, en la conquista de la Presidencia de Estados Unidos; fue derrotada por Barack Obama en la disputa por la candidatura presidencial, Secretaria del Departamento de Estado y candidata, fallida, a Presidenta.
NINGUNO ES ‘CAZAHURACANES’
El tema es si los panistas Margarita y Anaya; el moreno Andrés Manuel López Obrador; los priístas Miguel Osorio Chong, Aurelio Nuño y Manlio Fabio Beltrones (que, en extrema instancia, gobernaría desde el Congreso vía los gobiernos de coalición), el recién incorporado a la carrera José Narro, el revivido Luis Videgaray, que tuvo la capacidad de prever el arribo del huracán Trump y, por ello, pagó las consecuencias, y la Secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu, que ha aprovechado con inteligencia el problema; el independiente Miguel Mancera, que no se decide a proclamarse perredista por temor a que el desprestigio “Chucho” lo arrastre; “El Bronco”, que viene a ser la versión región 8 de Fox, y Juan Ramón de la Fuente, que se antoja el único independiente que podría unir a la sociedad, poseen los atributos que la historia exige cuando, conforme a todas las opiniones, se cierne sobre México el mayor de los peligros del primer cuarto del siglo XXI, similar a los que causaron la mutilación del territorio nacional y a la instalación de un emperador en el Palacio de Chapultepec, apoyado por un ejército extranjero.
No es peyorativo, pero así se hacen llamar; los “pejebots” dirán que López Obrador es lo más parecido a Juárez y a Cárdenas. Ignoro por qué; quizás porque ha perfilado su imagen y discurso conforme a lo que decían sus libros de historia patria, en la escuela primaria, sobre nuestro par de bronces históricos o porque de tanto escucharlo de quienes lo rodean ha terminado por creérselo.
Como sea, ¿alguien ha imaginado a Trump allá y a AMLO aquí?
Sin ánimo de ofender, dan la impresión de parecerse como dos gotas de agua. Tienen el mismo discurso, si bien uno de extrema derecha y el otro de extrema izquierda; su gusto por el espectáculo mediático es similar y comparten la disposición de no reconocer el triunfo de sus oponentes; sus demonios son diferentes; a Donald no lo dejan dormir los inmigrantes mexicanos o musulmanes, y a Andrés Manuel la mafia del poder. Pregunto y me dicen que sería un sexenio de locura.
Tal vez quien mejor se entienda con Trump sea Ricardo Anaya si partimos de su decisión de educar a sus vástagos en Atlanta, una de las ciudades racistas por definición. Apenas en agosto de 2015, norteamericanos negros fueron asesinados por un blanco e hizo su aparición el Ku Klux Klan, con influencia bien conocida en el equipo de Donald.
Desde luego, el gusto por Atlanta no demuestra que Anaya sea fascista, supremacista o algo por el estilo, pero ocurre que cualquier estudiante de primero de plastilina en psiquiatría, y algunos de sus oponentes panistas, cree identificar en su personalidad rasgos que lo igualan con ciertos colaboradores de Trump.
EL PRI, EN APUROS
La nómina priísta parece agotada.
Manlio Fabio Beltrones, poseedor de un discurso nacionalista, está fuera del equipo del Presidente Peña Nieto y alejado del líder nacional, Enrique Ochoa Reza. Su plan, antes del advenimiento de Trump, se reducía a impulsar los gobiernos de coalición y a provocar un debate político sobre el presidencialismo moderno, al que concibe con nuevos contrapesos en el Congreso que giren en torno al reconocimiento de la pluralidad democrática reflejada en la pluralidad del voto, que afecta la gobernabilidad y la eficacia del poder.
Pero Beltrones, con la mayor experiencia imaginable en el resto de aspirantes presidenciales (coordinador de diputados y senadores, gobernador, líder de la CNOP, Subsecretario de Gobernación, presidente del PRI y sobreviviente a las más tenebrosas intrigas palaciegas), está fuera, al menos del grupo del que el Presidente Peña Nieto podría echar mano si en el priísmo se atienen a las reglas del pasado.
