martes, 27 de febrero de 2018

MILITARES y MARINOS "NO SALEN de UNA CUANDO YA ESTAN en OTRA"...escasean aciertos y abundan yerros.

Militares y navales no salen de una cuando ya están en otra. El cierre de sexenio se está convirtiendo en una auténtica pesadilla para los secretarios de la Marina y de la Defensa Nacional, a quienes no solo persiguen la mala suerte, sino también las malas prácticas.

Ayotzinapa, Tlatlaya, Palmarito, Jamiltepec y Campo Marte (la bandera monumental rota y la bandera monumental de cabeza), en el caso de los militares.

Operación Gárgola, Operación Cisne Negro, Limita de Hitaje y Operación Contador (la captura alterada del sobrino de Osiel Cárdenas), en el caso de los navales.

Estos son solo algunos casos en los que el Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina se han visto involucrados entre la luz y la sombra, entre el éxito y el estrepitoso fracaso o la cruda realidad de descuidos, de abusos, de falsedades y de franca mala fortuna que le han dado la vuelta al mundo en cuestión de minutos o segundos a través del poder de las redes sociales.

Lo más nuevo en el bochorno castrense ha sido sin duda el izamiento de la bandera nacional, del enorme pabellón tricolor, de cabeza durante la ceremonia oficial del Día de la Bandera en la explanada del Campo Militar Marte.

Tan solo ocho días antes de la celebración de la bandera, la Fuerza Aérea Mexicana protagonizaba el desenlace de los trágicos empeños del secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete, quien pasó por encima del general Alfonso Duarte Mújica, Comandante de la VIII Región Militar, para conseguir que un helicóptero UH-60M Black Hawk volara sin el equipo necesario (visores nocturnos, por ejemplo) y con pilotos de poca experiencia hacia la zona azotada por el sismo que el mismo día se había dejado sentir en Oaxaca y en otros cinco estados.

Navarrete logró que la nave volara de Puerto Escondido a Santiago Jamiltepec, en Oaxaca, para evaluar los daños y ordenar las primeras acciones de ayuda humanitaria y la aplicación del Plan DN-IIIE. Ocurrió todo lo contrario.

A los 14 habitantes de ese lugar que fueron aplastados por el Black Hawk derribado por el polvo, las piedras y la falta de pericia de los pilotos, se sumó de inmediato el inevitable desencuentro entre Navarrete Prida y el general Cienfuegos. El piloto perdió el control, dijo de inmediato el secretario civil. Yo no hubiera ordenado volar de noche, reviró horas después el secretario militar, acomodándole de paso un severo cuestionamiento al general Duarte, que si alguna aspiración tenía para suceder al DN1 en eso quedó, en aspiración.

Navarrete siguió subido al ring contestando que el vuelo a Jamiltepec no era ningún capricho, era su responsabilidad estar ahí. Cienfuegos lo dejó en el encordado para iniciar en Jamiltepec la ayuda a los afectados y asumir toda la responsabilidad de la tragedia. Doble guantazo a Navarrete.
Ahora los pilotos del UH-60M Matrícula 1071 han contratado abogados civiles para defenderse de lo que venga desde la Sedena, Gobernación, Oaxaca.

Esa parecía la tormenta final para el Ejército. Error. En un hecho inusitado -por los antecedentes inmediatos- la ceremonia del Día de la Bandera se convirtió en un acto con más de dos lecturas, todas negativas para la milicia y para los civiles en el poder. Una Sección (35 elementos) de la Primera Brigada de Policía Militar bajo las órdenes de un Capitán Primero, fue la encargada de colocar la bandera en un ceremonial ensayado muchas veces precisamente por lo ocurrido hace exactamente un año en el mismo lugar.

Fue el día en el que un par de estructuras de aluminio que habían sido utilizadas para una competencia de equitación no fueron retiradas y terminaron rompiendo la bandera monumental, que hecha girones se elevó y dio la vuelta al mundo como presagio funesto de lo que vendría.

