A finales de julio, Manlio Fabio Beltrones y un grupo de legisladores cercanos a él acordaron formar una corriente política dentro del PRI. Consultados al respecto, Dulce María Sauri Riancho, expresidenta de este partido, y el analista Federico Berrueto comentan que Beltrones está actuando con inteligencia y consideran que el grupo que conforma debe ser escuchado. Sin embargo, niegan que su propósito sea rupturista, como sucedió en 1987, cuando la Corriente Democrática cimbró al priismo.
De 1986 a la fecha el PRI ha vivido una veintena de pugnas intestinas, algunas de las cuales han significado rupturas importantes, como la de aquel año, precisamente cuando Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo, Rodolfo González Guevara y otros destacados priistas formaron la Corriente Democrática (CD), que terminó por separarse de ese partido.
El 29 de julio último, el exdirigente nacional del PRI Manlio Fabio Beltrones congregó a legisladores afines para hablar sobre la posibilidad de conformar una nueva corriente política rumbo a la XXII Asamblea Nacional e incidir en la selección del candidato presidencial de 2018.
La idea no es crear una división o fractura en el PRI, sino una corriente de opinión acorde con lo que establecen los estatutos de esta organización política, según comentan al reportero algunos de los asistentes al encuentro.
Los entrevistados aseguran que el segundo apartado del capítulo 57 de los estatutos alude a las garantías, derechos y obligaciones partidarias; por lo tanto, los militantes del PRI tienen la “libertad de suscribir corrientes de opinión y de hacer propuestas de adición o reformas al contenido de los documentos básicos e instrumentos normativos del partido”.
De ahí la propuesta de los beltronistas de crear una nueva corriente en el PRI en vísperas de la realización de la XXII Asamblea Nacional que, en primera instancia, estaba prevista para noviembre próximo, aunque es probable que se realice hasta marzo de 2017, cuando el partido cumpla 86 años, meses antes del proceso de selección de candidato presidencial.
Y aun cuando Beltrones no ha comentado cómo se llamaría su corriente, en las redes comienza a hablarse de la Asociación de Diputados Federales del PRI en la LXII Legislatura.
La expresidenta nacional del PRI Dulce María Sauri Riancho no ve posibilidades de escisión con la corriente beltronista, como ocurrió con la CD encabezada por Cárdenas. Quienes acudieron a la reunión de finales de julio son los legisladores de la LXII Legislatura que tienen un perfil institucional. Ellos apoyaron y aprobaron las reformas estructurales que mandó el presidente Enrique Peña Nieto, comenta.
Federico Berrueto Pruneda, director de planeación de las campañas presidenciales de Luis Donaldo Colosio y Ernesto Zedillo, opina de manera similar, aunque advierte: el PRI y el presidente Peña Nieto deberán ver con atención y no con desdén la corriente encabezada por Beltrones, sobre todo porque en medio de una crisis como la que viven el priismo y la figura presidencial es necesario sumar esfuerzos.
Según Berrueto, Beltrones está actuando de manera inteligente porque le está dando curso a la crisis interna y a la necesidad de cambios. Por lo tanto, “el PRI no le debe tener miedo a la participación y a las diferentes expresiones al interior del partido”.
Y añade: “Lo que tiene que hacer es un planteamiento serio de cómo va a responder a los problemas de la corrupción, la impunidad, la violencia y a la criminalidad, que son la imagen con la que va a llegar al 2018. Si el PRI llega a la elección con esa imagen, va a quedar en tercer lugar”.
Sauri Riancho y Berrueto recuerdan que la única corriente que ha dividido al PRI fue la Democrática, cuyos integrantes criticaron no sólo los métodos de selección del candidato presidencial, sino el proyecto de país que proponían por un lado la generación del liberalismo económico y la del nacionalismo revolucionario.
La escisión de 1987
En la XIII Asamblea Nacional, que se realizó en 1987, el recién nombrado presidente del CEN priista, Jorge de la Vega Domínguez, pronunció un discurso en el cual llamó a los integrantes de la incipiente CD “caballos de Troya”. Los aludidos abandonaron la reunión en la cual sería designado el candidato presidencial de 1988.
