lunes, 28 de enero de 2019

LA "LOCURA de la MOTA",lo que la CIENCIA DICE y NO DICE...informacion "pacheca_rse.

La investigación de los científicos sobre los efectos de la mariguana está llena de hoyos, en gran parte porque a nivel federal todavía se le clasifica junto a drogas como la heroína y el LSD. Desafortunadamente, cuando no hay suficiente información disponible es más fácil que la gente te engañe con datos sacados de contexto, selección de palabras y conclusiones malinterpretadas.
Todo esto nos lleva hasta Alex Berenson y Malcolm Gladwell, y lo que sucede cuando textos impecables pasan por encima de la ciencia.
Hace dos semanas, Berenson, un antiguo reportero del New York Times y también escritor de novelas de espionaje publicó un libro con el ominoso título de Dile a tus hijos: la verdad sobre la mariguana, las enfermedades mentales y la violencia. Gladwell, por su parte, publicó un artículo en el New Yorker en el cual retoma argumentos del libro de Berenson para cuestionar el supuesto consenso de que la mota es una de las drogas más seguras.
El libro dile a tus hijos, de Alex Berenson, y un artículo de Malcolm Gladwell sobre mariguana muestran la manipulación de estadísticas y se convierten en una mezcla de falacias lógicas y de rumores tenebrosos que sirven para confundir.
En combinación, estos dos trabajos nos dan una clase maestra sobre la manipulación de estadísticas y se convierten en una mezcla de falacias lógicas y de rumores tenebrosos que sirven para confundir a la gente en relación a un tema que, según los expertos, necesita más investigaciones hechas con buena voluntad.
El principal argumento de Berenson es muy simple. En su libro señala que a la evidencia le respaldan respuestas sólidas y presenta un cuadro alarmante sobre la mariguana: que puede y causa psicosis y esquizofrenia. De allí se lanza a decir que como la psicosis y la esquizofrenia pueden dar lugar a la violencia, entonces la mariguana provoca que la violencia aumente en Estados Unidos y en todas partes.
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Para llegar a esa conclusión se requiere de una gran cantidad de pecados científicos y estadísticos. Pero primero, vale la pena decir que sí existen investigaciones que vinculan el uso de cannabis con la esquizofrenia. Un reporte de 2017 de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina (NASEM por sus siglas en inglés) que hace un resumen de todos los estudios disponibles sobre mariguana, concluye en parte: “Existen suficientes evidencias para poder hacer una asociación estadística entre el uso de cannabis y el desarrollo de esquizofrenia y otras psicosis, estando el mayor riesgo en los usuarios frecuentes”.
Berenson retoma esta conclusión y le da un uso que va más allá de lo que los investigadores parecen decir. En un estudio con duración de 15 años realizado en Suecia (publicado en The Lancet) los expertos señalan que la mariguana proporciona una “clave adicional” para descifrar la formación de la esquizofrenia, aunque considera también otros factores, incluido el genético, que hacen que el asunto se vuelva un poco confuso. Finalmente, en mayo pasado, Aaron Carroll, un pediatra espacialista en salud pública, escribió en el New York Times que lo que detona la relación entre la mariguana y la psicosis es difícil de acomodar.
Perfil. Alex Berenson nació en Nueva York en 1973 y creció en Englewood, Nueva Jersey. Se graduó de la Universidad de Yale en 1994 con títulos en historia y economía. Ha trabajado para el Denver Post TheStreet.com, y The New York Times.
Uno de los autores del reporte del NASEM, Ziva Cooper, de la Iniciativa para la Investigación de Cannabis de la Universidad de California, Los Ángeles, declaró hace poco a Rolling Stone: “Decir que llegamos a la conclusión de que el cannabis provoca esquizofrenia simplemente está mal y la única intención es provocar temores”. A Carroll, en el New York Times, Cooper le aclaró que no existen evidencias que para hacer esta asociación. En pocas palabras, la información existente no da respuesta a preguntas fundamentales como la siguiente: ¿Fumar mariguana provoca esquizofrenia o las personas con tendencia a desarrollar esta enfermedad son más propensas a fumar mariguana, ya sea para automedicarse o por otras razones? Obviamente no hay respuesta.
Autor. Malcolm Gladwell, de 55 años, es un autor canadiense cuyos libros figuran en la lista de los más vendidos del New York Times. Los más exitosos son The Tipping Point (2000) y Blink (2005).
