lunes, 26 de febrero de 2018

MENSAJES y PROTAGONISMO "REDUJERON" al GENERAL CIENFUEGOS a "POLITIQUERO y MATRAQUERO"...de los peores discursos del sexenio.


Hemos sido testigos del cambio.  Brutal.  De cómo el secretario Salvador Cienfuegos rompió con la tradición del silencio, de hablar en contadas ocasiones, tal vez tres o hasta cuatro al año, para volverse tema habitual en las páginas de los diarios, el radio, la televisión.

Y no con buenos resultados.  Al contrario.  Esto acompañó un desgaste tremendo para la institución.

Mientras el general Cienfuegos hablaba y volvía a hablar, magnificaba sus mensajes, la sociedad fue creciendo en confusión.  Sin saber si estas palabras significaban el sentir de los militares, de las fuerzas armadas en su conjunto, o eran personales.  Más allá, con mayor gravedad, la sociedad comenzó a ver al titular de la Sedena como uno más de los protagonistas políticos.

Con consecuencias que todavía no estamos listos para analizar a fondo.

Tal vez uno de los momentos más álgidos de esta sobre exposición, voluntaria e innecesaria, del general Cienfuegos fue cuando dio una entrevista para Televisa casi gritando que no permitiría que “sus soldados” fuesen interrogados con relación al tema de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

Consiguiendo con esto todavía mayores dudas al papel que habría desempeñado el Ejército en esto.

Agregando desconfianza a un asunto que sigue siendo una de las grandes crisis del gobierno de Enrique Peña Nieto.

Con esto las fuerzas armadas, los militares bajo las órdenes del general Cienfuegos, quedaron todavía más en entredicho.

Porque, además, Salvador Cienfuegos decidió hablar sin tomar consejo de expertos en comunicación que le habrían explicado las reglas, las formas a seguir para “comunicar” eficientemente.  Ignorando que decir algo no necesariamente quiere decir que se entienda de igual manera en que fue dicho.

Es decir, se metió entre las “patas de los caballos” sin asesoría, sin aprender las reglas de comunicación que los políticos y los protagonistas civiles del poder tienen obligación de dominar.  Pasó del silencio a la verborrea sin poder aterrizar lo que verdaderamente quería decir, sin conseguir el efecto deseado a sus palabras.

Siguió, tal vez lo más representativo hacía dentro de las fuerzas armadas, el ofrecimiento de una disculpa pública… por los militares que obedecen ordenes superiores.  Rompiendo con esto, además de la humillación pública en un escenario diseñado por él mismo, de cara a cientos de jefes militares y soldados, valores muy arraigados.

¿Por qué ofrecer una disculpa pública?

Quiénes escucharon, también, decir al titular de la Sedena que no deben cumplirse órdenes fuera de la ley, palabras más, palabras menos, en este mismo acto deben haberse sentido huérfanos y muy confusos.

De esta forma, a mediados de sexenio, el general Salvador Cienfuegos consiguió confundir por igual a civiles y militares.

¿Qué necesidad?

Vinieron las declaraciones alrededor de la Ley de Seguridad.  Y todas quedarán impresas para lo que venga.  Desde la reiterada expresión de que los militares quieren regresar a los cuarteles, hasta la de que están dispuestos a aceptar lo que dictamine la Suprema Corte de Justicia.

Surgen muchas interrogantes.  Si quieren regresar a los cuarteles… ¿por qué no lo hacen?  ¿Qué los obliga, quiénes los ponen contra la pared para hacer lo que no quieren hacer?  El general Cienfuegos consiguió con esto lo que ninguno de sus antecesores: Hacer sentir a los mexicanos, a los civiles, a la sociedad en su conjunto que los militares no quieren hacer lo que hacen.

Con lo que se rompió una columna vertebral importante en la relación entre sociedad y militares.  Con lo que causó, todavía más, confusión y provocó la falta de confianza en los militares.  ¿Cómo pueden confiar los civiles en militares que no quieren hacer lo que hacen?  A lo que debe sobreponerse las quejas, los testimonios de violaciones a derechos humanos y hasta “fusilamientos” como en Tlatlaya.

¿Qué necesidad?

Agregando, además, el factor de “querer o no”, ya no fueron más, por culpa del discurso de Cienfuegos, los soldados, los militares que obedecen ordenes sin importar ningún otro factor.  Se convirtieron en los soldados, los militares, que quieren estar en otro lado, en sus cuarteles, que no quieren hacer lo que les ordenan hacer.

Y luego vino lo de la Suprema Corte.  No es voluntad, de ningún mexicano porque vivimos bajo un Estado de Derecho, aceptar o no aceptar lo que la Suprema Corte de Justicia dictamine.  No es algo que deba estar sujeto a una voluntad.

¿Cienfuegos no quería decir lo que dijo, o no quería decir lo que la gente terminó por entender?  Es su responsabilidad.  Meterse a temas de comunicación sin aprender primero cómo comunicar es, fue siempre estos años su responsabilidad.

Mucho, en verdad mucho habrá de hablarse sobre esto.

Lo más importante son las consecuencias.  El desgaste.  Terminar opinando sobre política, confrontando a un candidato presidencial que es, además, puntero en encuestas, Andrés Manuel López Obrador y conseguir así, al ponerse al tú por tú, ser llamado “matraquero”.

Qué grave.

Nunca, en los más de cuarenta años que llevó escribiendo sobre las fuerzas armadas, imaginé que escucharía a alguien, a un político, a quien puede ser el próximo presidente de la República, llamar “matraquero” al secretario de la Defensa Nacional, general con cuatro estrellas de mando.

¿Por qué llegamos a esto?  Y habrá que agregar el desafortunado incidente del “doctorado honoris causa” de la universidad de Chiapas donde Cienfuegos debió, desde el principio, negarse.  Alguien, si es que todavía escucha, de su entorno inmediato debió decirle que era una trampa, que no debía aceptar este supuesto honor que después, de la forma más humillante, le fue retirado.

Vuelvo a preguntar, ¿Por qué llegamos a esto?  Por la necesidad de aparecer en primeras páginas, de ser un protagonista público del titular de la Sedena, porque Cienfuegos rompió la regla del silencio que había prevalecido.  Y porque al hablar no supo cómo hacerlo, no entendió que existen temas que no deben ser tocados públicamente, porque no le dijeron sus asesores que la comunicación es una ciencia que debe ser aprendida.

Porque no supo escucharse a sí mismo mientras los demás escuchaban lo que decía y lo que no quería decir.

Estos seis años, por lo tanto, hemos acompañado los peores discursos militares…

Fuente.-Isabel Arvide
@isabelarvide

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