Dos años antes, en 2016, varias banderas fueron izadas de cabeza en instalaciones militares y policiales en Zacatecas, Aguascalientes, Tijuana y Colima. La Sedena investigó lo ocurrido. Nunca ha dicho lo que encontró. De ahí la suspicacia por el izamiento de la bandera monumental en el Día de la Bandera, en el último acto de este tipo en el gobierno de Peña Nieto y en medio de severas rispideces entre en su gabinete por haber causado de alguna manera la muerte de civiles a los que el Ejército y la Fuerza Aérea iban a ayudar, quedando el Black Hawk como ave de mal agüero.
La Marina no se salva. La institución sigue en las malas prácticas, sumida en asuntos irregulares, raros, quizá escabrosos al aplicar operaciones contra el narcotráfico.

La incursión nocturna de un comando de Fuerzas Especiales de  la Marina en las inmediaciones del salón de fiestas ubicado en Limita de Hitaje, a las afueras de Culiacán, Sinaloa, sigue sin tener ya no digamos una explicación oficial, sino al menos un desmentido.

Hace un mes, comandos navales llegaron al sitio para detener al “Jr”, un presunto capo local en una fiesta a la que había sido invitado. Afuera había cuatro civiles armados cuidando la entrada. Fueron sorprendidos y sometidos por los marinos, que entraron al salón para someter también a los invitados. Para su mala fortuna, al menos una persona grabó sus procedimientos ajenos a la Cartilla de Derechos Humanos para el personal de la Secretaría de la Marina-Armada de México.

Con groserías y a golpes, los marinos -que tomaron fotos y video de la operación- se movieron por el lugar y sacaron por la fuerza a un civil al que le reclamaban estar haciendo llamadas con su celular. Los cuatro civiles armados amanecieron muertos a tiros. Fue en enfrentamiento, dijo la Marina. Los marinos no permitieron que las policías locales se acercaran al salón sino hasta varias horas después.

Las versiones oficiales confirmaron el operativo, pero omitieron decir que los marinos catearon a los invitados y les robaron dinero, teléfonos y diversos objetos. Los afectados se quejaron ante la CNDH. La CNDH le notificó a la Marina la situación. Nadie ha dicho nada. La investigación sigue su curso. Hasta ahí llegaban las aguas turbulentas, pero…

El 18 de febrero, la Marina detuvo en Matamoros, Tamaulipas, a Alfredo Cárdenas Martínez, El Contador, sobrino de Osiel Cárdenas Guillén, fundador del Cártel del Golfo (CDG). Contradictoria y nebulosa desde el principio, la información de la Semar aseguraba que el presunto capo había sido detenido al circular a exceso de velocidad en su camioneta, en un incidente derivado de trabajos de inteligencia naval (sic).

En el vehículo, El Contador llevaba drogas y armas. Con eso fue suficiente para la captura en las calles de Matamoros, pero todo eso era mentira. En realidad, Cárdenas Martínez fue detenido en su casa, hasta donde llegó el comando naval para desconectar primero todas (o casi todas) las cámaras de video vigilancia para luego entrar sin orden de cateo por el detenido.

Luego de sacarlo y subirlo a vehículos sin placas, Alfredo fue llevado hasta donde los marinos habían colocado la camioneta para escenificar la detención. Todo iba bien hasta que los abogados del detenido presentaron pruebas sobre como ocurrió en realidad la captura. Un juez federal revisó los hechos y determinó que el arresto era “ilegal” y ordenó su inmediata liberación.

El trabajo de inteligencia naval compartida con la DEA se fue a la basura. Cárdenas Martínez ya había sido detenido en 2004, pero fue liberado mediante amparos.

De lo ocurrido en Culiacán la Marina no ha dicho ni una palabra. No ha aclarado si el comando naval era suyo o clonado. No se ha pronunciado sobre la investigación en la CNDH. De lo ocurrido en Matamoros la Marina guarda silencio.

¿Qué ceremonias militares y navales faltan todavía en lo que queda de este gobierno?

fuente.-(Imagen/Web)

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