De acuerdo con los dirigentes del partido, el proceso sería transparente; incluso hubo una pasarela de cinco aspirantes, pero la decisión ya estaba tomada para ungir a Carlos Salinas de Gortari. En esa coyuntura se formó la CD que un año después dividió al PRI.
Rodolfo González Guevara se quedó en el PRI y organizó la Corriente Crítica, pero años después la abandonó para irse al PRD, fundado en 1989 por Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Heberto Castillo y muchos otros personajes de distintas corrientes políticas e ideológicas.
Luego surgió la Corriente Democracia 2000 en el seno del PRI, encabezada por Ramiro de la Rosa, cuyo propósito era ganar posiciones en ese año en que por primera vez en su historia el priismo perdió una elección presidencial. Hoy, esa corriente la encabeza Víctor Manuel Gómez Vargas, el único que impugnó la llegada de Enrique Ochoa Reza a la dirigencia de ese partido en lugar de Beltrones.
Existen otras corrientes internas en el PRI, aunque con menos peso, como México Nuevo, Democracia Social y la Colosista. Sin embargo, ninguna ha tenido un impacto como la CD, que cimbró las bases del priismo en 1988.
En medio de la crisis que vive el PRI, Beltrones expresa su deseo de formar una nueva corriente con la mira en 2018, lo que refleja una división intrapartidista, pues un grupo está en desacuerdo con las formas en que ese partido se está manejando desde la oficina de Enrique Peña Nieto.
Los errores de ese grupo enquistado en el gobierno quedaron patentes en las elecciones del pasado 5 de junio, en las que el PRI perdió siete de las 12 gubernaturas que se disputaron.
“La formación de un grupo al interior del PRI que se reconozca como tal y se distinga del conjunto no sería una novedad”, insiste Sauri Riancho, y pone como ejemplo la Conferencia de Exlegisladores, así como la que formaron los alcaldes y legisladores locales.
La exgobernadora por Yucatán comenta a Proceso: “Sería excepcional, mas no inédito, que un conjunto de priistas se unieran en torno a determinados principios para exigir su cumplimiento o para dar una nueva interpretación de los mismos. Tendría que conocerse con más detalle en torno de qué postulados o planteamientos pretenden agruparse (los beltronistas)”.
Según Sauri, no hay un paralelismo o semejanza entre la corriente de opinión que propone Beltrones con la que encabezó Cárdenas a partir de 1986. Ésta se manifestó durante el proceso de selección del candidato presidencial de 1988 con una propuesta de proyecto de país identificada como nacional revolucionaria y opuesta al liberalismo económico que representaba el grupo encabezado por Salinas.
E insiste: “Sólo hay un movimiento al interior del PRI que se puede clasificar como corriente: la Corriente Democrática, que se conformó después del cuarto informe de Miguel de la Madrid y cuyos promotores más connotados eran Muñoz Ledo y Cárdenas, junto con otros distinguidos cuadros como González Guevara”.
El cabildeo de Muñoz Ledo
A finales de 1986, dice Sauri Riancho, Muñoz Ledo, en su calidad de expresidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI, realizó una gira nacional; se reunió con los comités directivos estatales para hablarles sobre los proyectos de país que había en el seno de ese partido.
Muchos de sus interlocutores no recibieron la propuesta con agrado porque no contaba con la “bendición” del CEN, que había cambiado de presidente. Adolfo Lugo Verduzco se fue como gobernador de Hidalgo y lo sustituyó el chiapaneco Jorge de la Vega Domínguez.
En Yucatán, la presidenta del Comité Directivo Estatal, Sauri Riancho, recibió a Muñoz Ledo y hablaron sobre su propuesta de impulsar un nuevo modelo de desarrollo de país para el próximo sexenio, así como sobre el procedimiento de postulación del candidato a la Presidencia de la República.