De la misma manera está fuera Luis Videgaray, que en el pecado de prever que el triunfador de las elecciones en Estados Unidos sería Trump lleva la penitencia. Siendo el más cercano al Presidente Peña (o uno de los dos, con Osorio Chong) debió renunciar a la Secretaría de Hacienda para atraer sobre su persona los rayos y las centellas con que fue enmarcada la visita de Donald a Los Pinos.
La paradoja es que la visión de Videgaray jugaría en su contra. Dirían que la interlocución que mantuvo con su equipo, el yerno de Trump, para conseguir la entrevista del 31 de agosto con Peña Nieto se transformaría en sumisión.
Dicho de otra manera, Videgaray sería, para sus enemigos, que no son pocos, aliado de Trump cuando México necesita a quien le pueda hacer frente.
En la nómina de los que están dentro quedan el secretario de Gobernación (funcionario en el gobierno de Hidalgo, diputado federal y gobernador); maneja la seguridad nacional y la guerra contra el crimen organizado. Su gran activo es su cercanía al Presidente Peña Nieto, que le profesa una fe ciega.
Con la CNTE en paz, el de Educación, un intelectual que, además, posee una gran dosis de pragmatismo y que cogobernó como jefe de la Oficina de la Presidencia, estuvo distraído en los últimos días, superando, con éxito, la corrección de una niña a su pronunciación de la palabra “leer”. Con Osorio y Videgaray fue integrante de la Triada que creó, con éxito, una especie de muralla china para aislar al Presidente de sus amigos y de los priístas.
De última inclusión está la secretaria de Relaciones Exteriores; había pasado desapercibida, pero está en pleno aprovechamiento de lo caliente de la plancha de Trump, y el de Salud, montado en el combate a la diabetes para ser considerado presidenciable cuando al concluir su mandato en la UNAM parecía jubilable.
Los posibles candidatos independientes son tema aparte. “El Bronco” de Nuevo León corre el riesgo, histórico, de acabar con esta novedosa modalidad y Jorge Castañeda tiene la última oportunidad de alimentar su insaciable ego. Queda Juan Ramón de la Fuente, el ex rector de la UNAM y ex secretario de Salud, sin duda, la figura más apreciada por la sociedad civil, pero, como se ha dicho aquí con reiteración, se resiste a dar el salto mortal.
¿ALGÚN BÁRBARO DEL NORTE O DEL SUR?
No parece haber más en la clase política, y en la sociedad civil, para gobernar al país una vez que Enrique Peña Nieto concluya su mandato poco antes de finalizar el segundo año de los ocho que puede estar Trump en la Presidencia de Estados Unidos.
¿Alguno de mis pocos lectores encontró en esta lista al Juárez, Cárdenas o Díaz del Siglo XXI que pueda contener la vocación imperialista del vecino norteño?
La nómina puede desalentar, pero es lo único que poseen los partidos políticos y la modalidad de candidaturas independientes, a menos que otro bárbaro del norte, Javier Corral, o el poblano Rafael Moreno Valle superen a quienes tienen el control de su partido; que aparezca, como por arte de magia, un priísta que no conozco o que la izquierda tenga algo mejor que López Obrador o Mancera. Marcelo Ebrard, por ejemplo, que con la oportunista promoción de Hillary en Estados Unidos le fue igual que con Manuel Camacho y él mismo en México.
El 8 de noviembre de 2016 será recordado por el triunfo electoral de quien sólo parecía tener talento para el espectáculo, ganar y perder dinero, pero también como la fecha en que los partidos políticos mexicanos no entendieron que la nueva circunstancia los obliga a ver la sucesión presidencial de manera diferente.
Fuente#SóloParaIniciados