Una parte clave del argumento de Berenson es que los índices del uso de mariguana han crecido al mismo tiempo que aumentan los diagnósticos de esquizofrenia y de otras formas de psicosis. Por ejemplo, un estudio de Finlandia y otro de Dinamarca indican que hay un aumento de diagnósticos en años recientes. Los autores de ambos estudios señalan que el incremento de este tipo de diagnósticos podría explicarse porque se han dado cambios en los criterios de diagnóstico y se han mejorado las formas de intervención temprana. En ambos casos, los autores no descartan que se haya dado un cambio en la incidencia. Pero Berenson hace que la posibilidad parezca una realidad, y que la culpa la tiene la mariguana. No existen evidencias de que él tenga la razón.
La conexión que hace Berenson entre mariguana y violencia parece ser más tenue. Señala que la violencia aumentó dramáticamente en cuatro estados que legalizaron recientemente el enervante: Alaska, Colorado, Oregon, y Washington. Explica que el número de crímenes por violencia en esos estados de Estados Unidos aumentó más rápido que en el resto del país entre los años de 2013 y 2017. Y sí, tiene razón, pero este es un gran ejemplo de las grandes libertades que se pueden tomar con los números.
›En principio de cuentas, Berenson basa sus cálculos en el número total de estos crímenes en los estados que indica, y no los índices por cada 100 mil personas, que son necesarios para establecer las diferencias poblacionales. Según el FBI, el índice de asesinatos en Colorado tuvo menor crecimiento que el índice nacional entre 2013 y 2017.
Incluso en los estados en donde las aseveraciones de Berenson pudieran ser verdaderas, sus cifras no presentan el cuadro completo. Por ejemplo, el estado de Washington tuvo un índice de asesinatos de 2.3 por cada 100 mil personas en 2013 y de 3.1 en 2017, lo que representa un aumento de 35% en comparación con el aumento nacional de cerca de 18 por ciento. Pero esta no es una tendencia clara. El índice de asesinatos en el estado de Washington cayó casi 7% de 2015 a 2016. ¿Qué es lo que quiero decir aquí? Se pueden acomodar las cifras cambiando también el punto de partida. El aumento en el índice de asesinatos de un 2012 particularmente violento a un 2017 fue sólo de 3%, mucho menor que el aumento nacional en ese periodo. La posesión de 28 gramos de mariguana para uso personal se legalizó en Washington a finales de 2012, y las primeras tiendas recreativas se abrieron en 2014. ¿Cuál es el índice de asesinatos que se aplica entonces?
Con todo esto se pasa por alto el hecho de que en esos estados aumenta el índice de violencia, pero sin decir la razón. ¿Podría deberse en parte a la legalización de la mariguana? Seguro. ¿Podría ser un simple dato estadístico al azar? También.
31 estados de Estados Unidos han legalizado la mariguana para uso medicinal.
Hay muchos más ejemplos que con frecuencia se relacionan con la simplificación excesiva o con una presentación errónea de las conclusiones de un estudio. Berenson sugiere que la mariguana aumenta el riesgo de padecer ataques cardíacos, pero los expertos hablan de evidencia insuficiente.
También dice que la legalización provoca más accidentes automovilísticos mortales, y los expertos señalan que algunos estudios no indican que haya diferencia en los estados sin legalización, y el hecho de que los análisis del conductor den positivo no quiere decir que necesariamente estaba inhabilitado a la hora del accidente. Existen otras aseveraciones cuestionables sobre los índices del uso de cannabis en Colorado: la posibilidad de muerte a causa de sobredosis de mariguana y de manera sorprendente, la posible relación, positiva o negativa, con la crisis de opioides en Estados Unidos.
Puede ser que haya errores honestos, pero manipular de esta manera los datos científicos en tantos estudios nos hace pensar que Berenson quería acomodar la evidencia para respaldar una tesis predeterminada sin permitir que la información lo guiara. Los errores son tantos que, honestamente, tendría que ignorarse la existencia de este libro. Desafortunadamente, es demasiado tarde debido a la cobertura que le han dado en lugares como el New Yorker.
Y si Dile a tus hijos tiene sus problemas, el artículo de Malcolm Gladwell los aumenta. Se trata de algo más que de una reseña que sirve para glorificar al libro basándose en una sola fuente y que se niega a cuestionarlo de forma alguna. Gladwell repite estadísticas disparatadas, utiliza argumentos de personas desconocidas y en general, no se aplica en las funciones básicas de un periodista. Simplemente se esconde bajo la fachada de “hacer preguntas” para decir verdades.