Posteriormente, como delegada del PRI en Yucatán, Sauri asistió a la XIII Asamblea Nacional y escuchó cuando De la Vega Domínguez fustigó a los “caballos de Troya”. Los integrantes de la CD abandonaron el partido ese mismo día.
“A mi juicio, el desprendimiento de la Corriente Democrática del PRI ha sido, hasta la fecha, la única auténtica fractura de la organización partidista. Sería fácil reducirla a una mera disputa por la candidatura presidencial que, ciertamente, se encontraba en el centro del interés de ambos grupos. Pero la motivó algo de mayor profundidad: dos propuestas que no pudieron ser discutidas, conciliadas y resueltas al interior del partido.”
Prosigue: “La fractura de 1986-1987 fue consecuencia de dos visiones encontradas; una, en que dominaban los cambios económicos hacia un modelo de mayor apertura comercial, reprivatización de la banca y redimensionamiento del papel del Estado; la otra intentaba fortalecer el nacionalismo revolucionario, el proteccionismo económico y reforzar al Estado de bienestar.
“La Corriente Democrática sí tuvo un impacto significativo en el PRI. Fue un movimiento que lo sacudió, rompió y lo fracturó. Su primer efecto fue el cambio que registró el PRI en su proceso interno de postulación del candidato presidencial para 1988. La llamada pasarela exhibió por primera vez a los aspirantes a la candidatura, que finalmente, en medio de turbulencias y confusiones, recayó en Salinas de Gortari.
“Ya para entonces, octubre de 1987, el PARM había postulado a Cuauhtémoc Cárdenas para la Presidencia de la República”, puntualiza la priista de Yucatán.
Destaca las diferencias entre los integrantes de la CD y los de la beltronista: “Quienes acudieron a la cita (con Beltrones) son legisladores priistas que aprobaron las reformas legislativas más importantes –y a la vez polémicas– del actual gobierno. Es difícil imaginar una divergencia de naturaleza ideológica o programática; ni siquiera una clara diferenciación en la instrumentación de las mismas reformas.
“Una agrupación de estas características tendría que integrarse en torno a las reglas para la postulación de la candidatura a la Presidencia de la República.”
A la fecha, la mayoría de las renuncias partidistas han ocurrido por frustración, porque algunos militantes no obtuvieron el cargo que buscaban; en algunos casos, incluso ha migrado la estructura casi completa del PRI, como en Zacatecas en 1998 o más recientemente en Quintana Roo, sostiene la entrevistada.
“No son cuestiones ideológicas o programáticas las que han provocado la ruptura de militantes destacados con el PRI; casi siempre han sido aspiraciones frustradas, salvo con Manuel Bartlett, quien abandonó el partido por serias diferencias ideológicas y políticas”, comenta Sauri.
A diferencia del PRD, que está conformado por una “confederación de corrientes internas” llamadas tribus, agrega, en el PRI no existe eso, salvo las agrupaciones con fines específicos, como la de los beltronistas.
Si esa nueva agrupación pretende distinguirse del conjunto, “tendría que confrontar a la nueva dirigencia; cuestionar planteamientos de política pública o acciones gubernamentales, incluyendo el combate a la corrupción. Entonces entramos en un terreno semejante al de 1986. A Muñoz Ledo y a Cárdenas no se les descalificó inicialmente. Se pretendió desdibujarlos, minimizarlos, diluir sus planteamientos. Cuando estas medidas no fueron efectivas, vino su salida”, resume la entrevistada.
Por su parte, Berrueto advierte que la tradición autoritaria ha impedido al PRI abrirse a los “posicionamientos diferenciados” dentro de su propio seno. Por eso considera como un avance que un grupo de legisladores “moderados” busquen expresar su posicionamiento para la próxima Asamblea Nacional partidista.
Los beltronistas, insiste, deben ser escuchados dentro del PRI porque no representan un peligro o una amenaza de ruptura; la figura de Beltrones debe ser aprovechada. “Es un símbolo al interior del partido. Es un político audaz y hábil que ha mostrado sensatez y prudencia. El PRI tiene que aprovechar ese capital para reposicionarse”, sostiene Berrueco.
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