sábado, 26 de mayo de 2018

EL "INVENTO de la GUERRA ANTINARCO"...inútil y torva,imaginada y perdida desde hace doce años.

Norteño,Malhablado, Bigotudo. Un gran sombrero de ala ancha. Farragosas cadenas de oro al cuello y en las muñecas (mejor con un relicario de Malverde). Una enorme hebilla de plata con serpientes o calaveras. Al cinto, un revólver recamado con piedras preciosas. Sádico y brutal. Adicto tanto a la sangre como a los corridos bautizados en su nombre. Algo así como el Cochiloco -el personaje de El Infierno, de Luis Estrada-, que casi nos cae bien de tan malo. 

Éste es el enemigo que nos hemos construido desde hace doce años. O, más bien, el enemigo que el gobierno de Felipe Calderón -y luego el de Enrique Peña Nieto, que no ha transformado esencialmente el modelo- se obcecó en construir y que nosotros hemos asimilado dócilmente.

Como cuenta Oswaldo Zavala en su lúcida colección de ensayos Los cárteles no existen (Malpaso, 2018), toda la narrativa de la llamada "guerra contra el narco" no es más que eso: una invención del poder -y desde el poder- para articular un discurso de seguridad nacional y una política de intervención directa en todo el país. Una estrategia articulada con el fin de legitimar un régimen en apuros tras las turbulentas elecciones de 2006, que, al crear a un nuevo "enemigo formidable", permitiría aglutinar a la nación en una sola causa, al tiempo que se dejaban de lado problemas mucho más urgentes, como la desigualdad o la quiebra de nuestro sistema de justicia.

Basándose en los estudios de Luis Astorga, Fernando Escalante y otros especialistas, Zavala nos recuerda cómo la violencia que ha sufrido México desde la infortunada decisión de Calderón se debe mucho más a la acción de las propias fuerzas de seguridad que a una "guerra entre cárteles" que en realidad jamás ha existido. Pero al poder le resulta más beneficioso dibujar criminales sangrientos y sin escrúpulos que reconocer que su propia intervención, primero en unos cuantos estados y luego en todo nuestro territorio, es la verdadera causa de la escalada de violencia.

Lo peor, sin embargo, no es que desde el poder se haya concebido esta narrativa sobre el narco, sino que todos nosotros -la sociedad civil tanto como numerosos artistas y académicos- hayamos terminado por asimilarla como la única verdad posible. Por más que los "enemigos" que atestan nuestras cárceles no se correspondan jamás con estos narcos prototípicos -en la mayor parte de los casos se trata de jóvenes narcomenudistas, los más débiles en la escala del crimen-, nuestros análisis periodísticos, nuestras películas, novelas, series y telenovelas -eso que hemos dado por llamar narcocultura- han terminado por asumir la narrativa de la guerra de forma acrítica, como si fuese un hecho indubitable y no una construcción narrativa.

Aunque Zavala pasó muchos años como reportero en Proceso y otros medios, ahora se desempeña como profesor y crítico en Nueva York, y su enfoque en estos textos no es por tanto político o sociológico como literario: de allí la eficacia de sus argumentos, la forma como demuestra que una invención -la existencia misma de los cárteles y su supuesta rivalidad por las "plazas"-, firmada desde lo más alto del poder, ha terminado por transformarse en la única forma que tenemos para observar la realidad. Es por ello, argumenta Zavala, que tantos novelistas no han podido eludir las imágenes que reproducen la "verdad oficial", o que incluso tantos buenos periodistas se dejen llevar por esta ficción, despolitizando sus textos o incluso colocándolos, sin querer, en la perspectiva del gobierno.

En medio de las campañas presidenciales, el libro de Zavala no podría ser más necesario: sirve para recordarnos que ningún candidato tiene una auténtica estrategia para frenar la violen- cia; que ninguno ha sido capaz de escapar a la narrativa del narco fraguada por Calderón; que ninguno se atreve a proponer la legalización de las drogas; y que ninguno, en fin, tiene como prioridad la creación de un sistema de justicia independiente, confiable y eficaz que nos permita apreciar las auténticas condiciones de la violencia de nuestro país haciendo a un lado la inútil y torva guerra que empezamos a imaginar -y a perder- hace doce años. 
 
Fuente.-Jorge Volpi/@jvolpi
(imagen/internet)



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