Gladwell quiere que uno piense que sólo está señalando lo que falta en la investigación sobre la mariguana, por ejemplo: “Los riesgos de la poca frecuencia también llevan más tiempo y son más difíciles de cuantificar, y la lección de Dile a tus hijos y del reporte de la Academia Nacional es que no estamos todavía en la posición de hacerlo”. Pero Berenson hace lo contrario: señala, explícitamente a lo largo de todo el libro, que las respuestas que buscamos se encuentran aquí y que dicen lo opuesto de lo que dicen en realidad.
Sin embargo, Gladwell retoma las mismas estadísticas manipuladas de Berenson sobre violencia y no cuestiona su exactitud. Menciona dos estudios que sugieren el efecto de interrelación y pasa por alto las contradicciones en la investigación, y subraya la información que generó un profesor de la Universidad de Nueva York, amigo de Berenson, que, aunque pueda ser válida, no ha sido revisada o asesorada por los expertos. Gladwell incluso cambia el perfil del profesor cuando lo presenta como especialista en estadísticas, siendo que es experto en política y leyes.
En algunos puntos, Gladwell sólo está refriteando lo que leyó, sin contexto y sin la información de otras fuentes o expertos. En cuanto a la mayor potencia de la mariguana moderna en comparación con la de los años sesentas y setentas, Berenson dice: “Piensa en tomar martinis en lugar de cerveza light para que puedas imaginar la diferencia en la potencia”. Y Gladwell dice, hablando de lo mismo: “… de un trago de cerveza light a un shot de tequila”. Vean, cambió el licor, y así ya queda todo bien.
Ambos autores parecen hacer creer que están iluminando un punto en una esquina oscura e inexplorada de la ciencia y las políticas públicas. Incluso se toman libertades asumiendo que nadie pone atención. “Casi nadie tomó en cuenta el Reporte de la Academia Nacional”, escribe Berenson. Gladwell retoma el argumento diciendo que “lo pasaron por alto”. Una búsqueda rápida en Google demuestra que se habló al respecto en Business InsiderVoxNPRForbesQuartz, y The Washington Post, para nombrar a unos cuantos que lo comentaron cuando se hizo público. The New York Times, en donde trabajaba Berenson, publicó un editorial al respecto en el que pedía la reclasificación de la droga para que la investigación fuera más fácil. ¿A qué se referirían con lo de “pasar por alto”?
Hay algo que Gladwell sí hace bien. En su texto comenta que Berenson tiene la “imaginación de un novelista”. Berenson señala repetidamente que con seguridad la gente va a relacionar su libro con la película de propaganda en contra de la mariguana Reefer Madness (La locura de la mota), como previendo que lo que otras personas digan de él será lo que haga ver que están equivocadas.
Tanto Berenson como Gladwell parecen hacer creer que están iluminando un punto en una esquina oscura e inexplorada de la ciencia y las políticas públicas. Incluso se toman libertades asumiendo que nadie pone atención.
Pero el libro sí parece de película, desde su título tan severo y su portada tenebrosa de colores rojo y negro un tanto ahumados, hasta la dependencia del autor en anécdotas tenebrosas.
El libro empieza con una terrible historia del asesinato de ocho personas en 2014 en Cairns, Australia. Berenson dedica capítulos enteros a una serie de terribles anécdotas de asesinatos y psicosis violenta, todos vinculados con el uso de mariguana. En cierto punto, menciona la máxima científica de que “muchas anécdotas no son datos”, pero prosigue con un argumento de una lógica majestuosamente retorcida. Si las cifras existen, dice, entonces seguramente seguirán las anécdotas. No queda claro el cómo va a probar que con las anécdotas que proporciona se prueba la existencia de los datos.
Este fiasco sirve de ejemplo para que otros escritores científicos tengan cuidado: eviten los pecados de omisión, de proporcionar perfiles equivocados y de acomodar los datos. Hay que trabajar con muchas fuentes confiables en cada historia, no fiarse de un sólo libro fallido.
Los científicos, a diferencia del público en general, se sienten tranquilos con la incertidumbre y buscan fallas en el conocimiento. Parte del reto de cualquier buen periodista radica en presentar estas incertidumbres y errores con claridad y honestidad, no en meter a la fuerza una narración que te atrae, pero es falsa y con información que no ayuda.
Queda claro que ni Berenson ni Gladwell estaban a la altura de la labor.
Este texto se publicó originalmente en Undark.org (https://undark.org/article/reefer-madness-marijuana-science) y luego se tradujo por Graciela González.

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